28/01/2020, 03:01
Y es que sólo hace falta creer para que algo que ansíes realmente acabe siendo verdad. Él lo sabía, Ryū, el verdadero Ryū, seguía ahí en algún lado. Solo hacía falta excavar entre la vergüenza y la ira para encontrarlo.
Cuando el dragón le vio a los ojos, Kaido sonrió. Y lo hizo no porque entendiese a la perfección su discurso, o porque fuera capaz de percibir el verdadero mensaje oculto tras las finas líneas de sus palabras, pero algo le decía que aunque por más enigmático que fuese, las soluciones que le ofrecía su nuevo maestro tenían sentido. ¿Y qué sintió el Tiburón cuando las montañas peregrinas se postraron sobre su hombro? ¿que se hundía? no. Más bien le alzaban. Le mostraban el camino.
Umikiba Kaido se dio vuelta y siguió física y espiritualmente los pasos de Ryū, el Gran Dragón.
Cuando el dragón le vio a los ojos, Kaido sonrió. Y lo hizo no porque entendiese a la perfección su discurso, o porque fuera capaz de percibir el verdadero mensaje oculto tras las finas líneas de sus palabras, pero algo le decía que aunque por más enigmático que fuese, las soluciones que le ofrecía su nuevo maestro tenían sentido. ¿Y qué sintió el Tiburón cuando las montañas peregrinas se postraron sobre su hombro? ¿que se hundía? no. Más bien le alzaban. Le mostraban el camino.
Umikiba Kaido se dio vuelta y siguió física y espiritualmente los pasos de Ryū, el Gran Dragón.