24/02/2020, 19:49
(Última modificación: 24/02/2020, 19:50 por Himura Ren.)
— Eso te convierte a ti en princesa de Amegakure, listilla. — le devolvió Hana con una amplia sonrisa.
— ¿Princesa? Para eso prefiero un titulo grande y pesado como Shogun o similar — respondió sin tapujos con sus tonterías habituales; mientras aprovechaba para vestirse, se dejó igualmente el kimono encima, pero si bajabas la mirada hasta sus pies, un par de zapatillas deportivas blancas rompían la magia.
— Entonces nos paramos en el primer puesto que veamos ¿no?
Hana caminó sin ningún problema y Ren se limitó a esperar a que llegar a la puerta, por si le molestaba demasiado y prefería cambiar de opinión, pero no fue así. Por lo que metió el abultado monedero en un bolsillo interior de su kimono, y ando hasta ella.
Antes de irse, guardó el barreño debajo de la cama, en el rincón que menos se viese. Cuando volviese ya lo recuperaría, el saber que prácticamente ya era suyo la tranquilizaba lo suficiente para centrarse en su hambre.
— ¿Vamos?
— Si — asintió algo ilusionada, ahora solo quedaba que la lluvia no les arruinara la noche, como hizo con el día. — Pero procura no torcerte ahora el otro tobillo — añadió con una tonta risa al final.
— ¿Princesa? Para eso prefiero un titulo grande y pesado como Shogun o similar — respondió sin tapujos con sus tonterías habituales; mientras aprovechaba para vestirse, se dejó igualmente el kimono encima, pero si bajabas la mirada hasta sus pies, un par de zapatillas deportivas blancas rompían la magia.
— Entonces nos paramos en el primer puesto que veamos ¿no?
Hana caminó sin ningún problema y Ren se limitó a esperar a que llegar a la puerta, por si le molestaba demasiado y prefería cambiar de opinión, pero no fue así. Por lo que metió el abultado monedero en un bolsillo interior de su kimono, y ando hasta ella.
Antes de irse, guardó el barreño debajo de la cama, en el rincón que menos se viese. Cuando volviese ya lo recuperaría, el saber que prácticamente ya era suyo la tranquilizaba lo suficiente para centrarse en su hambre.
— ¿Vamos?
— Si — asintió algo ilusionada, ahora solo quedaba que la lluvia no les arruinara la noche, como hizo con el día. — Pero procura no torcerte ahora el otro tobillo — añadió con una tonta risa al final.