28/01/2020, 17:50
Hanabi observó, curioso, el grupo de mariposas doradas que le llevaron volando un folio. No pudo maravillarse tanto, sin embargo, cuando vio el contenido de dicho papel. Específicamente, cuando vio el retrato.
—Nuestro Jinchūriki, Eikyuu Juro. Es probable que alguno de vosotros lo recordéis del examen de Chūnin —«¿¡Cómo!? ¿¡El único kusajin que quiso poner paz en el Examen!?»—. Él fue quien acabó con la vida de Moyashi Kenzou, transformado en esa bestia que lleva en su interior, antes de huir de la aldea.
Estaba alucinando. De todos los posibles candidatos a traidor, ese era el que menos pinta le tenía. «Y además es el jinchūriki, ¡vamos no me jodas!» Si su misión de convencer a ambos Kages de que tenían que colaborar con los bijūs para derrotar a Kurama era difícil, ahora se había vuelto prácticamente imposible.
Notó la mirada tensa y preocupada de Katsudon en su cogote. Ni el optimista Akimichi las tenía ya todas consigo. Kuza, en cambio, estaba demasiado preocupada por mantener el temple ante la mirada que Yui le acababa de dedicar como para preocuparse ahora por aquellas cuestiones.
Shanise no tardó en intervenir, poniendo voz a sus propios pensamientos. ¿Por qué Juro iba a matar a su Kage? ¿Cuál era el contexto? ¿Y si le habían revertido el sello? Aunque, si lo hubiesen hecho, Juro no hubiese podido transformarse en la bestia que Kintsugi les había descrito.
—Yui tiene razón, Kintsugi-dono. Hemos jurado proteger a los jinchūrikis con nuestra propia vida. En el momento no se nos ocurrió que uno de nuestros elegidos pudiese… traicionarnos. —Quizá habían pecado de ingenuos—. Pero no nos precipitemos. Shanise tiene razón, tenemos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Quizá Kurama, en todo este tiempo, consiguió mejorar el sello de reversión. Además, ¿por qué iba a atacar Juro precisamente ahora? Si es que nos faltan datos…
Miró a Kintsugi. Miró a Yui. Y recordó cierta cosa que cierto ninja le había comentado hacía once meses.
—Solo queda una persona que sepa con certeza lo que sucedió. Nada más volver a la Villa, se lo preguntaré. Preguntaré directamente a Juro… o al bijū, si es que controla su cuerpo.
—Nuestro Jinchūriki, Eikyuu Juro. Es probable que alguno de vosotros lo recordéis del examen de Chūnin —«¿¡Cómo!? ¿¡El único kusajin que quiso poner paz en el Examen!?»—. Él fue quien acabó con la vida de Moyashi Kenzou, transformado en esa bestia que lleva en su interior, antes de huir de la aldea.
Estaba alucinando. De todos los posibles candidatos a traidor, ese era el que menos pinta le tenía. «Y además es el jinchūriki, ¡vamos no me jodas!» Si su misión de convencer a ambos Kages de que tenían que colaborar con los bijūs para derrotar a Kurama era difícil, ahora se había vuelto prácticamente imposible.
Notó la mirada tensa y preocupada de Katsudon en su cogote. Ni el optimista Akimichi las tenía ya todas consigo. Kuza, en cambio, estaba demasiado preocupada por mantener el temple ante la mirada que Yui le acababa de dedicar como para preocuparse ahora por aquellas cuestiones.
Shanise no tardó en intervenir, poniendo voz a sus propios pensamientos. ¿Por qué Juro iba a matar a su Kage? ¿Cuál era el contexto? ¿Y si le habían revertido el sello? Aunque, si lo hubiesen hecho, Juro no hubiese podido transformarse en la bestia que Kintsugi les había descrito.
—Yui tiene razón, Kintsugi-dono. Hemos jurado proteger a los jinchūrikis con nuestra propia vida. En el momento no se nos ocurrió que uno de nuestros elegidos pudiese… traicionarnos. —Quizá habían pecado de ingenuos—. Pero no nos precipitemos. Shanise tiene razón, tenemos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Quizá Kurama, en todo este tiempo, consiguió mejorar el sello de reversión. Además, ¿por qué iba a atacar Juro precisamente ahora? Si es que nos faltan datos…
Miró a Kintsugi. Miró a Yui. Y recordó cierta cosa que cierto ninja le había comentado hacía once meses.
—Solo queda una persona que sepa con certeza lo que sucedió. Nada más volver a la Villa, se lo preguntaré. Preguntaré directamente a Juro… o al bijū, si es que controla su cuerpo.