19/02/2020, 13:23
Tras inspeccionar la pared le quedó claro que no iba a ser fácil de tirar abajo, e incluso aunque lo consiguiese, si estaban bajo tierra, solo conseguiría que se le cayese toda la habitación encima. En los huecos entre los tablones de madera no había luz ni exterior, sino otro material aún más duro. Se llevó la mano a la barbilla intentando pensar en algo que los ayudase a salir ilesos de aquella.
—¡Gruof!
Se giró en dirección al can, o a donde debería estar por el ladrido, supuso que su confusión sobre el mensaje que le quería transmitir el perro era compartida, porque notó como le mordía la falda y tiraba de ella.
— ¡Hey! Vale, vale, te sigo. — dijo esperando que la soltase y poder salir de ahí sin un vacio en su falda con forma de mordisco de perro.
Akane la llevó a través de la habitación. En un principio, Hana pensó que igual había algo en el sitio donde habían aparecido, una pista que se les hubiese pasado y el can se hubiese dado cuenta ahora.
Pero no. Akane la llevó hasta la pared opuesta. No muy segura de que hubiese un gran cambio, empezó a palpar la superficie en busca de algo diferente, y no tardó en encontrarlo. Se trataba de una puerta metálica con múltiples cerrojos y un pomo.
— Akane-san, ten cuidado, podría haber trampas. — avisó la kunoichi mientras con sumo cuidado inspeccionaba que todos los cerrojos estuviesen abiertos.
Finalmente, con el mismo cuidado de antes y el corazón en la garganta, le dio la vuelta al pomo y abrió lentamente la puerta. Le hubiese dado igual hacerlo de golpe, a decir verdad, porque en cuanto abrió el mínimo resquicio, la luz la cegó y hasta que no la había abierto de todo no se había acostumbrado a la luz.
Desde la puerta solo se veían unas escaleras de cemento que subían. Las malas vibraciones iban en aumento. Se acercó a Akane y se puso a su altura.
— Voy a subir, tú quedate aquí y si me pasa algo vuelve dentro por si aparece tu amo, ¿vale? — sin esperar a que el can le contestase, se puso en pie y subió vigilando sus alrededores.
Al subir se encontraría con una sala de cemento con las paredes llenas de cortes y golpes de todo tipo, pero totalmente vacía. No parecía que hubiese ninguna trampa ni nada fuera de lo normal, solo era una habitación con una puerta exactamente igual a la de abajo. Se acercó a inspeccionar la puerta, al comprobar que podía abrirla llamaría a Akane, si es que le había hecho caso.
— ¡Akane-san! Sube, hay una salida.
La kunoichi había ignorado por completo el interruptor de la luz, centrada en las escaleras y en encontrar una salida.
—¡Gruof!
Se giró en dirección al can, o a donde debería estar por el ladrido, supuso que su confusión sobre el mensaje que le quería transmitir el perro era compartida, porque notó como le mordía la falda y tiraba de ella.
— ¡Hey! Vale, vale, te sigo. — dijo esperando que la soltase y poder salir de ahí sin un vacio en su falda con forma de mordisco de perro.
Akane la llevó a través de la habitación. En un principio, Hana pensó que igual había algo en el sitio donde habían aparecido, una pista que se les hubiese pasado y el can se hubiese dado cuenta ahora.
Pero no. Akane la llevó hasta la pared opuesta. No muy segura de que hubiese un gran cambio, empezó a palpar la superficie en busca de algo diferente, y no tardó en encontrarlo. Se trataba de una puerta metálica con múltiples cerrojos y un pomo.
— Akane-san, ten cuidado, podría haber trampas. — avisó la kunoichi mientras con sumo cuidado inspeccionaba que todos los cerrojos estuviesen abiertos.
Finalmente, con el mismo cuidado de antes y el corazón en la garganta, le dio la vuelta al pomo y abrió lentamente la puerta. Le hubiese dado igual hacerlo de golpe, a decir verdad, porque en cuanto abrió el mínimo resquicio, la luz la cegó y hasta que no la había abierto de todo no se había acostumbrado a la luz.
Desde la puerta solo se veían unas escaleras de cemento que subían. Las malas vibraciones iban en aumento. Se acercó a Akane y se puso a su altura.
— Voy a subir, tú quedate aquí y si me pasa algo vuelve dentro por si aparece tu amo, ¿vale? — sin esperar a que el can le contestase, se puso en pie y subió vigilando sus alrededores.
Al subir se encontraría con una sala de cemento con las paredes llenas de cortes y golpes de todo tipo, pero totalmente vacía. No parecía que hubiese ninguna trampa ni nada fuera de lo normal, solo era una habitación con una puerta exactamente igual a la de abajo. Se acercó a inspeccionar la puerta, al comprobar que podía abrirla llamaría a Akane, si es que le había hecho caso.
— ¡Akane-san! Sube, hay una salida.
La kunoichi había ignorado por completo el interruptor de la luz, centrada en las escaleras y en encontrar una salida.