18/03/2020, 20:46
Oh, por supuesto que iba a demostrarlo. Iba a hacer cualquier cosa por demostrarlo.
La treta dio resultado, Zetsuo se vio momentáneamente cegado por la bomba de luz y después el dragón de agua lo engulló entre sus fauces y se lo llevó hasta las profundidades del lago. Tal y como había hecho el médico con ella momentos antes. Al menos, en una ilusión.
Ayame, jadeante y visiblemente malherida, observaba los resultados de su acción desde la superficie. Durante unos instantes llegó a sopesar la idea de que quizás se había pasado al dejarse llevar de aquella manera. Pero su padre era un hombre fuerte. Así lo demostró cuando su cabeza volvió a romper la superficie. Resollando y tambaleándose peligrosamente, el médico quedó de rodillas sobre el agua, con una mano envuelta en aquel inconfundible destello esmeralda con la que se estaba curando las heridas.
«No puedo dejarte hacerlo.» Pensó Ayame, respirando hondo. Aunque eso suponía gastar aún más energía.
Y entonces echó a correr hacia él, con toda la velocidad que le permitían sus piernas. A mitad de camino, sus manos se entrelazaron. Tigre. Ayame saltó hacia delante en el momento en el que algo se aferraba a la espalda de Zetsuo, sujetando su torso por debajo de sus brazos. Un clon de agua que la kunoichi había invocado desde las mismísimas aguas del lago. Y mientras su padre lidiaba con la réplica, el brazo derecho la muchacha se había inflado hasta límites casi grotescos. Pero el agua, acumulada a presión entre sus músculos, sirvió como un auténtico pistón que la dotó de una fuerza sobrehumana.
—¡Suiton: Gōsuiwan no Jutsu! —bramó, lanzando el puño hacia el torso de su padre.
La treta dio resultado, Zetsuo se vio momentáneamente cegado por la bomba de luz y después el dragón de agua lo engulló entre sus fauces y se lo llevó hasta las profundidades del lago. Tal y como había hecho el médico con ella momentos antes. Al menos, en una ilusión.
Ayame, jadeante y visiblemente malherida, observaba los resultados de su acción desde la superficie. Durante unos instantes llegó a sopesar la idea de que quizás se había pasado al dejarse llevar de aquella manera. Pero su padre era un hombre fuerte. Así lo demostró cuando su cabeza volvió a romper la superficie. Resollando y tambaleándose peligrosamente, el médico quedó de rodillas sobre el agua, con una mano envuelta en aquel inconfundible destello esmeralda con la que se estaba curando las heridas.
«No puedo dejarte hacerlo.» Pensó Ayame, respirando hondo. Aunque eso suponía gastar aún más energía.
Y entonces echó a correr hacia él, con toda la velocidad que le permitían sus piernas. A mitad de camino, sus manos se entrelazaron. Tigre. Ayame saltó hacia delante en el momento en el que algo se aferraba a la espalda de Zetsuo, sujetando su torso por debajo de sus brazos. Un clon de agua que la kunoichi había invocado desde las mismísimas aguas del lago. Y mientras su padre lidiaba con la réplica, el brazo derecho la muchacha se había inflado hasta límites casi grotescos. Pero el agua, acumulada a presión entre sus músculos, sirvió como un auténtico pistón que la dotó de una fuerza sobrehumana.
—¡Suiton: Gōsuiwan no Jutsu! —bramó, lanzando el puño hacia el torso de su padre.