2/03/2020, 20:34
Ebisu atendió a la disculpa de Ren y a la —muy peculiar— forma de justificarse de Kisame mientras se frotaba los ojos y bostezaba sin decoro. Luego echó un vistazo al cartel de la cafetería donde se listaban los distintos tipos de cafés, así como chocolate y otras bebidas calientes. Afuera la lluvia no daba tregua y el día parecía que empeoraría notablemente, de modo que un cafetito caliente era una buena forma de combatir el frío y la humedad. El chūnin volvió su mirada hacia sus alumnos después, como si fuese demasiado vago como para darse prisa, a pesar de que ya llevaban una hora de retraso.
—Bueno, a ver, vamos a dejar varias cosas claras porque ya estoy viendo que si no esto va a ser una lata —dijo, incorporándose en su asiento—. Yo soy Momochi Ebisu, chūnin de la Lluvia por la gracia de Yui-sama, que Amenokami la guarde y le preserve su excelente humor y su bondadoso carácter —apostilló con cierto rintintín—. Por avatares del destino y desafortunadas coincidencias que no vienen al caso, me han encargado que os coja y haga de vosotros dos ninjas hechos y derechos de los que la Aldea no tenga que avergonzarse frente a clientes, señores feudales y shinobi extranjeros.
Ebisu suspiró, cogiendo los dos expedientes que había dispuesto en la mesa frente a él. Eran dos carpetas muy finas, con pocos documentos, y cada una llevaba una etiqueta con el nombre completo de Ren o Kisame, respectivamente.
—Todo esto de la jerarquía a mí me parece una lata, pero la alternativa es la anarquía y eso es más coñazo todavía. Así que vamos a poner todos un poquito de nuestra parte para que este equipo no sea una casa de putas, ¿eh? —miró a Ren—. Tú, con la primera paga que pilles cómprate un despertador —se giró hacia Kisame—. Y tú, déjate de pamplinas, hombre, que ya pareces mayorcito. ¿Si tu compañera se tira por un pozo tú te tiras también? —era una pregunta evidentemente retórica—. Pues eso, macho, si ella llega tarde pues es su problema. ¿Por qué te vas a arriesgar a que yo fuese un sensei cabrón y te castigase a ti también, si tú habías llegado a tiempo?
Ebisu volvió a suspirar. No parecía molesto, sino hastiado. Hastiado de tener que hablar tanto.
—Y coño, ya que vas a pedir disculpas, déjate de coletillas y puyitas. Que pareces nuevo. Anda que si te llega a tocar alguno de mis compañeros como sensei, se te iban a romper los brazos de hacer flexiones bajo la lluvia —el chūnin miró su reloj digital. Las once y diez—. Como vamos justos de tiempo, nos vamos a ahorrar la charlita reglamentaria sobre vuestro traumático pasado y cómo os infundió determinación para ser Arashikages o qué sé yo, ¿vale? Concentrémonos en las dos misiones de hoy.
Un pergamino con la letra "D" inscrita en el sello apareció repentinamente en la mano enguatada del sensei, ante la —probablemente— atónita mirada de los genin. Sin embargo, no lo abrió directamente, sino que miró a Ren y con la otra señaló el cartel con la carta de bebidas.
—Primera misión para ti, Himura Ren, rango D: tráeme un capuccino doble —dejó el pergamino sobre la mesa—. Ahora hablamos de la otra.
—Bueno, a ver, vamos a dejar varias cosas claras porque ya estoy viendo que si no esto va a ser una lata —dijo, incorporándose en su asiento—. Yo soy Momochi Ebisu, chūnin de la Lluvia por la gracia de Yui-sama, que Amenokami la guarde y le preserve su excelente humor y su bondadoso carácter —apostilló con cierto rintintín—. Por avatares del destino y desafortunadas coincidencias que no vienen al caso, me han encargado que os coja y haga de vosotros dos ninjas hechos y derechos de los que la Aldea no tenga que avergonzarse frente a clientes, señores feudales y shinobi extranjeros.
Ebisu suspiró, cogiendo los dos expedientes que había dispuesto en la mesa frente a él. Eran dos carpetas muy finas, con pocos documentos, y cada una llevaba una etiqueta con el nombre completo de Ren o Kisame, respectivamente.
—Todo esto de la jerarquía a mí me parece una lata, pero la alternativa es la anarquía y eso es más coñazo todavía. Así que vamos a poner todos un poquito de nuestra parte para que este equipo no sea una casa de putas, ¿eh? —miró a Ren—. Tú, con la primera paga que pilles cómprate un despertador —se giró hacia Kisame—. Y tú, déjate de pamplinas, hombre, que ya pareces mayorcito. ¿Si tu compañera se tira por un pozo tú te tiras también? —era una pregunta evidentemente retórica—. Pues eso, macho, si ella llega tarde pues es su problema. ¿Por qué te vas a arriesgar a que yo fuese un sensei cabrón y te castigase a ti también, si tú habías llegado a tiempo?
Ebisu volvió a suspirar. No parecía molesto, sino hastiado. Hastiado de tener que hablar tanto.
—Y coño, ya que vas a pedir disculpas, déjate de coletillas y puyitas. Que pareces nuevo. Anda que si te llega a tocar alguno de mis compañeros como sensei, se te iban a romper los brazos de hacer flexiones bajo la lluvia —el chūnin miró su reloj digital. Las once y diez—. Como vamos justos de tiempo, nos vamos a ahorrar la charlita reglamentaria sobre vuestro traumático pasado y cómo os infundió determinación para ser Arashikages o qué sé yo, ¿vale? Concentrémonos en las dos misiones de hoy.
Un pergamino con la letra "D" inscrita en el sello apareció repentinamente en la mano enguatada del sensei, ante la —probablemente— atónita mirada de los genin. Sin embargo, no lo abrió directamente, sino que miró a Ren y con la otra señaló el cartel con la carta de bebidas.
—Primera misión para ti, Himura Ren, rango D: tráeme un capuccino doble —dejó el pergamino sobre la mesa—. Ahora hablamos de la otra.