27/01/2020, 17:55
Hana llegó a una especie de zona de descanso totalmente descompuesta. Llevaba horas perdida entre los arrozales. No es que no supiese leer un mapa, es que incluso con un mapa, guiarse por un sitio donde todo lo que hay por todas partes eran campos de arroz era casi imposible. Era como guiarse en mar abierto. Un autentico rompecabezas para una chica de península como era ella. Al final, todo se resumía en que tampoco leería tan bien el mapa si no se podía orientar.
Entró al lugar, pidió algo fresco para beber y se sentó en la terraza, lejos de las fuentes de calor. Solo necesitaba un momento para recomponerse, después tendría un frio del demonio y se pegaría al fuego como buena friolera que era. Llevaba el pelo suelto, con algunos rastros de barro, al igual que en su capa carmesí de viaje, que llevaba toda la parte de abajo embarrada. Aparte de eso, también se podía apreciar la bandana de Uzushiogakure colgando de su cuello, el resto quedaba tapado por la capa.
Una vez recuperado el aliento, examinó el lugar. Había unas cuantas personas, la mayoría de ellos locales, a excepción de un chaval con su perro, que desentonaban casi tanto como ella misma. El can le devolvió la mirada cuando se fijó en ellos con atención y se quedaron así un rato. Pudo ver algo en ese perro, más inteligencia que en la mayoría de animales que se había encontrado.
Alzó una ceja, curiosa. Se abstuvo de llamarle, por si a su dueño, al cual no le dedicó ni un cuarto de la atención que le había dedicado al perro, le molestaba. Dio otro trago de su refresco, empezando a temperarse.
Entró al lugar, pidió algo fresco para beber y se sentó en la terraza, lejos de las fuentes de calor. Solo necesitaba un momento para recomponerse, después tendría un frio del demonio y se pegaría al fuego como buena friolera que era. Llevaba el pelo suelto, con algunos rastros de barro, al igual que en su capa carmesí de viaje, que llevaba toda la parte de abajo embarrada. Aparte de eso, también se podía apreciar la bandana de Uzushiogakure colgando de su cuello, el resto quedaba tapado por la capa.
Una vez recuperado el aliento, examinó el lugar. Había unas cuantas personas, la mayoría de ellos locales, a excepción de un chaval con su perro, que desentonaban casi tanto como ella misma. El can le devolvió la mirada cuando se fijó en ellos con atención y se quedaron así un rato. Pudo ver algo en ese perro, más inteligencia que en la mayoría de animales que se había encontrado.
Alzó una ceja, curiosa. Se abstuvo de llamarle, por si a su dueño, al cual no le dedicó ni un cuarto de la atención que le había dedicado al perro, le molestaba. Dio otro trago de su refresco, empezando a temperarse.