14/03/2020, 15:01
(Última modificación: 19/03/2020, 00:01 por Amedama Daruu. Editado 2 veces en total.)
Zetsuo, por otro lado, se tomaba las cosas con toda la parsimonia del mundo. Porque era, de facto, quien tenía el reloj de arena entre sus dedos. «Así es como un shinobi debe luchar. Así es como un médico puede hacer frente a otros shinobi en un campo de batalla», se congratuló a sí mismo, mostrándole a Ayame una media sonrisa.
—¿Un delfín, eh? —dijo. «Interesante»—. Pero... ¿podrás hacer frente a esto, niña?
Aotsuki separó las piernas y estiró sus brazos, casi de forma ritual. Formuló los sellos Tigre, Carnero y Buey. Dio una palmada, y luego hizo una extraña pose con las manos.
El hormigón de la plataforma comenzó a resquebrajarse a su alrededor. El agua, furiosa y bajo su comanzo, comenzó a rodearle y a empalidecer, adquiriendo un color blanquecino, como el de la leche aguada. El torbellino se agolpó a su alrededor y le envolvió, tomando forma poco a poco. Ayame vio sus pies despegarse del suelo y la fuerza de la marea la echó hacia atrás, forzándola a concentrar mucho chakra en la palma de los pies para no caer hundida y arrastrada por la corriente. Cuando alzó la vista hacia su padre, lo que vio fue un gigantesco delfín blanco, que la oberbaba con unos ojos huecos e inexistentes pero de alguna forma familiares. Su corazón se agolpó en el pecho, y notó por un breve instante una sensación parecida a un cálido abrazo. Luego, la tristeza. Luego, la nada.
El delfín se abalanzó sobre ella, imparable.
—¿Un delfín, eh? —dijo. «Interesante»—. Pero... ¿podrás hacer frente a esto, niña?
Aotsuki separó las piernas y estiró sus brazos, casi de forma ritual. Formuló los sellos Tigre, Carnero y Buey. Dio una palmada, y luego hizo una extraña pose con las manos.
El hormigón de la plataforma comenzó a resquebrajarse a su alrededor. El agua, furiosa y bajo su comanzo, comenzó a rodearle y a empalidecer, adquiriendo un color blanquecino, como el de la leche aguada. El torbellino se agolpó a su alrededor y le envolvió, tomando forma poco a poco. Ayame vio sus pies despegarse del suelo y la fuerza de la marea la echó hacia atrás, forzándola a concentrar mucho chakra en la palma de los pies para no caer hundida y arrastrada por la corriente. Cuando alzó la vista hacia su padre, lo que vio fue un gigantesco delfín blanco, que la oberbaba con unos ojos huecos e inexistentes pero de alguna forma familiares. Su corazón se agolpó en el pecho, y notó por un breve instante una sensación parecida a un cálido abrazo. Luego, la tristeza. Luego, la nada.
El delfín se abalanzó sobre ella, imparable.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)