2/02/2020, 21:32
(Última modificación: 2/02/2020, 22:11 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Ah, qué bueno, joder —respondió Datsue, después del inconfundible sonido de un corcho superando la presión de la botella, del líquido cayendo sobre una copa de vidrio, de un trago y de un suspiro de satisfacción. Ayame frunció aún más los labios—. Y sí, Daruu, ¡es un jacuzzi! Hola a ti también, Kokuō. Oye, puedes llamarme Datsue, ¿sabes? No hay porque ir con tantos formalismos. Ya sé que tú y yo no nos caemos demasiado bien, pero ya hay algo de confianza, ¿no? ¡Tutéame al menos!
«Eso va a ser difícil... Nunca tutea a nadie...» Le habría gustado decir a Ayame, pero terminó por guardárselo a sí misma pese a que el bijū escuchaba todos y cada uno de sus pensamientos.
—¿Dijo Shukaku en una reunión que ibas a pelearte con Hanabi fuera de la aldea? —intervino Daruu—. Eso explicaría la emboscada que os hicieron. Y a vosotras... —Añadió, mirando a Ayame—. Aquél día, Kokuō, ¿comentaste algo sobre que Ayame se dirigía a Tanzaku Gai, sobre que íbais a pasar por el Valle del Fin, quizás?
—No. Por aquel entonces no estaba demasiado interesada en lo que hiciera la Señorita o dejase de hacer. Mi único propósito era buscar un hueco por el que escapar —respondió Kokuō, con tal naturalidad que hizo que Ayame se estremeciera al recordar aquellos funestos tiempos.
—A ver, sí. El tema Kurama —Volvieron a escuchar la voz de Datsue—. Efectivamente, Daruu, Shukaku comentó dónde estábamos la noche anterior a mi combate contra Hanabi.
—Shukaku siempre ha sido un vanidoso... —comentó Kokuō, con un sonado suspiro—. No paraba de repetir que iban a patearle el trasero al Uzukage. Su boca siempre nos ha traído problemas, Hermano.
—Y es que, veréis, resulta que hace poco —continuó el Uchiha—, un compañero mío, llamado Sasaki Reiji, se cruzó con Gyūki en plena mar. El amigo que te comentaba, Ayame. El que se ganó un barco.
—¿Sasaki Reiji? —repitió Ayame, sujetándose el mentón con gesto pensativo—. Me suena ese nombre, pero... no termino de ubicarlo...
—Total, que el Gyūki quiso avisar a sus Hermanos a través de Reiji. Quería que supiesen que había estado en el interior de Hagane, el antiguo líder de los samuráis en el Hierro. Antiguo, porque Kurama lo mató. Pero Gyūki revivió muy poco después, con la certeza de que Kurama era capaz de escuchar las reuniones a escondidas por algo que le comentó cuando se enfrentaron. Un pequeño desliz que solo podría saber si atendía a las reuniones, supongo.
—¡Espera, espera! ¿Gyūki es un bijū?
—Lo conocéis por el Ocho Colas —respondió Kokuō.
—¡¿Y dices que ese tal Reiji se lo encontró en mitad del mar?! ¡¿Así como si nada?! —No es como si estuviesen hablando de encontrarse ballenas o incluso un calamar gigante en el océano, ¡estaban hablando de una criatura legendaria!
—Mucha suerte ha tenido de no encontrarse con unos humanos que quisieran erradicarlo del mapa... o sellarlo. Pero todo eso explica por qué Gyūki no acudía a las reuniones últimamente... Tendremos que andarnos con cuidado, Shukaku. Sobre todo usted y su bocaza.
«Eso va a ser difícil... Nunca tutea a nadie...» Le habría gustado decir a Ayame, pero terminó por guardárselo a sí misma pese a que el bijū escuchaba todos y cada uno de sus pensamientos.
—¿Dijo Shukaku en una reunión que ibas a pelearte con Hanabi fuera de la aldea? —intervino Daruu—. Eso explicaría la emboscada que os hicieron. Y a vosotras... —Añadió, mirando a Ayame—. Aquél día, Kokuō, ¿comentaste algo sobre que Ayame se dirigía a Tanzaku Gai, sobre que íbais a pasar por el Valle del Fin, quizás?
—No. Por aquel entonces no estaba demasiado interesada en lo que hiciera la Señorita o dejase de hacer. Mi único propósito era buscar un hueco por el que escapar —respondió Kokuō, con tal naturalidad que hizo que Ayame se estremeciera al recordar aquellos funestos tiempos.
—A ver, sí. El tema Kurama —Volvieron a escuchar la voz de Datsue—. Efectivamente, Daruu, Shukaku comentó dónde estábamos la noche anterior a mi combate contra Hanabi.
—Shukaku siempre ha sido un vanidoso... —comentó Kokuō, con un sonado suspiro—. No paraba de repetir que iban a patearle el trasero al Uzukage. Su boca siempre nos ha traído problemas, Hermano.
—Y es que, veréis, resulta que hace poco —continuó el Uchiha—, un compañero mío, llamado Sasaki Reiji, se cruzó con Gyūki en plena mar. El amigo que te comentaba, Ayame. El que se ganó un barco.
—¿Sasaki Reiji? —repitió Ayame, sujetándose el mentón con gesto pensativo—. Me suena ese nombre, pero... no termino de ubicarlo...
—Total, que el Gyūki quiso avisar a sus Hermanos a través de Reiji. Quería que supiesen que había estado en el interior de Hagane, el antiguo líder de los samuráis en el Hierro. Antiguo, porque Kurama lo mató. Pero Gyūki revivió muy poco después, con la certeza de que Kurama era capaz de escuchar las reuniones a escondidas por algo que le comentó cuando se enfrentaron. Un pequeño desliz que solo podría saber si atendía a las reuniones, supongo.
—¡Espera, espera! ¿Gyūki es un bijū?
—Lo conocéis por el Ocho Colas —respondió Kokuō.
—¡¿Y dices que ese tal Reiji se lo encontró en mitad del mar?! ¡¿Así como si nada?! —No es como si estuviesen hablando de encontrarse ballenas o incluso un calamar gigante en el océano, ¡estaban hablando de una criatura legendaria!
—Mucha suerte ha tenido de no encontrarse con unos humanos que quisieran erradicarlo del mapa... o sellarlo. Pero todo eso explica por qué Gyūki no acudía a las reuniones últimamente... Tendremos que andarnos con cuidado, Shukaku. Sobre todo usted y su bocaza.