29/01/2020, 21:25
La maestra le dirigió a una terraza cubierta de un chiringuito y ordenó dos tés negros con hielo.
—No me ofendes en absoluto, Takumi. Como te dije, en Uzu sabemos lo que es un golpe de Estado, y los tiranos sedientos de poder no nos son —por desgracia— ajenos. —El genin notó dolor en sus palabras, no había tenido que ser fácil pasar el periodo de Zoku, pese a la paz interna que Hanabi mantenía aún quedaban heridas en la población.
El camarero llevó los vasos de té, decorados con sombrilla y pajita, Takumi tenía interés por probar el té con hielo pues no lo había hecho en su vida.
—Espero que te guste, aunque ahora haga un poco de frío. El té negro es una de las maravillas de nuestro país. ¿Lo habías probado antes?
—Si, bueno no. Con hielo nunca lo había probado, pero conozco bien el té negro. Es el favorito de Itona, lo hacía todos los días y mira que no era fácil de encontrar por Inaka.
El marionetista acabó de exponerle sus pensamientos, su idea de lo que era su camino del ninja. Cada vez que pensaba en eso su cabeza daba mil vueltas, sabía que era algo demasiado idealista, pero nada le podía convencer de que ese no era el camino a seguir, el objetivo por que debía luchar pese a cualquier dificultad. Y aunque sabía que era una lucha noble, tenía miedo, tenía miedo de que le pudiera pasar lo mismo que a su hermano Arata y a sus amigos con los que formaba los Restauradores de Suna. Cuando parte del pueblo intentó organizarse y defenderse para buscar justicia e igualdad fueron ajusticiados, ahorcados en una plaza a los ojos de todo Inaka, mostrando lo que le pasaba a los rebeldes.Por un instante se le vinieron a la cabeza los rostros morados de aquellos libertadores, ahorcados y apaleados por los partidarios de Erina; Mizuki, Tora, Arata... Todos muertos. Un escalofrío le recorrió toda la espalda e intentó pensar rápidamente en otro tema.
—Así que crees que tu idea no es realista, y por eso es errónea. Déjame que te cuente una historia que Uzumaki Shiona me contó a mí cuando era una estudiante. —Esto llamó la atención de sobremanera al joven, la figura de la antigua Uzukage le fascinaba, una persona que consiguió mantener una paz duradera y gobernó justamente. —Un maestro y su alumno estaban sentados junto a una cascada debatiendo sobre la utopía. El alumno aseguraba que era una idea irreal, estéril, que no conducía a nada. "La utopía es como el horizonte", contestó el maestro. "Si yo camino hacia el horizonte tres pasos, éste se aleja tres pasos. Si camino cinco, éste se aleja cinco". "Pero, maestro, entonces... ¿Para qué sirve la utopía?", preguntó el alumno. "Pues para eso mismo: para caminar". —Su alumno le escuchaba atentamente mientras bebía lentamente el té helado. —Takumi, eres joven, sí, pero incluso aunque acabo de conocerte ya puedo ver en ti una madurez de la que carecen algunos ninjas muy experimentados en lo suyo. —El halago de su sensei le sorprendió. —Eres educado, racional y has tenido el coraje suficiente de sobreponerte a una gran desgracia y seguir adelante. Yo diría que esas son cualidades mucho más valiosas que saber lanzar un shuriken en parábola. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú. —Estas últimas palabras resonaron con fuerza en su cabeza. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú.
Takumi se puso nervioso, pese a su habitual calma, se atragantó incluso al oír esa última frase.
—¡Cof, cof! —Se dió unos golpecitos en el pecho. —Junko-sensei por favor no exagere, no soy más que un novato, ni siquiera se hacer un mísero Bunshin. Estuve un año escaso en la academia por mis conocimientos como marionetista, a mi edad muchos niños llevan ya graduados tres o cuatro años. Aún me queda mucho para acercarme a ser un shinobi medianamente decente.
—No me ofendes en absoluto, Takumi. Como te dije, en Uzu sabemos lo que es un golpe de Estado, y los tiranos sedientos de poder no nos son —por desgracia— ajenos. —El genin notó dolor en sus palabras, no había tenido que ser fácil pasar el periodo de Zoku, pese a la paz interna que Hanabi mantenía aún quedaban heridas en la población.
El camarero llevó los vasos de té, decorados con sombrilla y pajita, Takumi tenía interés por probar el té con hielo pues no lo había hecho en su vida.
—Espero que te guste, aunque ahora haga un poco de frío. El té negro es una de las maravillas de nuestro país. ¿Lo habías probado antes?
—Si, bueno no. Con hielo nunca lo había probado, pero conozco bien el té negro. Es el favorito de Itona, lo hacía todos los días y mira que no era fácil de encontrar por Inaka.
El marionetista acabó de exponerle sus pensamientos, su idea de lo que era su camino del ninja. Cada vez que pensaba en eso su cabeza daba mil vueltas, sabía que era algo demasiado idealista, pero nada le podía convencer de que ese no era el camino a seguir, el objetivo por que debía luchar pese a cualquier dificultad. Y aunque sabía que era una lucha noble, tenía miedo, tenía miedo de que le pudiera pasar lo mismo que a su hermano Arata y a sus amigos con los que formaba los Restauradores de Suna. Cuando parte del pueblo intentó organizarse y defenderse para buscar justicia e igualdad fueron ajusticiados, ahorcados en una plaza a los ojos de todo Inaka, mostrando lo que le pasaba a los rebeldes.Por un instante se le vinieron a la cabeza los rostros morados de aquellos libertadores, ahorcados y apaleados por los partidarios de Erina; Mizuki, Tora, Arata... Todos muertos. Un escalofrío le recorrió toda la espalda e intentó pensar rápidamente en otro tema.
—Así que crees que tu idea no es realista, y por eso es errónea. Déjame que te cuente una historia que Uzumaki Shiona me contó a mí cuando era una estudiante. —Esto llamó la atención de sobremanera al joven, la figura de la antigua Uzukage le fascinaba, una persona que consiguió mantener una paz duradera y gobernó justamente. —Un maestro y su alumno estaban sentados junto a una cascada debatiendo sobre la utopía. El alumno aseguraba que era una idea irreal, estéril, que no conducía a nada. "La utopía es como el horizonte", contestó el maestro. "Si yo camino hacia el horizonte tres pasos, éste se aleja tres pasos. Si camino cinco, éste se aleja cinco". "Pero, maestro, entonces... ¿Para qué sirve la utopía?", preguntó el alumno. "Pues para eso mismo: para caminar". —Su alumno le escuchaba atentamente mientras bebía lentamente el té helado. —Takumi, eres joven, sí, pero incluso aunque acabo de conocerte ya puedo ver en ti una madurez de la que carecen algunos ninjas muy experimentados en lo suyo. —El halago de su sensei le sorprendió. —Eres educado, racional y has tenido el coraje suficiente de sobreponerte a una gran desgracia y seguir adelante. Yo diría que esas son cualidades mucho más valiosas que saber lanzar un shuriken en parábola. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú. —Estas últimas palabras resonaron con fuerza en su cabeza. Ōnindo está desesperadamente necesitado de gente como tú.
Takumi se puso nervioso, pese a su habitual calma, se atragantó incluso al oír esa última frase.
—¡Cof, cof! —Se dió unos golpecitos en el pecho. —Junko-sensei por favor no exagere, no soy más que un novato, ni siquiera se hacer un mísero Bunshin. Estuve un año escaso en la academia por mis conocimientos como marionetista, a mi edad muchos niños llevan ya graduados tres o cuatro años. Aún me queda mucho para acercarme a ser un shinobi medianamente decente.