16/02/2020, 21:30
La cocinera volvió la vista hacia Karamaru, visiblemente atribulada por sus preguntas. Tal vez la ametralladora de palabras que era el Yamanaka no casaba bien con aquella enorme mujer, o simplemente el muchacho le estaba pidiendo descubrir un secreto con el que ella no se sentía conforme. Revolviéndose en su asiento, la cocinera masculló.
—No quiero tener que seguir cubriendo el turno de Keisuke-san —dijo, al fin—. Es muy agotador cocinar y además tener que ocuparse de las labores de otro, ¿sabéis? ¡No quiero seguir haciéndolo!
Se cruzó de brazos, repentinamente obstinada.
—Keisuke-san... Siempre me pide que le haga su turno de la medianoche. Cambiar las sábanas de los cuartos de invitados y las toallas de los baños —rezongó—. ¡Y a esas horas yo ya estoy muy cansada! Pero no quería que Kobayashi-sama le despidiera, es un buen chico, así que acepté. Le prometí que lo haría, y las promesas hay que cumplirlas. Así que mi única esperanza... ¡Son ustedes!
Volvió a hacer aquella reverencia tan exagerada.
—¡Hagan que todo vuelva a ser como antes, por favor!
—No quiero tener que seguir cubriendo el turno de Keisuke-san —dijo, al fin—. Es muy agotador cocinar y además tener que ocuparse de las labores de otro, ¿sabéis? ¡No quiero seguir haciéndolo!
Se cruzó de brazos, repentinamente obstinada.
—Keisuke-san... Siempre me pide que le haga su turno de la medianoche. Cambiar las sábanas de los cuartos de invitados y las toallas de los baños —rezongó—. ¡Y a esas horas yo ya estoy muy cansada! Pero no quería que Kobayashi-sama le despidiera, es un buen chico, así que acepté. Le prometí que lo haría, y las promesas hay que cumplirlas. Así que mi única esperanza... ¡Son ustedes!
Volvió a hacer aquella reverencia tan exagerada.
—¡Hagan que todo vuelva a ser como antes, por favor!