22/03/2020, 16:54
Ayame, en la distancia, flexionó las rodillas y echó a correr hacia él. Zetsuo entornó los ojos, y se concentró en los movimientos de su hija. Con tanta distancia de por medio, pudo ver con claridad lo ágil que se había vuelto. Debía estar alerta.
La kunoichi, cuando rebasó la plataforma, lanzó otra pequeña esfera hacia él. Instintivamente, cerró los ojos, pero aquél demonio enjaulado esta vez profirió un chillido agudo que le hizo tener que dejar de curarse las heridas y taparse los oídos. Zetsuo abrió los ojos y se concentró en el remate que ejecutaría Ayame inmediatamente. El médico, tan ráudo como fue posible, se deslizó por el agua hacia la derecha la mínima distancia necesaria para esquivar la saeta que su hija le disparó con aquél artilugio tan curioso que se había agenciado hace algún tiempo.
Entonces, Zetsuo inició, esta vez, la carrera hacia ella, buscando recortar las distancias. Su mano izquierda volvió a detenerse en su costado para curarse.
La kunoichi, cuando rebasó la plataforma, lanzó otra pequeña esfera hacia él. Instintivamente, cerró los ojos, pero aquél demonio enjaulado esta vez profirió un chillido agudo que le hizo tener que dejar de curarse las heridas y taparse los oídos. Zetsuo abrió los ojos y se concentró en el remate que ejecutaría Ayame inmediatamente. El médico, tan ráudo como fue posible, se deslizó por el agua hacia la derecha la mínima distancia necesaria para esquivar la saeta que su hija le disparó con aquél artilugio tan curioso que se había agenciado hace algún tiempo.
Entonces, Zetsuo inició, esta vez, la carrera hacia ella, buscando recortar las distancias. Su mano izquierda volvió a detenerse en su costado para curarse.