10/02/2020, 13:23
La mujer no dudó en aceptar la petición de Hana, que seguía cruzada de brazos y con el ceño fruncido. Al parecer, su idea había desconcertado a casi todos los presentes. Lo cierto era que a ella le había parecido la solución a todos los problemas y tenía al shinobi de Kusa de su lado, pues no iba a dejar a su perro atrás.
—¡E-espera! ¡no lo hagas!
La intervención del chico la hizo dudar. ¿Por qué la intentaba detener? ¿Y si sabía algo que ella no? Para cuando se planteó el cambiar de opinión ya estaba bajo la manta y la supuesta ilusionista estaba pronunciando las palabras mágicas.
—¡Mona ero kito sena!
La kunoichi había esperado dos cosas. Un dolor extraño síntoma de que realmente estaba desapareciendo o que no pasase absolutamente nada porque todo eso era una tontería. A pesar de que había desaparecido el perro, aún confiaba bastante en la segunda. Pero no pasó nada de eso. Cayó hasta que su culo topó con el suelo, un suelo diferente al último que habían tocado sus pies.
Se levantó rápidamente, alarmada y masajeandose el culo. Miró alrededor para ver oscuridad. Nada más y nada menos. Esperó a ver si sus ojos se adaptaban a esa oscuridad.
—¿Ababaur?
— ¿Akane? — había memorizado el nombre en cuanto el chico lo había pronunciado, podía ser olvidadiza y despistada, pero no con nombres de animales. — ¿Donde estás?
Decidió empezar a moverse paso a paso, con cuidado, y palpar todo lo que encontrase. No había mucho más que hacer. Una vez encontrase al can ya vería como salir de ahí.
—¡E-espera! ¡no lo hagas!
La intervención del chico la hizo dudar. ¿Por qué la intentaba detener? ¿Y si sabía algo que ella no? Para cuando se planteó el cambiar de opinión ya estaba bajo la manta y la supuesta ilusionista estaba pronunciando las palabras mágicas.
—¡Mona ero kito sena!
La kunoichi había esperado dos cosas. Un dolor extraño síntoma de que realmente estaba desapareciendo o que no pasase absolutamente nada porque todo eso era una tontería. A pesar de que había desaparecido el perro, aún confiaba bastante en la segunda. Pero no pasó nada de eso. Cayó hasta que su culo topó con el suelo, un suelo diferente al último que habían tocado sus pies.
Se levantó rápidamente, alarmada y masajeandose el culo. Miró alrededor para ver oscuridad. Nada más y nada menos. Esperó a ver si sus ojos se adaptaban a esa oscuridad.
—¿Ababaur?
— ¿Akane? — había memorizado el nombre en cuanto el chico lo había pronunciado, podía ser olvidadiza y despistada, pero no con nombres de animales. — ¿Donde estás?
Decidió empezar a moverse paso a paso, con cuidado, y palpar todo lo que encontrase. No había mucho más que hacer. Una vez encontrase al can ya vería como salir de ahí.