25/02/2020, 23:06
— Oh, un buen ramen caliente después de tanto frío bajo la lluvia tiene que ser casi divino. Aunque si por mí fuera, seguía metida en el agua hirviente de aquella bañera; me ha sabido a tan poco esa media hora...
— ¿Quieres que al volver preguntemos si nos dejan entrar otra vez? Aunque yo te miro desde fuera, no me apetece meter el tobillo en agua caliente de nuevo, ya me arde de por sí. — comentó mientras se acercaba al puesto con Ren, aceptando en doloroso silencio que le hubiese soltado la mano.
Al pasar la tela que separaba la calle del interior del puesto de ramen el olor les daría un golpe que ni el más salvaje de los kusajines. Olía a carne, a huevo y a ramen caliente, se podía percibir todas las especias que usaban en ese olor.
Enfrente de la entrada estaba la barra, con cinco taburetes, todos ocupados. A la izquierda quedaba la cocina, la cual estaba rodeada por la barra, a la derecha había hasta cuatro mesas, cada una para una pareja. Como si Shiona-sama la hubiese bendecido, Hana contempló las mesas, todas vacías. Las personas que estaban sentados en los taburetes ni se inmutaron por la presencia de las kunoichis, comiendo tranquilamente.
Un hombre calvo atendía el lugar mientras una mujer joven con el pelo marrón y una breve coleta baja se encargaba de la cocina. El hombre sí que reaccionó, dedicandoles una sonrisa y haciendo un gesto hacia las mesas. Hana asintió en silencio devolviendole la sonrisa.
— Parece que hemos tenido suerte, no parece que nadie nos vaya a quitar el sitio. ¿Dónde quieres sentarte? — anduvo lentamente hacia las mesas esperando que Ren se adelantara y eligiera.
— ¿Quieres que al volver preguntemos si nos dejan entrar otra vez? Aunque yo te miro desde fuera, no me apetece meter el tobillo en agua caliente de nuevo, ya me arde de por sí. — comentó mientras se acercaba al puesto con Ren, aceptando en doloroso silencio que le hubiese soltado la mano.
Al pasar la tela que separaba la calle del interior del puesto de ramen el olor les daría un golpe que ni el más salvaje de los kusajines. Olía a carne, a huevo y a ramen caliente, se podía percibir todas las especias que usaban en ese olor.
Enfrente de la entrada estaba la barra, con cinco taburetes, todos ocupados. A la izquierda quedaba la cocina, la cual estaba rodeada por la barra, a la derecha había hasta cuatro mesas, cada una para una pareja. Como si Shiona-sama la hubiese bendecido, Hana contempló las mesas, todas vacías. Las personas que estaban sentados en los taburetes ni se inmutaron por la presencia de las kunoichis, comiendo tranquilamente.
Un hombre calvo atendía el lugar mientras una mujer joven con el pelo marrón y una breve coleta baja se encargaba de la cocina. El hombre sí que reaccionó, dedicandoles una sonrisa y haciendo un gesto hacia las mesas. Hana asintió en silencio devolviendole la sonrisa.
— Parece que hemos tenido suerte, no parece que nadie nos vaya a quitar el sitio. ¿Dónde quieres sentarte? — anduvo lentamente hacia las mesas esperando que Ren se adelantara y eligiera.