5/02/2020, 12:00
La cocinera tomó asiento cuando Kisame le dio permiso. Parecía que, aunque se trataba de dos niños casi de teta —el Taka era mayor, pero no lo suficiente como para ser considerado un hombre todavía—, la autoridad que imponían sus bandanas en aquella Aldea había permeado adentro de los muros de la residencia Kobayashi.
Sakura parpadeó varias veces ante la avalancha de palabras que Karamaru estaba haciendo llover sobre su cabeza. Verdaderamente parecía que le estaba llevando su tiempo asimilar todo aquello, pues al contrario que Yamato, ella no se había dedicado a observar ni reflexionar; hacía su trabajo, cobraba a principio de mes, y vuelta a empezar. Era una mujer sencilla, con una labor sencilla, que no aspiraba a más. ¿Por qué la habían metido en aquel embrollo?
—Yo... Ehm... —se rascó la coronilla—. Yo no tengo idea de qué es lo que está pasando, shinobi-dono —respondió con servil educación—. A mí Kobayashi-sama me paga por cocinar. No se me dan bien otras cosas, Kobayashi-sama lo sabe y no me pide más. Yo no hago más, tampoco.
Sakura parecía sincera, pues era de ese tipo de personas que no sabían mentir; bien por incapacidad, bien porque su corazón fuese demasiado puro como para hacer algo así.
—Kobayashi-sama está muy disgustada últimamente. Seguro que es por eso que ustedes están aquí, shinobi-dono —bajó la mirada. Parecía auténticamente afligida—. Yo... Yo...
La cocinera puso sus dos manazas sobre la mesa y realizó una reverencia tan profunda que estampó la frente contra el tablón de madera con un sonoro "clonk".
—¡Yo sólo quiero pedirles que ayuden a Kobayashi-sama y que todo vuelva a la normalidad! ¡Por favor, shinobi-dono!
Sakura parpadeó varias veces ante la avalancha de palabras que Karamaru estaba haciendo llover sobre su cabeza. Verdaderamente parecía que le estaba llevando su tiempo asimilar todo aquello, pues al contrario que Yamato, ella no se había dedicado a observar ni reflexionar; hacía su trabajo, cobraba a principio de mes, y vuelta a empezar. Era una mujer sencilla, con una labor sencilla, que no aspiraba a más. ¿Por qué la habían metido en aquel embrollo?
—Yo... Ehm... —se rascó la coronilla—. Yo no tengo idea de qué es lo que está pasando, shinobi-dono —respondió con servil educación—. A mí Kobayashi-sama me paga por cocinar. No se me dan bien otras cosas, Kobayashi-sama lo sabe y no me pide más. Yo no hago más, tampoco.
Sakura parecía sincera, pues era de ese tipo de personas que no sabían mentir; bien por incapacidad, bien porque su corazón fuese demasiado puro como para hacer algo así.
—Kobayashi-sama está muy disgustada últimamente. Seguro que es por eso que ustedes están aquí, shinobi-dono —bajó la mirada. Parecía auténticamente afligida—. Yo... Yo...
La cocinera puso sus dos manazas sobre la mesa y realizó una reverencia tan profunda que estampó la frente contra el tablón de madera con un sonoro "clonk".
—¡Yo sólo quiero pedirles que ayuden a Kobayashi-sama y que todo vuelva a la normalidad! ¡Por favor, shinobi-dono!