6/02/2020, 14:34
El guardia, un tipo de unos cuarenta años, barba de tres días y mirada azul, se quedó mirando el rostro de Akame con el ceño fruncido. Como si aquella quemadura no correspondiese con un vendedor de objetos empeñados y de segunda mano. Miró de nuevo la identificación, y la casilla donde se marcaba el oficio actual del susodicho. Luego levantó la tarjeta y la enfocó hacia la farola, para poder distinguir mejor las sutilezas del carnet. Esos característicos rasgos que diferenciaba la imitación del original.
—¿Qué coño…?
—¿Ocurre algo, Gaio?
—Mira esto —replicó, entregándole la tarjetita.
—Qué me… ¡Jajajaja! ¡¡¡JAJAJAJAJAJA!!!
Fue un estallido sincero. En carcajadas tan puras que la pobre guardia tuve que sujetarse el estómago mientras se balanceaba de un lado a otro intentando no perder el equilibrio. Gaio no se le quedaba atrás.
—Joder, por un momento iba a preguntarte dónde coño guardas esos objetos que vendes —le reconoció a Akame, entre risas—, ¡pero es imposible que esto sea una falsificación con este nombre! —Y nuevas carcajadas.
—¡Eh! ¿¡Qué ocurre!? —preguntó el guardia de la caseta.
—¡Este chaval! ¡Adivina su nombre! ¡Kakita Bendō!
—¿Cómo? ¿Qué se llama…? —Tardó dos segundos en procesarlo. Otro en comprender las implicaciones de semejante nombre. Y un último en descojonarse de la risa—. ¿Y qué tal te va el negocio? ¿Cagaste mucho hoy?
—Joder, Kakita. ¿Tuviste que tener una infancia dura, eh? ¿Tanto te odiaba tu madre?
Nuevas risas. Kaido notó que un nuevo grupo llegaba a sus espaldas. Una familia de cuatro integrantes. Parecían aldeanos normales que venían a visitar la capital.
—Bueno, basta de cháchara. Adelante, Kakita. Te deseo una buena diarrea —le soltó, antes de comprobar las identificaciones de Kaido, Otohime y Money.
Akame vio que el guardia de la caseta se llevaba una mano al oído, como si algo le hubiese alertado. Se mantuvo así, asintiendo durante unos segundos, y cuando los cuatro Ryūtōs ya habían pasado el control, intervino:
—¡Un momento! ¡Gura! ¡Código Blanco!
Hubo un breve momento de tensión. Gura y la guardia se miraron.
—¡Eh, vosotros! —exclamó a los Ryūtōs—. Esperaos ahí. Sumire, ve a por los que se adelantaron antes. No deben de estar lejos. —Miró de nuevo a los Ryūtōs, y luego a los cuatro que acababan de llegar, mientras su compañera se iba a toda prisa—. Vais a tener que esperar un poco. Ha habido un problema en la capital y no se permite el acceso hasta que se solucione.
Apenas un minuto después, Sumire volvía con Yaoya Jagaimo, su hija y el burro. A Kaido y Akame no les pasó desapercibido que los guardias ahora tenían la mano firmemente apoyadas en la empuñadura de sus katanas cortas.
—¿Qué coño…?
—¿Ocurre algo, Gaio?
—Mira esto —replicó, entregándole la tarjetita.
—Qué me… ¡Jajajaja! ¡¡¡JAJAJAJAJAJA!!!
Fue un estallido sincero. En carcajadas tan puras que la pobre guardia tuve que sujetarse el estómago mientras se balanceaba de un lado a otro intentando no perder el equilibrio. Gaio no se le quedaba atrás.
—Joder, por un momento iba a preguntarte dónde coño guardas esos objetos que vendes —le reconoció a Akame, entre risas—, ¡pero es imposible que esto sea una falsificación con este nombre! —Y nuevas carcajadas.
—¡Eh! ¿¡Qué ocurre!? —preguntó el guardia de la caseta.
—¡Este chaval! ¡Adivina su nombre! ¡Kakita Bendō!
—¿Cómo? ¿Qué se llama…? —Tardó dos segundos en procesarlo. Otro en comprender las implicaciones de semejante nombre. Y un último en descojonarse de la risa—. ¿Y qué tal te va el negocio? ¿Cagaste mucho hoy?
—Joder, Kakita. ¿Tuviste que tener una infancia dura, eh? ¿Tanto te odiaba tu madre?
Nuevas risas. Kaido notó que un nuevo grupo llegaba a sus espaldas. Una familia de cuatro integrantes. Parecían aldeanos normales que venían a visitar la capital.
—Bueno, basta de cháchara. Adelante, Kakita. Te deseo una buena diarrea —le soltó, antes de comprobar las identificaciones de Kaido, Otohime y Money.
Akame vio que el guardia de la caseta se llevaba una mano al oído, como si algo le hubiese alertado. Se mantuvo así, asintiendo durante unos segundos, y cuando los cuatro Ryūtōs ya habían pasado el control, intervino:
—¡Un momento! ¡Gura! ¡Código Blanco!
Hubo un breve momento de tensión. Gura y la guardia se miraron.
—¡Eh, vosotros! —exclamó a los Ryūtōs—. Esperaos ahí. Sumire, ve a por los que se adelantaron antes. No deben de estar lejos. —Miró de nuevo a los Ryūtōs, y luego a los cuatro que acababan de llegar, mientras su compañera se iba a toda prisa—. Vais a tener que esperar un poco. Ha habido un problema en la capital y no se permite el acceso hasta que se solucione.
Apenas un minuto después, Sumire volvía con Yaoya Jagaimo, su hija y el burro. A Kaido y Akame no les pasó desapercibido que los guardias ahora tenían la mano firmemente apoyadas en la empuñadura de sus katanas cortas.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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