17/02/2020, 15:42
(Última modificación: 17/02/2020, 15:43 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Kakita Bendō se mantenía impretérrito ante lo que parecía ser, a todas luces, un fracaso anunciado de su operación. Pese a que intentaba unir los hilos, a Akame todavía le faltaban datos, datos, datos... ¿Cómo podía ser? Suponer que todo se trataba de una simple coincidencia era demasiado ingenuo para un ninja veterano como él, ¿pero entonces? ¿Acaso les habían pillado por sus identidades falsas, y Kyūtsuki no había hecho en realidad tan buen trabajo? «No, no puede ser... No se habrían llevado a ese tipo entonces. Nos tendrían a nosotros cuatro desde el primer momento», razonó el Uchiha. Sin embargo, había algo que se le seguía escapando.
De repente vio movimiento junto a la caseta: el guardia acababa de indicar algo. "Dos", decía. «El "dos" lo tengo claro, quiere que estos cabrones se lleven a dos personas más, ¿pero el "uno" del principio? Debe ser algún tipo de código...» No tenían mucho tiempo para pensar, y aquella necesidad de urgencia se hizo todavía más evidente cuando la que parecía ser la jefa de aquellos "Protectores del Muelle" ordenó que esposaran a Kaido. «Si esa mierda son esposas supresoras, todo el tinglado se nos va a ir al diablo ahora mismo.» Cabía la posibilidad de que fuesen grilletes normales, pero, ¿iba a arriesgarse Uchiha Akame el Profesional a eso?
No, claro que no. Un Profesional nunca jugaba al azar.
«Tres enemigos. Los dos Protectores del Muelle y el guardia de la caseta. Tengo que hacerlo ya.»
—¡Ñieeeeeeeeeeeeeeeeeck!
Kakita Bendō dejó escapar un chillido como el de una rata a la que le hubieran pisado la cola. Luego se encogió sobre sí mismo, bajo el amplio kasa de paja, y trató de revolverse como si le doliera muchísimo la tripa. Incluso se tiró al suelo, buscando armar una escena lo suficientemente inesperada como para atraer la atención de los dos Protectores. Sus manos se movían por su tripa, haciendo aspavientos, pero desde debajo del kasa el muchacho mantenía la mirada fija en los pies de la que parecía a cargo del retén. Si conseguía que se acercara a él lo suficiente, pondría en marcha su improvisado plan, tumbándose del lado contrario al que estaba el llamado Higari y el guardia de la caseta.
—¡Me duele, me duele! —gimoteaba—. ¡Señorita, me duele mucho aquí!
Con la mano izquierda metida dentro de los ropajes de su uwagi y contorsionada en el sello del Carnero, con el índice diestro se señalaba la tripa y la cabeza gacha, sus ojos ahora teñidos del color de la sangre ocultos bajo el amplio kasa de paja. Y, si la Protectora del Muelle corría la mala suerte de mirarlo, aunque sólo fuese un instante...
Entonces la ilusión cesó. Y Akame dejó que las incógnitas y la paranoia de la seguridad que parecía haber invadido aquellas tierras, hicieran el resto.
De repente vio movimiento junto a la caseta: el guardia acababa de indicar algo. "Dos", decía. «El "dos" lo tengo claro, quiere que estos cabrones se lleven a dos personas más, ¿pero el "uno" del principio? Debe ser algún tipo de código...» No tenían mucho tiempo para pensar, y aquella necesidad de urgencia se hizo todavía más evidente cuando la que parecía ser la jefa de aquellos "Protectores del Muelle" ordenó que esposaran a Kaido. «Si esa mierda son esposas supresoras, todo el tinglado se nos va a ir al diablo ahora mismo.» Cabía la posibilidad de que fuesen grilletes normales, pero, ¿iba a arriesgarse Uchiha Akame el Profesional a eso?
No, claro que no. Un Profesional nunca jugaba al azar.
«Tres enemigos. Los dos Protectores del Muelle y el guardia de la caseta. Tengo que hacerlo ya.»
—¡Ñieeeeeeeeeeeeeeeeeck!
Kakita Bendō dejó escapar un chillido como el de una rata a la que le hubieran pisado la cola. Luego se encogió sobre sí mismo, bajo el amplio kasa de paja, y trató de revolverse como si le doliera muchísimo la tripa. Incluso se tiró al suelo, buscando armar una escena lo suficientemente inesperada como para atraer la atención de los dos Protectores. Sus manos se movían por su tripa, haciendo aspavientos, pero desde debajo del kasa el muchacho mantenía la mirada fija en los pies de la que parecía a cargo del retén. Si conseguía que se acercara a él lo suficiente, pondría en marcha su improvisado plan, tumbándose del lado contrario al que estaba el llamado Higari y el guardia de la caseta.
—¡Me duele, me duele! —gimoteaba—. ¡Señorita, me duele mucho aquí!
Con la mano izquierda metida dentro de los ropajes de su uwagi y contorsionada en el sello del Carnero, con el índice diestro se señalaba la tripa y la cabeza gacha, sus ojos ahora teñidos del color de la sangre ocultos bajo el amplio kasa de paja. Y, si la Protectora del Muelle corría la mala suerte de mirarlo, aunque sólo fuese un instante...
«Escucharía primero un sonido; suave, amortiguado por la habilidad de un ninja entrenado, pero claro a sus oídos. El sonido de múltiples pasos que bordeaban el retén, entre la niebla, buscando cruzar la imaginaria línea que les separaba. Eran pasos, sin duda, rápidos y precisos que se dirigían a la capital. No se distinguía en ellos la torpeza al andar de un civil o un soldado, ni iban acompañados del tintinear metálico de las armas. Eran pasos de shinobi.
¡Un momento! Fue sólo un momento, pero creyó ver por el rabillo del ojo varias sombras, entre la niebla, que rebasaban su posición aprovechando ¿tal vez? que ella estaba concentrada en los viajeros que intentaban cruzar el retén.»
¡Un momento! Fue sólo un momento, pero creyó ver por el rabillo del ojo varias sombras, entre la niebla, que rebasaban su posición aprovechando ¿tal vez? que ella estaba concentrada en los viajeros que intentaban cruzar el retén.»
Entonces la ilusión cesó. Y Akame dejó que las incógnitas y la paranoia de la seguridad que parecía haber invadido aquellas tierras, hicieran el resto.