28/01/2020, 11:47
Kintsugi no les había contado los detalles, de modo que su homónimo de Uzushiogakure se interesó por conocerlos. La Morikage dio una señal a una de sus acompañantes, quien le prestó dos hojas de papel. Ella extendió las manos y las hojas volaron hacia ellos tomadas por las patas de unas mariposas doradas que, en un absurdo y teatral truco de magia, las depositaron frente a los incrédulos ojos de la Arashikage, quien puso una mueca de asco.
—¡Porque para qué hablar directamen...! —Se interrumpió. No sólo por la mano que Shanise había apoyado en su hombro, sino por el rostro que vio en el papel. Palideció y abrió y cerró la boca varias veces, sin saber qué decir.
—Nuestro Jinchūriki, Eikyuu Juro. Es probable que alguno de vosotros lo recordéis del examen de Chūnin —confirmó Kintsugi. «¿¡Ese pelele sin sangre en el cuerpo!?»—. Él fue quien acabó con la vida de Moyashi Kenzou, transformado en esa bestia que lleva en su interior, antes de huir de la aldea.
—¡Putos Bijū! —escupió Akazukin, llena de rabia.
—Akazukin, basta —la riñó Hana.
Pero Kintsugi solicitó silencio, alzando la mano.
—Ahora mismo no tenemos ninguna pista sobre su paradero. Por eso solicito que Arashikage-dono y Uzukage-dono ayuden a nuestra aldea a buscar y dar caza al traidor incluyendo su retrato en sus respectivos Libro Bingo. Ofrecemos hasta 30.000 Ryō por él. Vivo o muerto.
Yui mostró la palma de la mano a la delegación de Kusagakure.
—Ya, pues no va a poder ser —cortó—. Verás, es que firmé en un papel —Desvió la vista hacia Kuza, la kunoichi que acompañaba al Uzukage— que protegería a este mocoso con mi vida. Y si no lo cumplo, pues mira, que me muero. Y no me apetece morirme.
Shanise se aclaró la garganta. Yui gruñó, pero la dejó hablar. Siempre gruñía. Pero siempre la dejaba hablar, porque sabía que cuando quería hacerlo era por una muy buena razón.
—Esperad. ¿Por qué iba Juro a matar a su Kage y a irse de la aldea? —inquirió Shanise—. ¿En qué contexto acabó con Kenzou? ¿No estamos quizás ante el mismo caso que con Aotsuki Ayame? El sello podría haber sido revertido. Aunque... —Shanise se acarició el mentón y bajó la mirada—. No, eso es imposible. Si hubieran revertido el sello, el bijuu estaría atrapado en forma humana. Como lo estuvo el Gobi.
Yui volvió a gruñir.
—¡Porque para qué hablar directamen...! —Se interrumpió. No sólo por la mano que Shanise había apoyado en su hombro, sino por el rostro que vio en el papel. Palideció y abrió y cerró la boca varias veces, sin saber qué decir.
—Nuestro Jinchūriki, Eikyuu Juro. Es probable que alguno de vosotros lo recordéis del examen de Chūnin —confirmó Kintsugi. «¿¡Ese pelele sin sangre en el cuerpo!?»—. Él fue quien acabó con la vida de Moyashi Kenzou, transformado en esa bestia que lleva en su interior, antes de huir de la aldea.
—¡Putos Bijū! —escupió Akazukin, llena de rabia.
—Akazukin, basta —la riñó Hana.
Pero Kintsugi solicitó silencio, alzando la mano.
—Ahora mismo no tenemos ninguna pista sobre su paradero. Por eso solicito que Arashikage-dono y Uzukage-dono ayuden a nuestra aldea a buscar y dar caza al traidor incluyendo su retrato en sus respectivos Libro Bingo. Ofrecemos hasta 30.000 Ryō por él. Vivo o muerto.
Yui mostró la palma de la mano a la delegación de Kusagakure.
—Ya, pues no va a poder ser —cortó—. Verás, es que firmé en un papel —Desvió la vista hacia Kuza, la kunoichi que acompañaba al Uzukage— que protegería a este mocoso con mi vida. Y si no lo cumplo, pues mira, que me muero. Y no me apetece morirme.
Shanise se aclaró la garganta. Yui gruñó, pero la dejó hablar. Siempre gruñía. Pero siempre la dejaba hablar, porque sabía que cuando quería hacerlo era por una muy buena razón.
—Esperad. ¿Por qué iba Juro a matar a su Kage y a irse de la aldea? —inquirió Shanise—. ¿En qué contexto acabó con Kenzou? ¿No estamos quizás ante el mismo caso que con Aotsuki Ayame? El sello podría haber sido revertido. Aunque... —Shanise se acarició el mentón y bajó la mirada—. No, eso es imposible. Si hubieran revertido el sello, el bijuu estaría atrapado en forma humana. Como lo estuvo el Gobi.
Yui volvió a gruñir.