9/03/2020, 18:25
—Así ya lo sabes para el año que viene, y me gustan las sorpresas
¿Sorpresas? Eri no sabía la puerta que acababa de abrir. Si era sobre montar fiestas sorpresa, Hana era la más dedicada, cualquier fiesta planificada por el más fiestero de los fiesteros, digamos Uchiha Datsue por decir un nombre aleatorio de Uzushiogakure, quedaba a la altura del betún. Iba a hacer una macrofiesta, una megafiesta, a la altura del Uzukage.
— Me lo apunto entonces.
—Uhm... Ese puesto de Karaoke parece animado, ¿vamos?
El puesto de karaoke era básicamente un escenario a medio metro de altura con escalones a un lado y un par de microfonos con cable y dos chicos cantando con ellos. Delante del escenario un par de docenas de chicas estaban animando y alabando la obra músical. Uno de los chicos era rubio, pelo corto, ojos azules y su rostro era hermoso, pero hermoso, sin un solo defecto, ni un grano, ni una cicatriz, una tez cuya suavidad podías palpar con los ojos, transcendiendo los sentidos. Su mirada era como el mar arremolinado que rodeaba la peninsula que era su villa, de un azul profundo. Su voz era aterciopelada, con tono suave y cantaba como un angel, al mismo tiempo que se movía por el escenario con soltura y elegancia.
El otro, de pelo marrón, era más serio y su belleza residía en su masculinidad. Llevaba una barba corta y elegante, que se juntaba con su bigote. Hana siempre había pensado que el bigote era algo horrible, a la mayoría de hombres les sentaba fatal según su punto de vista, pero en aquel chico, hasta el bigote parecía elegante. Su tez era morena y tenía un par de pequeñas cicatrices en el rostro, una en la mejilla derecha y otra sobre la ceja izquierda.
Ambos vestían yukatas, el barbudo de color rojo oscuro y su compañero de color rosado parecido al de los cerezos. Al acabar de cantar, el público rompió en aplausos.
— Eri-san, no creo que podamos igualar su actuación. — le confesó la rubia sin quitar el ojo al rubio, que le devolvió la mirada fijamente.
¿Sorpresas? Eri no sabía la puerta que acababa de abrir. Si era sobre montar fiestas sorpresa, Hana era la más dedicada, cualquier fiesta planificada por el más fiestero de los fiesteros, digamos Uchiha Datsue por decir un nombre aleatorio de Uzushiogakure, quedaba a la altura del betún. Iba a hacer una macrofiesta, una megafiesta, a la altura del Uzukage.
— Me lo apunto entonces.
—Uhm... Ese puesto de Karaoke parece animado, ¿vamos?
El puesto de karaoke era básicamente un escenario a medio metro de altura con escalones a un lado y un par de microfonos con cable y dos chicos cantando con ellos. Delante del escenario un par de docenas de chicas estaban animando y alabando la obra músical. Uno de los chicos era rubio, pelo corto, ojos azules y su rostro era hermoso, pero hermoso, sin un solo defecto, ni un grano, ni una cicatriz, una tez cuya suavidad podías palpar con los ojos, transcendiendo los sentidos. Su mirada era como el mar arremolinado que rodeaba la peninsula que era su villa, de un azul profundo. Su voz era aterciopelada, con tono suave y cantaba como un angel, al mismo tiempo que se movía por el escenario con soltura y elegancia.
El otro, de pelo marrón, era más serio y su belleza residía en su masculinidad. Llevaba una barba corta y elegante, que se juntaba con su bigote. Hana siempre había pensado que el bigote era algo horrible, a la mayoría de hombres les sentaba fatal según su punto de vista, pero en aquel chico, hasta el bigote parecía elegante. Su tez era morena y tenía un par de pequeñas cicatrices en el rostro, una en la mejilla derecha y otra sobre la ceja izquierda.
Ambos vestían yukatas, el barbudo de color rojo oscuro y su compañero de color rosado parecido al de los cerezos. Al acabar de cantar, el público rompió en aplausos.
— Eri-san, no creo que podamos igualar su actuación. — le confesó la rubia sin quitar el ojo al rubio, que le devolvió la mirada fijamente.