17/02/2020, 13:51
Estaban ya en los últimos días de Despedida, tenía que marchar a Yachi a su encuentro con Kisame. Tenía interés por saber que había averiguado el amejin en este tiempo. Desde aquellos días de Aliento Nevado el kazejin había completado su primera misión con éxito, había conocido su maestra y había vuelto inesperadamente a Notsuba, cómo no con más jaleo de por medio. Para ir a Arashi no Kuni se pertrechó adecuadamente: en vez de sus habituales zōri, las cuales metió en la mochila por si acaso, se calzó unas botas de cuero negro, se ajustó una capa pardusca que le llegaba hasta las rodillas por encima del haori y para finalizar un sandogasa cubría su cabeza. Tampoco descuidó sus provisiones, en una mochila muy simple de tela metió un poco de salmón ahumado, tres odres de agua, dátiles en abundancia y una bolsa con lo necesario para preparar té; pese a que hacia dónde iba había tabernas suficientes prefería llevar algo por si se torcía la cosa. Ya preparado marchó pronto por la mañana a la estación para coger un tren hacia su destino, cogería la ruta sur pasando por Inaka, le agradaría poder pararse y visitar a Itona, pero no debía demorarse mucho.
Después de dos tranquilos días de viaje en tren llegó por fin a su destino. Salió de la estación y tras preguntar a un local se dirigió a la taberna más cercana para desayunar. Le habían indicado que a cinco minutos había un local cuyo regente hacía unos tés deliciosos, por lo que partió hacia allí. Traer la capa y las botas había sido una buena idea, pese a que la lluvia era suave el marionetista no estaba acostumbrado a transitar terrenos tan húmedos. Marchaba pues por las calles de aquel agradable pueblo, mientras aquel olor a la tierra mojada de los caminos le inundaba las fosas nasales.
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Después de dos tranquilos días de viaje en tren llegó por fin a su destino. Salió de la estación y tras preguntar a un local se dirigió a la taberna más cercana para desayunar. Le habían indicado que a cinco minutos había un local cuyo regente hacía unos tés deliciosos, por lo que partió hacia allí. Traer la capa y las botas había sido una buena idea, pese a que la lluvia era suave el marionetista no estaba acostumbrado a transitar terrenos tan húmedos. Marchaba pues por las calles de aquel agradable pueblo, mientras aquel olor a la tierra mojada de los caminos le inundaba las fosas nasales.