4/03/2020, 11:23
— Vale, me parece bien — todavía algo molesta, miró lo largo y ancho de la calle; la lluvia por fín se había despejado en aquella noche, por lo que las calles comenzaban a poblarse poco a poco y algunos negocios comenzaban a tener más clientela.
Ahora tenia dos problemas; el primero ya era viejo, y es que le costaba decidirse y el segundo era nuevo, Hana estaba tan emocionada como un cachorro y Ren quería elegir algo que realmente fuera de su agrado. Diversos puestos callejeros se extendían por la calle hasta que uno por fín llamo su atención. No muy lejos de ellas, un anciano vendía dulces tradicionales desde una pequeña ventana. Tras acercarse a aquel local, esperaron tras a quien estaban atendiendo, y la vista de aquel sitio era aun más pintoresca de cerca.
Solo se trataba de una especie de ventana con un anciano apoyado sobre una tabla de madera; había dividido la puerta en una parte superior y otra inferior, y añadido una tabla a modo de barra hacia dentro del local. El interior era también pequeño, había algunos pequeños fogones y junto con un hombre algo fornido cocinando en ellos; en un lateral había una puerta y por debajo de las mesas se podían observar cajas de diversos productos. Además, en la parte de arriba de por donde asomaba el tendero y en un lateral, los cristales dejaban ver un sin fin de diversos colores, muchos de ellos productos manufacturados.
— ¡Muchas gracias por los tayakis! — dijo la niña que estaba delante de ellas, despidiendose con una bolsa de papel entre las manos del anciano. Aquel hombre tenia unas cejas ligeramente pobladas y los ojos bastante cerrados, las arrugas bañaban todo su frente y una densa barba grisácea ocultaba la mitad de su rostro, transmitía a gritos amor y cariño por su trabajo.
— Un placer pequeña. ¡Y ten cuidado de no caerte esta vez! — añadio con una ronca risa desde el pequeño taburete sobre el que estaba sentado. — ¡Buenas noches! ¿Os apetecen unos Tayakis de la pequeña Mini Tienda? Tenemos de muchos sabores aparte del los tradicionales frijoles rojos. Chocolate, fresa, crema... ¡Hay que saber reinventarse! ¡Hohohoho! — dijo con una amplia sonrisa hacia las genins, que solo se podía discernir en la parte del bigote de su barba.
Ahora tenia dos problemas; el primero ya era viejo, y es que le costaba decidirse y el segundo era nuevo, Hana estaba tan emocionada como un cachorro y Ren quería elegir algo que realmente fuera de su agrado. Diversos puestos callejeros se extendían por la calle hasta que uno por fín llamo su atención. No muy lejos de ellas, un anciano vendía dulces tradicionales desde una pequeña ventana. Tras acercarse a aquel local, esperaron tras a quien estaban atendiendo, y la vista de aquel sitio era aun más pintoresca de cerca.
Solo se trataba de una especie de ventana con un anciano apoyado sobre una tabla de madera; había dividido la puerta en una parte superior y otra inferior, y añadido una tabla a modo de barra hacia dentro del local. El interior era también pequeño, había algunos pequeños fogones y junto con un hombre algo fornido cocinando en ellos; en un lateral había una puerta y por debajo de las mesas se podían observar cajas de diversos productos. Además, en la parte de arriba de por donde asomaba el tendero y en un lateral, los cristales dejaban ver un sin fin de diversos colores, muchos de ellos productos manufacturados.
— ¡Muchas gracias por los tayakis! — dijo la niña que estaba delante de ellas, despidiendose con una bolsa de papel entre las manos del anciano. Aquel hombre tenia unas cejas ligeramente pobladas y los ojos bastante cerrados, las arrugas bañaban todo su frente y una densa barba grisácea ocultaba la mitad de su rostro, transmitía a gritos amor y cariño por su trabajo.
— Un placer pequeña. ¡Y ten cuidado de no caerte esta vez! — añadio con una ronca risa desde el pequeño taburete sobre el que estaba sentado. — ¡Buenas noches! ¿Os apetecen unos Tayakis de la pequeña Mini Tienda? Tenemos de muchos sabores aparte del los tradicionales frijoles rojos. Chocolate, fresa, crema... ¡Hay que saber reinventarse! ¡Hohohoho! — dijo con una amplia sonrisa hacia las genins, que solo se podía discernir en la parte del bigote de su barba.