10/02/2020, 12:30
—De todas formas, aunque al final sea inevitable tener que pelear contra Kurama o contra alguno de sus esbirros, deberíamos concentrarnos más en aumentar nuestro poder para defendernos que en atacar desperdiciando nuestras energías y arriesgando el pellejo —opinó Daruu—. Cada vez que luchemos contra ellos será un dado que lancemos. Lo mejor que podemos hacer es aumentar las caras todo lo que podamos.
Ayame asintió para sí, más convencida de la opción que planteaba Daruu. Si ya le ponía los pelos de punta la sola idea de enfrentarse a uno de los Generales, soñar siquiera con tenderle una trampa a su máximo líder, al Nueve Colas encarnado, era para ella una auténtica sentencia de suicidio.
No. Por el momento, cuanto más lejos pudiera mantenerse del Zorro, tanto mejor.
——Bah… —masculló Datsue, visiblemente decepcionado—. Que no te digo que no, Daruu. Pero… ¡vamos! ¡El Equipo Llueve Nueve es invencible! Ataque a distancia corta, a media, larga y Genjutsus de todos los colores y sabores. Por separado nos pueden joder, pero, ¿juntos? ¡Juntos somos los Tres Hijos Nobles! —exclamó, haciendo una alegoría a los hijos de Izanagi: Amaterasu, Tsukuyomi y Susano'o—. Juntos, amigos, somos el jodido dogma.
Ayame guardó un tenso silencio, sin saber muy bien qué decir. Las palabras de Datsue eran dulces como la miel, prometedoras, estaban cargadas de promesas de victoria y te tentaban a seguirle con un grito de guerra. Pero el terror que le inspiraban Kurama y sus Generales era mucho más asfixiante. Aún recordaba su encuentro con Kuroyuki, su incompetencia, su impotencia al no poder hacer nada frente a su poder helado. ¿De verdad habrían cambiado las cosas de haber estado con Daruu y con Datsue? Las palabras del Uchiha la invitaban a creer que sí, pero...
—Va, va. Ya dejo de fliparme —Añadió Datsue—. Entonces… ¿te ascendieron, Ayame?
La muchacha sacudió la cabeza, casi agradeciendo el cambio de tema. Y Kokuō había vuelto a desaparecer. Aquel asunto no iba con ella.
—¿Eh? ¡Ah, sí! De hecho, me viene muy bien que nos hayas llamado, así te lo cuento a ti también —añadió, intercambiando el peso de una pierna a otra. Se permitió el lujo de sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, pues aquello parecía que iba para un rato más. Se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativa, preguntándose por dónde debería empezar. Al final resolvió que lo mejor sería hacerlo por el principio y dirigió una mirada significativa a Daruu—. El caso es que ayer...
»Me encontré con Umikiba Kaido en Coladragón.
Ayame asintió para sí, más convencida de la opción que planteaba Daruu. Si ya le ponía los pelos de punta la sola idea de enfrentarse a uno de los Generales, soñar siquiera con tenderle una trampa a su máximo líder, al Nueve Colas encarnado, era para ella una auténtica sentencia de suicidio.
No. Por el momento, cuanto más lejos pudiera mantenerse del Zorro, tanto mejor.
——Bah… —masculló Datsue, visiblemente decepcionado—. Que no te digo que no, Daruu. Pero… ¡vamos! ¡El Equipo Llueve Nueve es invencible! Ataque a distancia corta, a media, larga y Genjutsus de todos los colores y sabores. Por separado nos pueden joder, pero, ¿juntos? ¡Juntos somos los Tres Hijos Nobles! —exclamó, haciendo una alegoría a los hijos de Izanagi: Amaterasu, Tsukuyomi y Susano'o—. Juntos, amigos, somos el jodido dogma.
Ayame guardó un tenso silencio, sin saber muy bien qué decir. Las palabras de Datsue eran dulces como la miel, prometedoras, estaban cargadas de promesas de victoria y te tentaban a seguirle con un grito de guerra. Pero el terror que le inspiraban Kurama y sus Generales era mucho más asfixiante. Aún recordaba su encuentro con Kuroyuki, su incompetencia, su impotencia al no poder hacer nada frente a su poder helado. ¿De verdad habrían cambiado las cosas de haber estado con Daruu y con Datsue? Las palabras del Uchiha la invitaban a creer que sí, pero...
—Va, va. Ya dejo de fliparme —Añadió Datsue—. Entonces… ¿te ascendieron, Ayame?
La muchacha sacudió la cabeza, casi agradeciendo el cambio de tema. Y Kokuō había vuelto a desaparecer. Aquel asunto no iba con ella.
—¿Eh? ¡Ah, sí! De hecho, me viene muy bien que nos hayas llamado, así te lo cuento a ti también —añadió, intercambiando el peso de una pierna a otra. Se permitió el lujo de sentarse en el suelo con las piernas cruzadas, pues aquello parecía que iba para un rato más. Se mantuvo algunos segundos en silencio, pensativa, preguntándose por dónde debería empezar. Al final resolvió que lo mejor sería hacerlo por el principio y dirigió una mirada significativa a Daruu—. El caso es que ayer...
»Me encontré con Umikiba Kaido en Coladragón.