19/02/2020, 21:12
(Última modificación: 19/02/2020, 21:16 por Taka Kisame. Editado 2 veces en total.)
Se despertó pero aún no había amanecido. Ichiro llevaba desde anoche fuera de casa, estaba de misión. Hacía ya algún tiempo que había solicitado traslado al cuerpo de los ANBU y las misiones que se le encargaban ahora eran más peligrosas y le obligaban a estar aún más tiempo solo. Se vistió en silencio y observó la calle, llovía. Sabía que aquel día le iban a presentar a su nuevo sensei y eso era todo un honor para él. No a todos los genin se les asignaba uno y muchos solían acabar buscándose la vida por su cuenta, como él mismo había hecho hasta el día de hoy....
Calzó sus tabi y engulló medio cuenco de gachas del día anterior, no quería comer demasiado, seguro que el entrenamiento sería duro. Como cada mañana, abandonó su domicilio y acudió a casa de la anciana Kata para prepararle la medicina y el desayuno sobre la mesilla de noche. Aquella mujer lo era prácticamente todo en cuanto a lo que figura materna se refería. Pero hoy no esperó a que se despertara, tenía cosas que hacer. Paseó por la aldea varias horas, esperando a que abrieran el establecimiento en el que había sido citado. No le importaba el nombre, pero conocía la ubicación. Calentó el cuerpo y se desperezó en el tejado del mismo. Aquel hombre debía llegar de un minuto a otro, así que entró al local.
La diligencia y corrección del camarero junto con su sobriedad y sequedad en los tratos hicieron que le despachara quizás más rápido de lo habitual y se sentara en una mesa esquinera alejada de cualquiera. No tardó mucho en ver entrar a un hombre. Era joven, pelo castaño y expresión cansada, como la de él. Llevaba la bandana en el hombro y utilizaba el uniforme oficial, qué aburrido. Por su chapita se podía deducir que era un chuunin. Apenas tenía barba para tener esa edad y lo cierto es que lucía aburrido, como si la vida le diera pereza. Eso le recordaba a él mismo en ocasiones, parecía que iban a conectar, al menos eso parecía en un primer momento. No iba a ser su único alumno, así que se limitó a vigilarlo de lejos durante un largo rato.
Pasaban los minutos, el tiempo. Nadie más llegaba pero Kisame no se impacientaba. El pelinegro sabía que el grueso de los genin eran irresponsables y holgazanes a la hora de dormir y mucho más aún al levantarse, parecía que muy pocos anhelaban realmente ser ANBU como él o su padre. Una disciplina férrea y unas formas refinadas... Preciso, quirúrgico.
Una niña irrumpió en el local, totalmente sonrojada por el calor y la respiración agitada. Parecía que había venido corriendo a toda velocidad... Vaya, qué sorpresa, Himura Ren. A aquella chica la conocía bien, habían trabajado juntos no hacía mucho en Yachi. Terminó su té de un trago y se acercó a la mesa donde estaba su futuro sensei. Le dedicó una mirada fría a él y a Ren.
-Himura-san -Dijo reverenciando educadamente a la chica, luego se volvió a su maestro, o al que pensaba que lo sería -Sensei -Repitió la inclinación a modo de saludo -Creo que estamos todos... -Concluyó mirando alternativamente a ambos.
Calzó sus tabi y engulló medio cuenco de gachas del día anterior, no quería comer demasiado, seguro que el entrenamiento sería duro. Como cada mañana, abandonó su domicilio y acudió a casa de la anciana Kata para prepararle la medicina y el desayuno sobre la mesilla de noche. Aquella mujer lo era prácticamente todo en cuanto a lo que figura materna se refería. Pero hoy no esperó a que se despertara, tenía cosas que hacer. Paseó por la aldea varias horas, esperando a que abrieran el establecimiento en el que había sido citado. No le importaba el nombre, pero conocía la ubicación. Calentó el cuerpo y se desperezó en el tejado del mismo. Aquel hombre debía llegar de un minuto a otro, así que entró al local.
La diligencia y corrección del camarero junto con su sobriedad y sequedad en los tratos hicieron que le despachara quizás más rápido de lo habitual y se sentara en una mesa esquinera alejada de cualquiera. No tardó mucho en ver entrar a un hombre. Era joven, pelo castaño y expresión cansada, como la de él. Llevaba la bandana en el hombro y utilizaba el uniforme oficial, qué aburrido. Por su chapita se podía deducir que era un chuunin. Apenas tenía barba para tener esa edad y lo cierto es que lucía aburrido, como si la vida le diera pereza. Eso le recordaba a él mismo en ocasiones, parecía que iban a conectar, al menos eso parecía en un primer momento. No iba a ser su único alumno, así que se limitó a vigilarlo de lejos durante un largo rato.
Pasaban los minutos, el tiempo. Nadie más llegaba pero Kisame no se impacientaba. El pelinegro sabía que el grueso de los genin eran irresponsables y holgazanes a la hora de dormir y mucho más aún al levantarse, parecía que muy pocos anhelaban realmente ser ANBU como él o su padre. Una disciplina férrea y unas formas refinadas... Preciso, quirúrgico.
Una niña irrumpió en el local, totalmente sonrojada por el calor y la respiración agitada. Parecía que había venido corriendo a toda velocidad... Vaya, qué sorpresa, Himura Ren. A aquella chica la conocía bien, habían trabajado juntos no hacía mucho en Yachi. Terminó su té de un trago y se acercó a la mesa donde estaba su futuro sensei. Le dedicó una mirada fría a él y a Ren.
-Himura-san -Dijo reverenciando educadamente a la chica, luego se volvió a su maestro, o al que pensaba que lo sería -Sensei -Repitió la inclinación a modo de saludo -Creo que estamos todos... -Concluyó mirando alternativamente a ambos.