17/02/2020, 01:37
(Última modificación: 17/02/2020, 01:37 por Himura Hana.)
—Maldita sea ¿y ahora dónde se ha metido? Quiero darme un baño caliente después de todo esto.
Ren no parecía ni más segura ni más tranquila. Sin embargo, ahora que estaban en un lugar seguro y caliente, Hana no podía evitar mirarla con una sonrisa cariñosa. Era como una cría de panda dando vueltas sobre sí misma, desprendía esa aura de lindura tan característica.
Olvidandose de su herida, Hana fue a levantarse y tras un quejido volvió a sentarse.
— Joder. — se quejó apoyando el tobillo sobre la rodilla contraria para poder examinarselo. — Se me había olvidado lo del tobillo.
Estaba hinchado a más no poder y de un color rojizo a pesar de su palidez general, el frío la había ayudado a no sentir tanto dolor, pero ahora que estaba en calor... Se llevó una mano a la frente, también empezaba a marearse. Miró a Ren y justo vio tras ella a la anciana con varias toallas y un par de kimonos blancos, además de un pequeño maletín con una cruz roja pintada en el medio.
— Hala, aquí os dejo esto. Tengo un kit de primeros auxilios, pero ni pajolera idea, así que os tendréis que apañar. — comentó mientras pasaba al interior de la habitación y se dirigía a Hana sin detenerse. — Pero hija mia, quitate la ropa que te vas a quedar más arrugada que yo. — le dijo a la rubia mientras le tiraba una toalla encima y dejaba el resto al lado, junto a los kimonos y el maletín. — Y tú, que aún llevas hasta la capa de viaje. Vaya par. ¡Quitaros eso ya que me lo lleve a secar! — esta vez miraba a la amejin
— V-voy.
Hana cogió la toalla que prácticamente le había lanzado la anciana y empezó a secarse el pelo, la toalla estaba calentita, lo cual era de agradecer. Tras quitarse la mayor parte de agua, empezó a quitarse la camiseta interior, mirando de reojo a la morena. Ahora solo le quedaba la ropa interior. Nunca le había puesto nerviosa la desnudez, claro que nunca había tenido que desnudarse delante de otras personas. De repente, la idea de cambiarse delante de Ren la ponía tensa.
La anciana miraba con impaciencia la lentitud de la kunoichi, dando golpecitos con el bastón en el suelo. Esperó unos instantes, nerviosa, a ver qué hacía o decía Ren.
Ren no parecía ni más segura ni más tranquila. Sin embargo, ahora que estaban en un lugar seguro y caliente, Hana no podía evitar mirarla con una sonrisa cariñosa. Era como una cría de panda dando vueltas sobre sí misma, desprendía esa aura de lindura tan característica.
Olvidandose de su herida, Hana fue a levantarse y tras un quejido volvió a sentarse.
— Joder. — se quejó apoyando el tobillo sobre la rodilla contraria para poder examinarselo. — Se me había olvidado lo del tobillo.
Estaba hinchado a más no poder y de un color rojizo a pesar de su palidez general, el frío la había ayudado a no sentir tanto dolor, pero ahora que estaba en calor... Se llevó una mano a la frente, también empezaba a marearse. Miró a Ren y justo vio tras ella a la anciana con varias toallas y un par de kimonos blancos, además de un pequeño maletín con una cruz roja pintada en el medio.
— Hala, aquí os dejo esto. Tengo un kit de primeros auxilios, pero ni pajolera idea, así que os tendréis que apañar. — comentó mientras pasaba al interior de la habitación y se dirigía a Hana sin detenerse. — Pero hija mia, quitate la ropa que te vas a quedar más arrugada que yo. — le dijo a la rubia mientras le tiraba una toalla encima y dejaba el resto al lado, junto a los kimonos y el maletín. — Y tú, que aún llevas hasta la capa de viaje. Vaya par. ¡Quitaros eso ya que me lo lleve a secar! — esta vez miraba a la amejin
— V-voy.
Hana cogió la toalla que prácticamente le había lanzado la anciana y empezó a secarse el pelo, la toalla estaba calentita, lo cual era de agradecer. Tras quitarse la mayor parte de agua, empezó a quitarse la camiseta interior, mirando de reojo a la morena. Ahora solo le quedaba la ropa interior. Nunca le había puesto nerviosa la desnudez, claro que nunca había tenido que desnudarse delante de otras personas. De repente, la idea de cambiarse delante de Ren la ponía tensa.
La anciana miraba con impaciencia la lentitud de la kunoichi, dando golpecitos con el bastón en el suelo. Esperó unos instantes, nerviosa, a ver qué hacía o decía Ren.