8/03/2020, 21:12
(Última modificación: 8/03/2020, 21:14 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—No, no, no. No la dejé. ¡Me dejó ella a mí! —les corrigió Datsue, después de admitir que ese supuesto amigo era, efectivamente, él mismo—. Es que… Es que ella no se acordaba de nada, ¿comprendéis? Ni de nuestra relación, ni de mí… Ni de nada de su vida. Ella quería experimentar, conocerse a sí misma, y para eso… Para eso me dijo que tenía que hacerlo sola.
—Uff... —resopló Ayame. De sólo imaginar una situación así se le formaba un terrible nudo en la garganta: Que la persona a la que quieres de repente no te recuerde, ni se acuerde de todo lo que habéis vivido juntos... Era algo que no le desearía ni a su peor enemigo.
—Y ahora Urami se cruzó en mi vida y… Y joder, la quiero, claro que la quiero. Y yo había pasado página. Os lo juro. Últimamente estaba quedando con Aiko, como amigos. Sin más. Pero de repente me suelta esto y…
—Eh, Hijo. Yo tengo una solución a tu problema —volvió a intervenir Shukaku—. Sí, sí. Mira... sales con las dos, ¡y asunto solucionado! ¡JIA JIA JIA!
—Como último consejo... no pienses sólo en ti mismo —intervino Daruu—. Ni hagas algo sólo por obligación. Si de verdad quieres a la tal Urami, entonces no tiene sentido romper algo nuevo cuando lo viejo viene a llamarte a la puerta, ¿no? ¿Y la pobre Urami, qué? ¿Te gustó cómo te sentiste tú cuando Aiko te dejó? ¿Quieres que sienta ella lo mismo?
—Y, hagas lo que hagas, ni se te ocurra hacerle caso a Shukaku —se apresuró a añadir Ayame, pálida ante la suposición que había lanzado el bijū.
—Uff... —resopló Ayame. De sólo imaginar una situación así se le formaba un terrible nudo en la garganta: Que la persona a la que quieres de repente no te recuerde, ni se acuerde de todo lo que habéis vivido juntos... Era algo que no le desearía ni a su peor enemigo.
—Y ahora Urami se cruzó en mi vida y… Y joder, la quiero, claro que la quiero. Y yo había pasado página. Os lo juro. Últimamente estaba quedando con Aiko, como amigos. Sin más. Pero de repente me suelta esto y…
—Eh, Hijo. Yo tengo una solución a tu problema —volvió a intervenir Shukaku—. Sí, sí. Mira... sales con las dos, ¡y asunto solucionado! ¡JIA JIA JIA!
—Como último consejo... no pienses sólo en ti mismo —intervino Daruu—. Ni hagas algo sólo por obligación. Si de verdad quieres a la tal Urami, entonces no tiene sentido romper algo nuevo cuando lo viejo viene a llamarte a la puerta, ¿no? ¿Y la pobre Urami, qué? ¿Te gustó cómo te sentiste tú cuando Aiko te dejó? ¿Quieres que sienta ella lo mismo?
—Y, hagas lo que hagas, ni se te ocurra hacerle caso a Shukaku —se apresuró a añadir Ayame, pálida ante la suposición que había lanzado el bijū.