7/03/2020, 00:12
— H-Hey Hana tranquila... Has conseguido este peluche tan mono. Yo he conseguido la cutrez esa de llaveros; no nos hemos ido con las manos vacías por lo menos. Ya volveremos en otra ocasión y conseguiremos ese oso; y si no esta... Bueno ¡ya buscaremos uno incluso más grande!
Era plenamente consciente de que Ren decía eso para nada más que consolarla, sabía que era mentira. Nunca jamás volvería a ver un peluche de panda de ese tamaño al alcance de su mano, sin embargo, se negaba a pagarlo con la amejin, por el momento. No se hacía responsable de lo que pasase a lo largo de la noche. Apretó los dientes y los mofletes para aguantarse tanto como fuese posible mientras Ren la arrastraba dentro de la posada.
Se sacudió la mano manchada de crema antes de entrar por la puerta, aunque aún la sentía bastante pegajosa. Lo bueno de aquello es que se le había cerrado del todo el estomago, no quería probar bocado en una semana. Ni eso, en un mes.
Hana miraba la espalda de Ren, que iba ligeramente más adelantada que ella, liderando la marcha mientras tiraba de su mano. La rubia se quedó cerca de la morena, pero no demasiado, a la distancia justa para que no lo interpretase como que quería alejarse pero no tanta como para chocar si paraba de golpe. Estaba especialmente atenta a esos detalles ahora que tenía la mente llena de ira y contención.
Más detalles, el baile de la coleta de Ren, la preocupación en su mirada cada vez que le dedicaba una mirada para ver como estaba, el calor de su agarre, el latido desbocado en su pecho, por la cercanía de Ren y por la frustración que sentía. Cada vez más cerca de que de un bote mal dado se le saliese el corazón por la boca.
Cuando atravesaron el marco de la puerta de su habitación, Hana simplemente se echó a llorar, incapaz de procesar todo lo que le pasaba, ni siquiera dijo nada, solo se quedó ahí de pie, las lágrimas cayendo libres por su rostro.
Era plenamente consciente de que Ren decía eso para nada más que consolarla, sabía que era mentira. Nunca jamás volvería a ver un peluche de panda de ese tamaño al alcance de su mano, sin embargo, se negaba a pagarlo con la amejin, por el momento. No se hacía responsable de lo que pasase a lo largo de la noche. Apretó los dientes y los mofletes para aguantarse tanto como fuese posible mientras Ren la arrastraba dentro de la posada.
Se sacudió la mano manchada de crema antes de entrar por la puerta, aunque aún la sentía bastante pegajosa. Lo bueno de aquello es que se le había cerrado del todo el estomago, no quería probar bocado en una semana. Ni eso, en un mes.
Hana miraba la espalda de Ren, que iba ligeramente más adelantada que ella, liderando la marcha mientras tiraba de su mano. La rubia se quedó cerca de la morena, pero no demasiado, a la distancia justa para que no lo interpretase como que quería alejarse pero no tanta como para chocar si paraba de golpe. Estaba especialmente atenta a esos detalles ahora que tenía la mente llena de ira y contención.
Más detalles, el baile de la coleta de Ren, la preocupación en su mirada cada vez que le dedicaba una mirada para ver como estaba, el calor de su agarre, el latido desbocado en su pecho, por la cercanía de Ren y por la frustración que sentía. Cada vez más cerca de que de un bote mal dado se le saliese el corazón por la boca.
Cuando atravesaron el marco de la puerta de su habitación, Hana simplemente se echó a llorar, incapaz de procesar todo lo que le pasaba, ni siquiera dijo nada, solo se quedó ahí de pie, las lágrimas cayendo libres por su rostro.