27/01/2020, 01:29
Había vuelto con prisa pensando que iba tarde. Sin pararse ni para comer, para nada. Había llegado a Los Herreros con demasiado tiempo, no tanto como para poder ponerse en marcha a la villa y que no la atrapase la noche pero sí que tenía una larga tarde por delante sin nada más que hacer que esperar a la noche. Suspiró para sus adentros, aún tenía que ponerse a tono con todo lo que concernía a los viajes. No calculaba tan bien los tiempos y las distancias y todo porque en la academia te lo pintan muy bonito, pero en la práctica todo es mucho más accidentado.
Bueno, podría ir de tiendas, si la ciudad se llamaba Los Herreros podía ser que encontrase algún arma digna de mención. Ni de lejos tan buena como las que se hacen en Uzushiogakure, eso sí que es calidad. Aunque mientras le sirviese para matar el tiempo no se iba a quejar. Tras dejar la pequeña mochila de viaje que llevaba en el hostal, se dispuso a darse una vuelta por la ciudad.
La primera calle de comercios a la que entró eran los tipicos puestos de comida rápida, tiendas de cosas varias, souvenirs, no fue hasta que pasó esa primera calle que entró de lleno en herreríalandia. No solo eran armas, había todo tipo de materiales de hierro, acero, plata, oro y otros metales que no llegaba a reconocer. Intentó mirar únicamente las cosas que sí podía comprar por si le daba un arranque de los suyos, así que apenas levantó la mirada de la chatarra y las cuchillas pequeñitas que apenas servirían para pelar una manzana. Y claro que no quería nada de eso.
La ciudad no estaba abarrotada, aunque en cada tenderete había un par de personas mirando. Ella era la única que desentonaba, con la capa de viaje carmesí hasta los tobillos y la capucha puesta. Después de ver algunas miradas sospechosas de su apariencia, decidió bajar la capucha, dejando relucir su bandana al cuello. Sin duda, en esos lares, una bandana de Uzushiogakure era un simbolo de seguridad. ¿No?
Bueno, podría ir de tiendas, si la ciudad se llamaba Los Herreros podía ser que encontrase algún arma digna de mención. Ni de lejos tan buena como las que se hacen en Uzushiogakure, eso sí que es calidad. Aunque mientras le sirviese para matar el tiempo no se iba a quejar. Tras dejar la pequeña mochila de viaje que llevaba en el hostal, se dispuso a darse una vuelta por la ciudad.
La primera calle de comercios a la que entró eran los tipicos puestos de comida rápida, tiendas de cosas varias, souvenirs, no fue hasta que pasó esa primera calle que entró de lleno en herreríalandia. No solo eran armas, había todo tipo de materiales de hierro, acero, plata, oro y otros metales que no llegaba a reconocer. Intentó mirar únicamente las cosas que sí podía comprar por si le daba un arranque de los suyos, así que apenas levantó la mirada de la chatarra y las cuchillas pequeñitas que apenas servirían para pelar una manzana. Y claro que no quería nada de eso.
La ciudad no estaba abarrotada, aunque en cada tenderete había un par de personas mirando. Ella era la única que desentonaba, con la capa de viaje carmesí hasta los tobillos y la capucha puesta. Después de ver algunas miradas sospechosas de su apariencia, decidió bajar la capucha, dejando relucir su bandana al cuello. Sin duda, en esos lares, una bandana de Uzushiogakure era un simbolo de seguridad. ¿No?