29/01/2020, 21:17
—Lo próximo será tu cabeza en una pica como vuelvas a sugerir tocarle un sólo pelo de la cabeza a Aotsuki Ayame —escupió Yui—. Dices que no quieres que rompamos el pacto de la Alianza —Kintsugi no había afirmado tal cosa, pero no la contradijo—, pero hablas de erradicar del mapa a los bijū, lo que pasa sí o sí por dañar a mi jinchūriki. Y además, ya que tratas el tema de la Ciudad Fantasma, lo único que conseguirías matando a los bijū es que cuando vuelvan a renacer estén todavía más emputados y destruyan otra ciudad distinta. ¿Queréis eso para Tane-Shigai, eh? Ah, y hazme un favor, ponle un bozal a tu perra.
El lobo comenzó a gruñir, con el pelo del lomo erizado.
—¡¿A QUIÉN LLAMAS PER...?! —aulló Kintsugi, pero la Morikage le dirigió una penetrante mirada que la congeló en el sitio.
—Por favor, no pasemos a los improperios. Aquí nadie ha insultado a nadie, Yui-dono. Pido respeto para mis acompañantes. Y pido disculpas por la lengua suelta de mi kunoichi. Sólo es algo... impulsiva.
—Kintsugi-dono, por favor… —intervino el Uzukage, tan conciliador como se podía en aquella situación—. Entiendo tu dolor, de verdad que sí. Pero, tengo que decirte también, dicho dolor te está cegando. ¿Es que no te das cuenta de lo que nos estás pidiendo? ¿Qué matemos a uno de nuestros propios ninjas? Mira, Datsue cometió muchos errores en el pasado, sí. Matar a un Kage no fue uno de ellos, por cierto. Pero ahora ha aprendido de ellos, y ahora, ahora es mi shinobi. Y con Aotsuki Ayame coincidí poco, pero lo poco que lo hice me dejó claro que es una kunoichi valiente, de buen corazón, y que haría lo que fuese por proteger a los suyos. Por todos los santos, ¡si hasta hace nada me salvó la vida! ¡Ella y Datsue, esos que quieres erradicar, me salvaron la vida contra un General! ¡De ser por ellos yo ni siquiera estaría aquí! No, esto está fuera de toda discusión. Y el único motivo por el que estoy dando explicaciones no es para justificarme, sino para que abras los ojos. ¿No te das cuenta que no puedes condenar a todos por los crímenes de uno? ¡Eso sería como erradicar a todo un clan porque uno de ellos, solo uno, te la jugó!
Kintsugi se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativa.
—Juro también parecía un buen chico. Callado, calmado, amable... Nunca se había metido en líos, ni llamó demasiado la atención. Es más, fue ascendido directamente a jōnin por su actuación en el examen de chūnin. Un shinobi ejemplar. El orgullo de Kusagakure, su Guardián —casi escupió aquella palabra—. Y de repente, de la noche a la mañana, se transforma en una bestia, casi arrasa Kusagakure, asesina a su Kage y se convierte en el ninja más buscado por la aldea. Por encima incluso de Yubiwa. Ustedes mismos se han extrañado cuando han visto su rostro. No se dejen llevar por las apariencias, Kage. Los bijū nunca cambiarán, sólo están esperando el momento adecuando, escondidos dentro de sus recipientes.
»Si erradicarlos no es la mejor solución, quizás, lo mejor sería sellarlos en vasijas y después encerrarlos en lo más profundo de las montañas, o en lo más recóndito de los desiertos del País del Viento, o en lo más profundo de los océanos; donde no puedan escapar, ni nadie pueda encontrarlos jamás.
El lobo comenzó a gruñir, con el pelo del lomo erizado.
—¡¿A QUIÉN LLAMAS PER...?! —aulló Kintsugi, pero la Morikage le dirigió una penetrante mirada que la congeló en el sitio.
—Por favor, no pasemos a los improperios. Aquí nadie ha insultado a nadie, Yui-dono. Pido respeto para mis acompañantes. Y pido disculpas por la lengua suelta de mi kunoichi. Sólo es algo... impulsiva.
—Kintsugi-dono, por favor… —intervino el Uzukage, tan conciliador como se podía en aquella situación—. Entiendo tu dolor, de verdad que sí. Pero, tengo que decirte también, dicho dolor te está cegando. ¿Es que no te das cuenta de lo que nos estás pidiendo? ¿Qué matemos a uno de nuestros propios ninjas? Mira, Datsue cometió muchos errores en el pasado, sí. Matar a un Kage no fue uno de ellos, por cierto. Pero ahora ha aprendido de ellos, y ahora, ahora es mi shinobi. Y con Aotsuki Ayame coincidí poco, pero lo poco que lo hice me dejó claro que es una kunoichi valiente, de buen corazón, y que haría lo que fuese por proteger a los suyos. Por todos los santos, ¡si hasta hace nada me salvó la vida! ¡Ella y Datsue, esos que quieres erradicar, me salvaron la vida contra un General! ¡De ser por ellos yo ni siquiera estaría aquí! No, esto está fuera de toda discusión. Y el único motivo por el que estoy dando explicaciones no es para justificarme, sino para que abras los ojos. ¿No te das cuenta que no puedes condenar a todos por los crímenes de uno? ¡Eso sería como erradicar a todo un clan porque uno de ellos, solo uno, te la jugó!
Kintsugi se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativa.
—Juro también parecía un buen chico. Callado, calmado, amable... Nunca se había metido en líos, ni llamó demasiado la atención. Es más, fue ascendido directamente a jōnin por su actuación en el examen de chūnin. Un shinobi ejemplar. El orgullo de Kusagakure, su Guardián —casi escupió aquella palabra—. Y de repente, de la noche a la mañana, se transforma en una bestia, casi arrasa Kusagakure, asesina a su Kage y se convierte en el ninja más buscado por la aldea. Por encima incluso de Yubiwa. Ustedes mismos se han extrañado cuando han visto su rostro. No se dejen llevar por las apariencias, Kage. Los bijū nunca cambiarán, sólo están esperando el momento adecuando, escondidos dentro de sus recipientes.
»Si erradicarlos no es la mejor solución, quizás, lo mejor sería sellarlos en vasijas y después encerrarlos en lo más profundo de las montañas, o en lo más recóndito de los desiertos del País del Viento, o en lo más profundo de los océanos; donde no puedan escapar, ni nadie pueda encontrarlos jamás.