9/02/2020, 14:45
(Última modificación: 9/02/2020, 14:47 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
El amejin asintió ante las palabras de Takumi. Estaba claro que no podían bajar la guardia, pero, sinceramente, le parecía casi imposible que, dentro de su casa, aquella mujer se fuese a poner violenta con ellos. No obstante, después de lo que habían visto nada podía sorprenderle. Se arrodilló en uno de los trapos del suelo y esperó pacientemente a la mujer de la casa, la cual apareció con una tetera de aspecto caliente, una urna de peltre y tres viejas tazas de cerámica, las cuales repartió a cada uno de los que allí estaban. Llenó las tazas con agua y colocó la urna en el medio de la mesa para que cada uno echase la cantidad de té que desease. El pelinegro tomó un poco en su taza y lo tapó con la mano, esperando a que la mujer hablase. Estaba atento a todos sus movimientos, pero no de forma belicosa sino mas bien por si fuese a intentar algo en el momento en que estuvieran desprevenidos.
-Bien... A decir verdad, como supongo que ya sabréis, esto es a lo que nos dedicamos. Si mis palabras sirven de algo, simplemente quería pediros disculpas por todo lo ocurrido y... Deciros que yo jamás he estado de acuerdo con lo que el padre de la niña quiere hacer para mantenerla. Yo siempre prefería trabajar, o mandar a la niña a alistarse a la guardia, siempre lo he preferido. -hizo una breve pausa y por primera vez les miró a los ojos -Quería que aceptaseis esto a modo de pago, no es mucho pero es todo lo que puedo daros -Dijo, sacando un pequeño saquito y dejándolo encima de la mesa. No sonaba metálico, sino más bien parecía arroz, o alubias, quizás algún tipo de legumbre -Aceptadlo, por favor y... Os sugiero que os vayais antes de que llegue la niña con su padre, seguramente esté muy enfadada por haberles salido mal todo esto... -La voz de la mujer sonaba avergonzada. Ya no estaba preocupada, sino más bien avergonzada.
Quizás se sentía preocupada antes por si su hija saliese herida. No parecía que aquel hombre fuese su marido, ni siquiera que le importase, simplemente estaba muy claro que aquella mujer vivía por y para su hija, y que lo que allí hacían, ella no lo aprobaba en absoluto, no obstante, Kisame no se acababa de creer lo que veía, escéptico, como siempre, miró a su compañero para ver su reacción, o esperar a ver qué tenía que decir él. Desde luego, el de Amegakure no pensaba pronunciar una sola palabra de momento.
-Bien... A decir verdad, como supongo que ya sabréis, esto es a lo que nos dedicamos. Si mis palabras sirven de algo, simplemente quería pediros disculpas por todo lo ocurrido y... Deciros que yo jamás he estado de acuerdo con lo que el padre de la niña quiere hacer para mantenerla. Yo siempre prefería trabajar, o mandar a la niña a alistarse a la guardia, siempre lo he preferido. -hizo una breve pausa y por primera vez les miró a los ojos -Quería que aceptaseis esto a modo de pago, no es mucho pero es todo lo que puedo daros -Dijo, sacando un pequeño saquito y dejándolo encima de la mesa. No sonaba metálico, sino más bien parecía arroz, o alubias, quizás algún tipo de legumbre -Aceptadlo, por favor y... Os sugiero que os vayais antes de que llegue la niña con su padre, seguramente esté muy enfadada por haberles salido mal todo esto... -La voz de la mujer sonaba avergonzada. Ya no estaba preocupada, sino más bien avergonzada.
Quizás se sentía preocupada antes por si su hija saliese herida. No parecía que aquel hombre fuese su marido, ni siquiera que le importase, simplemente estaba muy claro que aquella mujer vivía por y para su hija, y que lo que allí hacían, ella no lo aprobaba en absoluto, no obstante, Kisame no se acababa de creer lo que veía, escéptico, como siempre, miró a su compañero para ver su reacción, o esperar a ver qué tenía que decir él. Desde luego, el de Amegakure no pensaba pronunciar una sola palabra de momento.