16/03/2020, 21:17
(Última modificación: 18/03/2020, 00:30 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Ayame detuvo el flujo de chakra que recorría su cuerpo. Lo mantuvo así algunas milésimas de segundo, apretando las mandíbulas mientras veía cómo el delfín se le echaba encima, salpicándola y sacudiendo con violencia sus cabellos y sus ropas. Y cuando estaba a punto de arrollarla lo reactivó de forma súbita. El chakra estalló desde su pecho y se extendió hacia sus extremidades, tratando de expulsar cualquier chakra ajeno que pudiese estar afectando a sus sentidos.
Pero entonces... ¿por qué seguía viendo a aquel monstruoso delfín abalanzarse sobre ella?
El agua la arrolló sin piedad, y la kunoichi no pudo hacer nada por evitarlo. La golpeó. La envolvió. La sacudió como un simple pelele. Ayame perdió el aire y en un acto reflejo abrió la boca en un desesperado intento por catar el oxígeno. Craso error. El agua se coló en su interior: Por la nariz, por la boca... Inundó sus pulmones. Se retorció, presa del ardiente dolor y luchó por deshacerse de las cadenas que la arrastraban hacia las oscuras profundidades del lago. Pero todo fue inútil. Estiró un brazo, queriendo alcanzar la brillante luz que se apagaba frente a sus ojos.
Se ahogaba...
Iba a ahogarse...
Ella...
Una Hōzuki.
El Agua se ahogaba.
«¿Pa... pá...?» ¿Su padre iba a abandonarla de aquella manera?
El mundo se dio la vuelta de repente. Volvía a estar sobre sobre la superficie del lago y Ayame aprovechó para tomar una revitalizadora bocanada de aquel ansiado aire, que sonó agónica en su garganta.
«Una... Ilusión... Lo... ¡Lo sabía!» Se convenció a sí misma, tratando de hallar el consuelo por el terror que acababa de sufrir. Pero, tal y como también había supuesto, no tenía manera de deshacer las ilusiones de su padre. Pero no podía rendirse sin intentarlo al menos, y ahora no había tiempo para consuelos.
—¡Ōkasho!
La voz de su padre reverberó en sus oídos, sacándola del traumatizado trance. Ayame vio el chakra flameando en su puño y supo de inmediato lo que estaba a punto de suceder. Conocía aquella técnica, y sabía bien que su padre estaba incrementando sus fuerzas con su chakra. Sus labios se curvaron en una torcida y sufrida media sonrisa. Pero no se movió del sitio. En su lugar, el cuerpo de la kunoichi se deshizo antes de que su padre llegara a rozarla. Estalló en miles de gotitas que cayeron y que se mezclaron con las aguas del lago. Pero no pensaba otorgar ningún tipo de tregua. De forma casi inmediata, las aguas del lago se alzaron en forma de ocho afiladas agujas que buscaron con ansia el cuerpo del médico.
Pero entonces... ¿por qué seguía viendo a aquel monstruoso delfín abalanzarse sobre ella?
El agua la arrolló sin piedad, y la kunoichi no pudo hacer nada por evitarlo. La golpeó. La envolvió. La sacudió como un simple pelele. Ayame perdió el aire y en un acto reflejo abrió la boca en un desesperado intento por catar el oxígeno. Craso error. El agua se coló en su interior: Por la nariz, por la boca... Inundó sus pulmones. Se retorció, presa del ardiente dolor y luchó por deshacerse de las cadenas que la arrastraban hacia las oscuras profundidades del lago. Pero todo fue inútil. Estiró un brazo, queriendo alcanzar la brillante luz que se apagaba frente a sus ojos.
Se ahogaba...
Iba a ahogarse...
Ella...
Una Hōzuki.
El Agua se ahogaba.
«¿Pa... pá...?» ¿Su padre iba a abandonarla de aquella manera?
El mundo se dio la vuelta de repente. Volvía a estar sobre sobre la superficie del lago y Ayame aprovechó para tomar una revitalizadora bocanada de aquel ansiado aire, que sonó agónica en su garganta.
«Una... Ilusión... Lo... ¡Lo sabía!» Se convenció a sí misma, tratando de hallar el consuelo por el terror que acababa de sufrir. Pero, tal y como también había supuesto, no tenía manera de deshacer las ilusiones de su padre. Pero no podía rendirse sin intentarlo al menos, y ahora no había tiempo para consuelos.
—¡Ōkasho!
La voz de su padre reverberó en sus oídos, sacándola del traumatizado trance. Ayame vio el chakra flameando en su puño y supo de inmediato lo que estaba a punto de suceder. Conocía aquella técnica, y sabía bien que su padre estaba incrementando sus fuerzas con su chakra. Sus labios se curvaron en una torcida y sufrida media sonrisa. Pero no se movió del sitio. En su lugar, el cuerpo de la kunoichi se deshizo antes de que su padre llegara a rozarla. Estalló en miles de gotitas que cayeron y que se mezclaron con las aguas del lago. Pero no pensaba otorgar ningún tipo de tregua. De forma casi inmediata, las aguas del lago se alzaron en forma de ocho afiladas agujas que buscaron con ansia el cuerpo del médico.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)