11/02/2020, 15:50
—¿¡CÓOMOOOOOOOOO!?
El alarido de Daruu y Datsue acuchilló sus oídos sin piedad, y la muchacha entrecerró los ojos con gesto dolorido. Su compañero la tomó de los hombros, y la escrutó con gesto preocupado.
—¿¡Qué pasó!? ¿Es ese hijo de puta el que te ha herido? ¿Le cazaste, por eso te ascendieron? ¡Tendríamos que haber estado hablando de esto hasta ahora, joder, puto Datsue!
—Eh... Sí... Y... No... —Respondió Ayame, con las mejillas encendidas. Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia su vientre, allí donde había recibido el ataque y se obligó a esbozar una sonrisa que tembló, nerviosa, en sus labios—. Pero ahora estoy bien, si algo tiene bueno ser jinchūriki es que te curas enseguida de las heridas, ja... ja...
«De nada.» Replicó Kokuō en su mente, de forma agria.
—Pe-pero… ¿qué pasó? —indagó Datsue.
—A ver... Dejadme empezar por el principio, por favor —pidió Ayame, abrumada. Había esperado un recibimiento así, la verdad, pero seguía sin ser fácil. Volvió a levantarse con un ligero mohín de dolor y comenzó a divagar por la sala—. Me lo encontré en una posada de allí, junto a varios hombres más. Al principio no le reconocí, estaba bajo otra apariencia y simulaba ser el capitán o algo así de una tropa de marineros. Pero su voz... Su voz le delató. No podría haberlo confundido, estaba segura de que era él. Pero esa transformación no era un simple Henge no Jutsu, no conseguí desbaratarlo en todas las veces que lo intenté. ¡Y hasta le tiré un plato de caldo hirviendo!
»El caso... Les seguí desde la distancia cuando abandonaron el lugar y llegamos hasta una especie de fábrica de pescado. Ya sabéis, el típico lugar donde lo preparan antes de distribuirlo por las tiendas y eso... Me colé dentro y entonces descubrí la verdad... —Ayame apretó los puños y las mandíbulas. Su rostro se había contraído en la mueca de asco más absoluta—. No era una fábrica de pescado. Era una fábrica de droga, de omoide. Usaban los peces para esconder la mercancía.
El alarido de Daruu y Datsue acuchilló sus oídos sin piedad, y la muchacha entrecerró los ojos con gesto dolorido. Su compañero la tomó de los hombros, y la escrutó con gesto preocupado.
—¿¡Qué pasó!? ¿Es ese hijo de puta el que te ha herido? ¿Le cazaste, por eso te ascendieron? ¡Tendríamos que haber estado hablando de esto hasta ahora, joder, puto Datsue!
—Eh... Sí... Y... No... —Respondió Ayame, con las mejillas encendidas. Sus ojos se desviaron inevitablemente hacia su vientre, allí donde había recibido el ataque y se obligó a esbozar una sonrisa que tembló, nerviosa, en sus labios—. Pero ahora estoy bien, si algo tiene bueno ser jinchūriki es que te curas enseguida de las heridas, ja... ja...
«De nada.» Replicó Kokuō en su mente, de forma agria.
—Pe-pero… ¿qué pasó? —indagó Datsue.
—A ver... Dejadme empezar por el principio, por favor —pidió Ayame, abrumada. Había esperado un recibimiento así, la verdad, pero seguía sin ser fácil. Volvió a levantarse con un ligero mohín de dolor y comenzó a divagar por la sala—. Me lo encontré en una posada de allí, junto a varios hombres más. Al principio no le reconocí, estaba bajo otra apariencia y simulaba ser el capitán o algo así de una tropa de marineros. Pero su voz... Su voz le delató. No podría haberlo confundido, estaba segura de que era él. Pero esa transformación no era un simple Henge no Jutsu, no conseguí desbaratarlo en todas las veces que lo intenté. ¡Y hasta le tiré un plato de caldo hirviendo!
»El caso... Les seguí desde la distancia cuando abandonaron el lugar y llegamos hasta una especie de fábrica de pescado. Ya sabéis, el típico lugar donde lo preparan antes de distribuirlo por las tiendas y eso... Me colé dentro y entonces descubrí la verdad... —Ayame apretó los puños y las mandíbulas. Su rostro se había contraído en la mueca de asco más absoluta—. No era una fábrica de pescado. Era una fábrica de droga, de omoide. Usaban los peces para esconder la mercancía.