16/02/2020, 22:47
— S-Se cayó de un árbol y tiene un esguince severo; la he traído tan rápido como he podido pero no ha llovido a mares, se estaba casi desvanecido, no se porqué; creo que la humedad y el frío de la lluvia ha empezado a afectarle y yo... Yo...
Ren la había dejado en la cama y ella se había sentado, para empezar a quitarse capas de ropa completamente empapada. El aire de aquel lugar ardía en comparación al exterior, así que con cada capa que se quitaba de encima, menos frío sentía. Las manos de Ren sobre su piel expuesta era lo que más le ardía a Hana, pero ésta ni se daba cuenta. Mientras ella temblaba de frío, Ren lo hacía de puro nerviosismo.
Cuando solo le quedaba la camiseta interior, Hana cogió ambas manos de Ren entre las suyas. Ambas temblaban. La rubia la miró a los ojos, esas gemas de un azul oscuro que asociaría para siempre con la lluvia, y le sonrió.
— Ren, estoy bien. — le murmuró débilmente. — Y me estas empapando con tu ropa, sécate tú también, yo me apaño.
Esperó a que la chica contestase para soltarle las manos, aunque seguramente con su fuerza no hubiera podido retenerselas si la contradecía. Por si Ren aún no se había dado cuenta, la anciana había desaparecido en cuanto ellas habían entrado en la habitación. Y no había rastro de ella. Tampoco parecía que hubiese escuchado una sola palabra de lo que la pelinegra le había contado.
Se apartó el pelo, ahora más negro que rubio, que se la había pegado a la cara por la lluvia, acumulándolo en un hombro con cuidado de que no soltase demasiada agua, lo cual era casi imposible. Lo cierto es que no se encontraba mal, pero no le parecía que estuviese en plenas condiciones. Sentía todas las extremidades entumecidas y se tomaban un breve tiempo para reaccionar cuando intentaba moverlas, e incluso cuando lo hacían, era con temblores.
Por suerte, con cada segundo que pasaba en el calor, se sentía más todo.
Ren la había dejado en la cama y ella se había sentado, para empezar a quitarse capas de ropa completamente empapada. El aire de aquel lugar ardía en comparación al exterior, así que con cada capa que se quitaba de encima, menos frío sentía. Las manos de Ren sobre su piel expuesta era lo que más le ardía a Hana, pero ésta ni se daba cuenta. Mientras ella temblaba de frío, Ren lo hacía de puro nerviosismo.
Cuando solo le quedaba la camiseta interior, Hana cogió ambas manos de Ren entre las suyas. Ambas temblaban. La rubia la miró a los ojos, esas gemas de un azul oscuro que asociaría para siempre con la lluvia, y le sonrió.
— Ren, estoy bien. — le murmuró débilmente. — Y me estas empapando con tu ropa, sécate tú también, yo me apaño.
Esperó a que la chica contestase para soltarle las manos, aunque seguramente con su fuerza no hubiera podido retenerselas si la contradecía. Por si Ren aún no se había dado cuenta, la anciana había desaparecido en cuanto ellas habían entrado en la habitación. Y no había rastro de ella. Tampoco parecía que hubiese escuchado una sola palabra de lo que la pelinegra le había contado.
Se apartó el pelo, ahora más negro que rubio, que se la había pegado a la cara por la lluvia, acumulándolo en un hombro con cuidado de que no soltase demasiada agua, lo cual era casi imposible. Lo cierto es que no se encontraba mal, pero no le parecía que estuviese en plenas condiciones. Sentía todas las extremidades entumecidas y se tomaban un breve tiempo para reaccionar cuando intentaba moverlas, e incluso cuando lo hacían, era con temblores.
Por suerte, con cada segundo que pasaba en el calor, se sentía más todo.