6/03/2020, 16:54
— ¿De que es el tuyo ahora?
Respondería a esa pregunta, pero seguramente no era la respuesta que Ren esperaba. Hana no pudo contenerse más, apretó la mano en la que tenia el dulce con forma de pescado tras haberle dado un solo mordisco. El relleno, de color amarillento, se le derramo por toda la mano y cayó al suelo con la lentitud que caracterizaba esa viscosidad.
— ¡Un fraude, eso es lo que es! ¡Si hace un puesto de tiro con shuriken que ponga shuriken de verdad! ¡No! Tenía que usar shuriken de mierda de goma espuma que no valían para nada. ¡Es que encima ni siquiera se pegaban como deberían! Seguro que lleva con ese oso viente años, porque total, es completamente imposible ganar esa mierda. ¡Me parece muy injusto y las villas no deberían permitir estas cosas! Ese señor es un estafador. Porque si te vende que puedes conseguir el panda y no puedes, es fraude, claramente. Debería ser minimamente posible, y no lo es. ¡Por Kami-sama! Que es un puesto que frecuentan los niños. Niños a los que tima este malechor. ¡YO QUERÍA MI PANDA!
Y así acabó el discurso, después de haber aplastado y destripado del todo el pez que había tenido en la mano, que ahora no era más que un manchurrón en el suelo y un montón de trozos en un mar de crema. Miró a Ren, al borde del llanto, ya no sabía si era de tristeza, de ira o de ambas.
Mientras había estado hablando la había sobrecogido un enfado sin precedentes, le hubiese encantado llevarse ese aparatoso panda a casa, incluso hubiese cargado con él más feliz que un niño con una piruleta. Y ahora se iba sin el panda, y tarde o temprano tendría que separarse de Ren y no tendría un peluche tamaño real para recordarla. Había intentado no mover la mano para no manchar nada, bastante habían tenido aquel día, pero le empezaban a picar los ojos y se veía o soltandole la mano a Ren o llenandose la cara de crema. Lo cual solo la desesperó más, mientras las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas, incapaz de articular otra palabra.
Respondería a esa pregunta, pero seguramente no era la respuesta que Ren esperaba. Hana no pudo contenerse más, apretó la mano en la que tenia el dulce con forma de pescado tras haberle dado un solo mordisco. El relleno, de color amarillento, se le derramo por toda la mano y cayó al suelo con la lentitud que caracterizaba esa viscosidad.
— ¡Un fraude, eso es lo que es! ¡Si hace un puesto de tiro con shuriken que ponga shuriken de verdad! ¡No! Tenía que usar shuriken de mierda de goma espuma que no valían para nada. ¡Es que encima ni siquiera se pegaban como deberían! Seguro que lleva con ese oso viente años, porque total, es completamente imposible ganar esa mierda. ¡Me parece muy injusto y las villas no deberían permitir estas cosas! Ese señor es un estafador. Porque si te vende que puedes conseguir el panda y no puedes, es fraude, claramente. Debería ser minimamente posible, y no lo es. ¡Por Kami-sama! Que es un puesto que frecuentan los niños. Niños a los que tima este malechor. ¡YO QUERÍA MI PANDA!
Y así acabó el discurso, después de haber aplastado y destripado del todo el pez que había tenido en la mano, que ahora no era más que un manchurrón en el suelo y un montón de trozos en un mar de crema. Miró a Ren, al borde del llanto, ya no sabía si era de tristeza, de ira o de ambas.
Mientras había estado hablando la había sobrecogido un enfado sin precedentes, le hubiese encantado llevarse ese aparatoso panda a casa, incluso hubiese cargado con él más feliz que un niño con una piruleta. Y ahora se iba sin el panda, y tarde o temprano tendría que separarse de Ren y no tendría un peluche tamaño real para recordarla. Había intentado no mover la mano para no manchar nada, bastante habían tenido aquel día, pero le empezaban a picar los ojos y se veía o soltandole la mano a Ren o llenandose la cara de crema. Lo cual solo la desesperó más, mientras las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas, incapaz de articular otra palabra.