27/01/2020, 00:20
Para cualquier uzujin no había ningún lugar en el mundo más digno de visitar que aquel. El Valle del Fin estaba bien, pero el Lago de Shiona era una herida reciente, sin cicatrizar, ni en la Tierra ni en el corazón. El agua de mar se colaba, creando un mar interior mal denominado lago por el mundo. Hana no era la que iba a empezar ese debate.
Arrodillada en la isla central ante el monumento a su Uzukage le rendía tributo, con las palmas juntas y los ojos cerrados. Podía dudar de su villa, del sistema actual que las jerarquizaba, pero no había ni un atisbo de duda acerca de que Shiona-sama había sido una de las mejores kages que habían habido en las Tres Villas. No puedes mantener a toda una villa en paz y bien alimentada durante cien años siendo una mala persona.
En principio, el Sol estaba alto todavía, llevaba una capa de viaje puesta, una chaqueta, una camiseta de manga larga y una camiseta interior. Dicho de otra manera, llevaba más capas que una cebolla. Aún así, tras cinco minutos parada, estaba congelándose. Decidió que era hora de volver. Era uno de sus primeros viajes fuera de la villa, había hecho noche en Los Herreros y ahora le tocaba volver, por mucho que la idea de acampar en el bosque le llamase, era demasiado friolera para dormir a la intemperie en invierno.
Se acercó a la estatua y posó su mano sobre ella, casi esperando sentir algo fuera de lo común. Solo sintió el frio en su palma, la rugosidad del monumento y el silencio, que ella misma rompió.
— Saluda a papá y mamá. — no tenía mucho más que decir.
Dio un par de pasos atrás antes de dedicarle una última mirada al lugar y ponerse en marcha. Se puso la capucha de la capa de viaje de color carmesí y empezó a saltar de plataforma en plataforma, haciendo ritual saltarlas en orden para honrar a Shiona. Nada más digno que ir a verla haciendo la espiral e irse de la misma manera.
Arrodillada en la isla central ante el monumento a su Uzukage le rendía tributo, con las palmas juntas y los ojos cerrados. Podía dudar de su villa, del sistema actual que las jerarquizaba, pero no había ni un atisbo de duda acerca de que Shiona-sama había sido una de las mejores kages que habían habido en las Tres Villas. No puedes mantener a toda una villa en paz y bien alimentada durante cien años siendo una mala persona.
En principio, el Sol estaba alto todavía, llevaba una capa de viaje puesta, una chaqueta, una camiseta de manga larga y una camiseta interior. Dicho de otra manera, llevaba más capas que una cebolla. Aún así, tras cinco minutos parada, estaba congelándose. Decidió que era hora de volver. Era uno de sus primeros viajes fuera de la villa, había hecho noche en Los Herreros y ahora le tocaba volver, por mucho que la idea de acampar en el bosque le llamase, era demasiado friolera para dormir a la intemperie en invierno.
Se acercó a la estatua y posó su mano sobre ella, casi esperando sentir algo fuera de lo común. Solo sintió el frio en su palma, la rugosidad del monumento y el silencio, que ella misma rompió.
— Saluda a papá y mamá. — no tenía mucho más que decir.
Dio un par de pasos atrás antes de dedicarle una última mirada al lugar y ponerse en marcha. Se puso la capucha de la capa de viaje de color carmesí y empezó a saltar de plataforma en plataforma, haciendo ritual saltarlas en orden para honrar a Shiona. Nada más digno que ir a verla haciendo la espiral e irse de la misma manera.