21/02/2020, 11:32
Su sensei le pasó un vaso de agua e inmediatamente se puso con los libros, directa al grano, sin comentar la falta de fuerza física que tenía la rubia. Hana cogió el vaso de agua y lo dejó vacio en tres largos tragos, pasando a escuchar atentamente lo que su sensei tenía que decirle.
—Tengo dos libros aquí, uno es de introducción, pero probablemente te sirva para repasar, el otro es algo más avanzado, contiene algunas técnicas y consejos sobre cómo usar mejor las que podrías saber.
La Uzumaki miraba con cariño los libros.
—Eran de mi padre, por eso están tan deteriorados. Cuando los termines, ven a verme, ¿vale?
Al ver como acariciaba la cubierta la pelirroja, su primer reflejo fue decirle que no hacía falta, que podría apañarse con los libros de la academia, aunque sabía que allí no había nada avanzado. Pero sabía que si decía algo así, Eri se enfadaría y acabaría llevandose los libros y un sermón sobre ser responsable y dejar de comportarse como una niña. Pero tenía miedo, ¿y si le pasaba algo a los libros bajo su tutela? Eran reliquias familiares para Eri. Y no es que les quedase mucha vida por delante.
Posó su mano sobre la tapa de uno de los libros, con cuidado, como si fuesen a deshacerse por su contacto.
— Muy bien. Cuando acabe, ¿vengo aquí? — preguntó con la misma cautela con la que tocaba los libros.
—Tengo dos libros aquí, uno es de introducción, pero probablemente te sirva para repasar, el otro es algo más avanzado, contiene algunas técnicas y consejos sobre cómo usar mejor las que podrías saber.
La Uzumaki miraba con cariño los libros.
—Eran de mi padre, por eso están tan deteriorados. Cuando los termines, ven a verme, ¿vale?
Al ver como acariciaba la cubierta la pelirroja, su primer reflejo fue decirle que no hacía falta, que podría apañarse con los libros de la academia, aunque sabía que allí no había nada avanzado. Pero sabía que si decía algo así, Eri se enfadaría y acabaría llevandose los libros y un sermón sobre ser responsable y dejar de comportarse como una niña. Pero tenía miedo, ¿y si le pasaba algo a los libros bajo su tutela? Eran reliquias familiares para Eri. Y no es que les quedase mucha vida por delante.
Posó su mano sobre la tapa de uno de los libros, con cuidado, como si fuesen a deshacerse por su contacto.
— Muy bien. Cuando acabe, ¿vengo aquí? — preguntó con la misma cautela con la que tocaba los libros.