28/01/2020, 13:07
(Última modificación: 28/01/2020, 13:30 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Una gran puerta de viaje madera se izaba ante ella; debía ser de una calidad excepcional si la dura mano del tiempo la había dejado todavía en pie. Dicho portón estaba entre abierto, por lo que no suponía dificultad para que entraran unas dos o tres personas incluso a la vez, en el suelo se podían vislumbrar marcas circulares que describían la trayectoria de la puerta; seguramente también llevaba bastante tiempo sin ser cerrada.
Ren se asomó con cuidado dentro del edificio, haciendo un vistazo previó al interior, y poco después se aventuro al interior. Estaba ligeramente oscuro, pero la luz que se filtraba por la puerta era suficiente.
— ¿Y este gran castillo a quién pertenecía? Por el aspecto parece la fortaleza de un señor feudal, o de un líder... — algo que capto su atención, la dejo con una frase a medias, para continuarla con un grito.
Corrió como una excéntrica, con pasos amplios y tirando por accidente algún que otro porta velas de cobre hasta que llego a su objetivo. Se trataba de una armadura muy lastimada. Tenia un color rojizo, o más bien lo parecía, ya que el desgaste del tiempo lo había dejado en un color carmesí muy apagado sin brillo alguno.
—¡¡Brazales, perneras, y también tiene la protección del pecho!! — comenzó a ponerlas sobre el suelo, extendiéndolas como quien monta una maqueta. Y tras un rato andando en círculos no muy lejos de su hallazgo, volvió a pronunciar palabra. — Que raro. ¿No hay ni un solo casco?
Ren se asomó con cuidado dentro del edificio, haciendo un vistazo previó al interior, y poco después se aventuro al interior. Estaba ligeramente oscuro, pero la luz que se filtraba por la puerta era suficiente.
— ¿Y este gran castillo a quién pertenecía? Por el aspecto parece la fortaleza de un señor feudal, o de un líder... — algo que capto su atención, la dejo con una frase a medias, para continuarla con un grito.
¡¿SAMURAI?!
Corrió como una excéntrica, con pasos amplios y tirando por accidente algún que otro porta velas de cobre hasta que llego a su objetivo. Se trataba de una armadura muy lastimada. Tenia un color rojizo, o más bien lo parecía, ya que el desgaste del tiempo lo había dejado en un color carmesí muy apagado sin brillo alguno.
—¡¡Brazales, perneras, y también tiene la protección del pecho!! — comenzó a ponerlas sobre el suelo, extendiéndolas como quien monta una maqueta. Y tras un rato andando en círculos no muy lejos de su hallazgo, volvió a pronunciar palabra. — Que raro. ¿No hay ni un solo casco?