31/01/2020, 18:35
Hanabi aguantó la palmada amistosa —si esa era una amistosa, no quería saber cómo se sentía una hostil— con todo el aplomo del que fue capaz. Es decir, fingiendo un ataque de tos para disimular la cara de dolor mientras se cagaba en todos los muertos de Yui. Interiormente, claro. No fuese a desembocar en una Guerra Ninja.
—Qué me dices, ¿en serio? —preguntó, sorprendido. Sí, claro que él ya sabía lo de Ayame. Pero le sorprendió que se lo hubiese contado tan pronto, y usó esa genuina sorpresa a su favor. No le gustaba andarse con mentirijillas ni fingiendo, pero sabía que en ocasiones era lo mejor para todos—. Joder, Yui. ¡Esto es maravilloso! ¡Sí, coño! —exclamó, levantándose y devolviéndole la palmada. La suya fue amistosa y se sintió amistosa—. ¿Sabes lo que pienso, Yui? Pienso que hoy estamos cambiando la historia. ¡Pienso que hoy estamos dejando el mundo mejor de lo que fue ayer! ¡Ese será uno de nuestros mayores legados! Y te digo una cosa, ¡no desearía otro!
Ambos miraron a Kintsugi, y Kintsugi… Bueno, les arruinó la fiesta. Ella no se subía a la ola. ¿De qué se sorprendía? Estaba claro que no lo iba a hacer. Y, visto lo visto, tenían imposible convencerla de lo contrario. No hoy, al menos. Pero quizá algún día, si los bijū cumplían con su palabra y demostraban ser admirables aliados, la visión que la Morikage tenía de ellos cambiase. Eso era todo lo que podía esperar por el momento.
Yui, en cambio, o no compartía su visión, o le importaba un rábano allanar el camino en dicha dirección. Le soltó a Kintsugi, sin pelos en la lengua ni cortarse un pelo, que quizá el bijū era el inocente y Juro el traidor.
La Aburame no se lo tomó nada bien.
—Muy bien, muy bien —intervino, tratando de poner tregua—. Creo que las posturas respecto al tema ya están lo bastante claras. Kintsugi-dono, es una pena que decida ir por libre en esto. Espero que algún día reconsidere su postura.
De verdad que sí.
—Entenderá que entonces tampoco podrá contar con el Remolino para servirle a Eikyuu Juro en bandeja de plata. No hasta que hayamos averiguado el por qué. Quiero que lo sepa de antemano para evitar posibles futuros malentendidos. Pero no pienso poner en juego el futuro de Oonindo para saciar la sed de venganza de nadie, por mucho que pueda empatizar con tu deseo. —Normalmente más dialogante, en aquello fue serio y tajante. No pensaba permitir que un posible aliado como lo era el Siete Colas se volviese un enemigo y alguien más que temer en las filas de Kurama por repetir los errores del pasado.
—Qué me dices, ¿en serio? —preguntó, sorprendido. Sí, claro que él ya sabía lo de Ayame. Pero le sorprendió que se lo hubiese contado tan pronto, y usó esa genuina sorpresa a su favor. No le gustaba andarse con mentirijillas ni fingiendo, pero sabía que en ocasiones era lo mejor para todos—. Joder, Yui. ¡Esto es maravilloso! ¡Sí, coño! —exclamó, levantándose y devolviéndole la palmada. La suya fue amistosa y se sintió amistosa—. ¿Sabes lo que pienso, Yui? Pienso que hoy estamos cambiando la historia. ¡Pienso que hoy estamos dejando el mundo mejor de lo que fue ayer! ¡Ese será uno de nuestros mayores legados! Y te digo una cosa, ¡no desearía otro!
Ambos miraron a Kintsugi, y Kintsugi… Bueno, les arruinó la fiesta. Ella no se subía a la ola. ¿De qué se sorprendía? Estaba claro que no lo iba a hacer. Y, visto lo visto, tenían imposible convencerla de lo contrario. No hoy, al menos. Pero quizá algún día, si los bijū cumplían con su palabra y demostraban ser admirables aliados, la visión que la Morikage tenía de ellos cambiase. Eso era todo lo que podía esperar por el momento.
Yui, en cambio, o no compartía su visión, o le importaba un rábano allanar el camino en dicha dirección. Le soltó a Kintsugi, sin pelos en la lengua ni cortarse un pelo, que quizá el bijū era el inocente y Juro el traidor.
La Aburame no se lo tomó nada bien.
—Muy bien, muy bien —intervino, tratando de poner tregua—. Creo que las posturas respecto al tema ya están lo bastante claras. Kintsugi-dono, es una pena que decida ir por libre en esto. Espero que algún día reconsidere su postura.
De verdad que sí.
—Entenderá que entonces tampoco podrá contar con el Remolino para servirle a Eikyuu Juro en bandeja de plata. No hasta que hayamos averiguado el por qué. Quiero que lo sepa de antemano para evitar posibles futuros malentendidos. Pero no pienso poner en juego el futuro de Oonindo para saciar la sed de venganza de nadie, por mucho que pueda empatizar con tu deseo. —Normalmente más dialogante, en aquello fue serio y tajante. No pensaba permitir que un posible aliado como lo era el Siete Colas se volviese un enemigo y alguien más que temer en las filas de Kurama por repetir los errores del pasado.