28/01/2020, 00:17
—Vaya, Takumi, lo siento. Por desgracia en Uzushiogakure la inestabilidad no nos es ajena, aunque ahora con Hanabi-sama las cosas van mucho mejor. Estoy segura de que aquí encontrarás tu hogar, ¡y para ayudarte a eso, estoy yo!
—Ya... Si que Uzushiogakure últimamente ha tenido inestabilidad política pero hay un matiz de diferencia con Kaze no Kuni, no me malinterprete, sé que en esta Villa estos últimos años han sido muy complicados... Pero en mi país es continuo, la familia Natsukatto es la que más tiempo ha aguantando en el trono, pero eso no les ha librado de tener en menos de treinta años tres golpes de estado y una guerra civil. Aquí en Uzushiogakure hay shinobis fuertes, como usted Junko-sensei o Uzukage-sama, y pese a que alguien con malas intenciones intente acceder al poder de formas antidemocráticas hay gente con capacidad de responder, con la capacidad de unir a la población para tumbar a un tirano. En cambio en mi nación quienes dan los golpes de Estado son las familias ricas mientras que el pueblo sufre hambre y continuas guerras civiles. En la historia de mi país su población nunca ha podido reaccionar a las injusticias que sufren día a día.
Takumi empezó a hablar sin pensar, siempre le había costado no decir las cosas como las pensaba, le pudiera perjudicar o no. Y esta vez hablar de este tema frente a una Uzumaki, encima su nueva sensei, creía que no había sido la mejor idea que había tenido; recordaba de las clases de historia en la Academia el periodo de Zoku y la feroz persecución que el tirano había realizado contra el clan Uzumaki.
—Eehhh... Disculpe mis palabras si la han ofendido de verdad, no era mi intención. —Inclinó la cabeza a modo de disculpa. —A veces hablo más de la cuenta y no mido mis palabras, no volverá a pasar.
Junko había guiado al marionetista por el paseo marítimo hasta la playa, ver la arena le recordaba a las dunas infinitas de su tierra natal, la arena le evocaba recuerdos de su casa, le evocaba... tranquilidad.
—Incluso después de una desgracia, o sobretodo en ese momento, debemos esforzarnos por recordar que en el mundo sigue habiendo cosas maravillosas que merecen la pena proteger y por las que vale luchar. Así que es eso lo que te lleva a ser ninja, ¿continuar con el camino que empezó tu maestro?
—Mmmm, si. Creo que si vamos. No sé, de pequeño Arata me contaba historias de la antigua Sunagakure y de como el arte de las marionetas era algo característico de la Arena, siempre me interesó convertirme en un marionetista; siento que es mantener viva una tradición de mi tierra. —Se le iluminaron los ojos y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al hablar de su hermano y de aquellas historias. —Pero creo que eso es una meta muy simple, sé que soy muy joven aún y ya encontraré algo por lo que luchar pero... —Dudó si seguir verbalizando lo que estaba pensando, pero se decidió finalmente. Sentía que podía hablar con su sensei, que ella le escuchaba de verdad. —Pero aunque sea muy difícil, utópico incluso, me gustaría luchar por que la justicia se imponga, no sólo en Uzushiogakure o en mi país, sino en todo Ōnindo. Que sus habitantes puedan llevar una vida tranquila y pacífica, sin injusticia alguna. —Se dio unas palmadas en los mofletes, intentando espabilarse. —Perdóneme, eso que acabo de decir no es realista por ningún lado.
—Ya... Si que Uzushiogakure últimamente ha tenido inestabilidad política pero hay un matiz de diferencia con Kaze no Kuni, no me malinterprete, sé que en esta Villa estos últimos años han sido muy complicados... Pero en mi país es continuo, la familia Natsukatto es la que más tiempo ha aguantando en el trono, pero eso no les ha librado de tener en menos de treinta años tres golpes de estado y una guerra civil. Aquí en Uzushiogakure hay shinobis fuertes, como usted Junko-sensei o Uzukage-sama, y pese a que alguien con malas intenciones intente acceder al poder de formas antidemocráticas hay gente con capacidad de responder, con la capacidad de unir a la población para tumbar a un tirano. En cambio en mi nación quienes dan los golpes de Estado son las familias ricas mientras que el pueblo sufre hambre y continuas guerras civiles. En la historia de mi país su población nunca ha podido reaccionar a las injusticias que sufren día a día.
Takumi empezó a hablar sin pensar, siempre le había costado no decir las cosas como las pensaba, le pudiera perjudicar o no. Y esta vez hablar de este tema frente a una Uzumaki, encima su nueva sensei, creía que no había sido la mejor idea que había tenido; recordaba de las clases de historia en la Academia el periodo de Zoku y la feroz persecución que el tirano había realizado contra el clan Uzumaki.
—Eehhh... Disculpe mis palabras si la han ofendido de verdad, no era mi intención. —Inclinó la cabeza a modo de disculpa. —A veces hablo más de la cuenta y no mido mis palabras, no volverá a pasar.
Junko había guiado al marionetista por el paseo marítimo hasta la playa, ver la arena le recordaba a las dunas infinitas de su tierra natal, la arena le evocaba recuerdos de su casa, le evocaba... tranquilidad.
—Incluso después de una desgracia, o sobretodo en ese momento, debemos esforzarnos por recordar que en el mundo sigue habiendo cosas maravillosas que merecen la pena proteger y por las que vale luchar. Así que es eso lo que te lleva a ser ninja, ¿continuar con el camino que empezó tu maestro?
—Mmmm, si. Creo que si vamos. No sé, de pequeño Arata me contaba historias de la antigua Sunagakure y de como el arte de las marionetas era algo característico de la Arena, siempre me interesó convertirme en un marionetista; siento que es mantener viva una tradición de mi tierra. —Se le iluminaron los ojos y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al hablar de su hermano y de aquellas historias. —Pero creo que eso es una meta muy simple, sé que soy muy joven aún y ya encontraré algo por lo que luchar pero... —Dudó si seguir verbalizando lo que estaba pensando, pero se decidió finalmente. Sentía que podía hablar con su sensei, que ella le escuchaba de verdad. —Pero aunque sea muy difícil, utópico incluso, me gustaría luchar por que la justicia se imponga, no sólo en Uzushiogakure o en mi país, sino en todo Ōnindo. Que sus habitantes puedan llevar una vida tranquila y pacífica, sin injusticia alguna. —Se dio unas palmadas en los mofletes, intentando espabilarse. —Perdóneme, eso que acabo de decir no es realista por ningún lado.