28/01/2020, 19:56
Mientras Takumi hablaba, la pareja se había acercado a una de las mesas que había dispuestas bajo la pérgola del chiringuito. Junko tomó asiento, indicando a su alumno que hiciera lo mismo, y pidió dos tés negros con hielo. Incluso en Invierno, a la Uzumaki le encantaba aquel manjar; sólo esperaba que al marionetista le pareciese igualmente adecuado.
Luego se ajustó la camisa bajo el chaleco, que había quedado algo arrugada al sentarse, con su única mano y la placa metálica de chūnin tintineó al compás de los suaves movimientos de su brazo sano.
—No me ofendes en absoluto, Takumi. Como te dije, en Uzu sabemos lo que es un golpe de Estado, y los tiranos sedientos de poder no nos son —por desgracia— ajenos.
El mesero llegó entonces con sendos vasos de té negro con hielo, rematados con una veraniega sombrillita y una cañita para sorber. Junko le dio las gracias y tomó el suyo, dándole un largo sorbo.
—Espero que te guste, aunque ahora haga un poco de frío. El té negro es una de las maravillas de nuestro país. ¿Lo habías probado antes?
Luego dejó que Takumi terminara de explayarse. Un genin idealista que se había metido en el rubro para continuar con las viejas tradiciones de sus ancestros y para proteger al mundo de las injusticias. Como él mismo apuntaba, Junko también creía que aquel era un discurso muy idealista y poco alcanzable, pero al contrario que muchos de sus compañeros ella no consideraba que eso lo convirtiera en algo inherentemente malo.
—Así que crees que tu idea no es realista, y por eso es errónea —dijo la sensei cuando su alumno finalizó—. Déjame que te cuente una historia que Uzumaki Shiona me contó a mí cuando era una estudiante.
»Un maestro y su alumno estaban sentados junto a una cascada debatiendo sobre la utopía. El alumno aseguraba que era una idea irreal, estéril, que no conducía a nada.
La Uzumaki se apartó un mechón de pelo de la cara y bebió otro sorbo de té.
—"La utopía es como el horizonte", contestó el maestro. "Si yo camino hacia el horizonte tres pasos, éste se aleja tres pasos. Si camino cinco, éste se aleja cinco" —sonrió, y en sus ojos se reflejó la nostalgia—. "Pero, maestro, entonces... ¿Para qué sirve la utopía?", preguntó el alumno. "Pues para eso mismo: para caminar".
»Takumi, eres joven, sí, pero incluso aunque acabo de conocerte ya puedo ver en ti una madurez de la que carecen algunos ninjas muy experimentados en lo suyo —disparó sin tapujos, sonriendo con satisfacción—. Eres educado, racional y has tenido el coraje suficiente de sobreponerte a una gran desgracia y seguir adelante. Yo diría que esas son cualidades mucho más valiosas que saber lanzar un shuriken en parábola. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú.
Luego se ajustó la camisa bajo el chaleco, que había quedado algo arrugada al sentarse, con su única mano y la placa metálica de chūnin tintineó al compás de los suaves movimientos de su brazo sano.
—No me ofendes en absoluto, Takumi. Como te dije, en Uzu sabemos lo que es un golpe de Estado, y los tiranos sedientos de poder no nos son —por desgracia— ajenos.
El mesero llegó entonces con sendos vasos de té negro con hielo, rematados con una veraniega sombrillita y una cañita para sorber. Junko le dio las gracias y tomó el suyo, dándole un largo sorbo.
—Espero que te guste, aunque ahora haga un poco de frío. El té negro es una de las maravillas de nuestro país. ¿Lo habías probado antes?
Luego dejó que Takumi terminara de explayarse. Un genin idealista que se había metido en el rubro para continuar con las viejas tradiciones de sus ancestros y para proteger al mundo de las injusticias. Como él mismo apuntaba, Junko también creía que aquel era un discurso muy idealista y poco alcanzable, pero al contrario que muchos de sus compañeros ella no consideraba que eso lo convirtiera en algo inherentemente malo.
—Así que crees que tu idea no es realista, y por eso es errónea —dijo la sensei cuando su alumno finalizó—. Déjame que te cuente una historia que Uzumaki Shiona me contó a mí cuando era una estudiante.
»Un maestro y su alumno estaban sentados junto a una cascada debatiendo sobre la utopía. El alumno aseguraba que era una idea irreal, estéril, que no conducía a nada.
La Uzumaki se apartó un mechón de pelo de la cara y bebió otro sorbo de té.
—"La utopía es como el horizonte", contestó el maestro. "Si yo camino hacia el horizonte tres pasos, éste se aleja tres pasos. Si camino cinco, éste se aleja cinco" —sonrió, y en sus ojos se reflejó la nostalgia—. "Pero, maestro, entonces... ¿Para qué sirve la utopía?", preguntó el alumno. "Pues para eso mismo: para caminar".
»Takumi, eres joven, sí, pero incluso aunque acabo de conocerte ya puedo ver en ti una madurez de la que carecen algunos ninjas muy experimentados en lo suyo —disparó sin tapujos, sonriendo con satisfacción—. Eres educado, racional y has tenido el coraje suficiente de sobreponerte a una gran desgracia y seguir adelante. Yo diría que esas son cualidades mucho más valiosas que saber lanzar un shuriken en parábola. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú.