26/03/2020, 22:43
Como un fantasma de leyenda entre la niebla, un fúnebre cántico llegó a los oídos de Zetsuo y sus Kage Bunshin. Los clones se miraron entre ellos: la confirmación de que Ayame estaba utilizando su técnica de ecolocación. ¡Ja! ¡Qué sorpresa se llevaría cuando en lugar de encontrar a uno encontrase a tres!
Lo que jamás habría esperado era llevarse él la sorpresa.
Como las fauces de un titan hecho de agua, un enorme torbellino surgió de la nada auspiciado por la densa cortina que Ayame había interpuesto. Zetsuo reaccionó de inmediato, apretándo la mandíbula y ejecutando una serie de sellos. Sus clones desaparecieron. «¿Desde cuando ha aprendido a hacer algo tan...?» El médico se mordió el dedo pulgar. Las marcas de su cara desaparecieron: ya ni siquiera tenía un rombo en el centro de su luna azul. Restregó una fina línea de sangre en la palma de la otra mano y...
...el Gran Lago de Amegakure le tragó, haciéndole girar, tragar agua, desgarrándole la ropa, la piel, dislocándole el hombro en una terrible sacudida que le hizo intentar gritar y tragar más agua. Todo a su alrededor se volvió oscuro, frío y terrible.
Pero esta vez, lo sufría él. Y esta vez, no se trataba de una simple ilusión.
Shōgun sobrevolo el lago entornando sus pequeños ojos grises tratando de distinguir un malhumorado bulto entre todo aquél oleaje caótico. «Me cago en mis plumas, ¡Zetsuo! ¿¡No me llamas en años y ahora vas y te me mueres ahogado!?» Fue cuando más nervioso estaba que encontró algo. Pero no era un bulto malhumorado, sino una frágil silueta que se hundía boca abajo, con el pelo largo. Inmediatamente, el águila descendió en picado y tomó firme pero delicadamente con sus garras el brazo de la kunoichi que luchaba por ahogarse. La arrojó no con demasiado cuidado sobre una plataforma de cemento cercana y volvió a remontar el vuelo.
«Joder, ¡joder, joder, joder!»
Nadando desesperadamente con un sólo brazo, Zetsuo consiguió impulsarse hasta la superficie. Le dolía todo el cuerpo, y su brazo derecho colgaba inerte como una marioneta. Pero no tenía tiempo para colocarse el hombro. Gracias a la ayuda del chakra, consiguió flotar sobre sus pies y mantenerse más o menos estable sobre el oleaje. Shōgun, allá arriba, acababa de verle, y comenzó a descender en círculos hacia él.
—Me cago en la puta, ¿lo primero que haces es huír sin mi, patética gallina cobarde? —rugió Zetsuo.
—¿¡PERDONA, HIJO DE PERRA!? —repuso el águila de cola blanca, que medía al menos como cuatro de su especie—. Aparezco y me veo una puta ola gigante cayendo sobre mí. ¡Ni siquiera conseguí verte antes de tener que salir por garras!
—Grrr. ¡Sólo tenías que dejar que me agarrase a ti! ¡Salté de forma patética y lo único que agarré fue el aire!
—¿¡Pero qué estáis haciendo, de todas maneras!? ¿¡Mataros!? ¡Que sois familia, coño!
—Mgggrrr. —Repitió Zetsuo, posando firmemente sus pies sobre la plataforma al fin, y arrodillándose frente a Ayame con gesto severo. Tras comprobar el estado de su hija, que no presentaba daños importantes y respiraba con normalidad, apoyó una mano sobre su abdomen. La palma se iluminó de un color azulado.
—¡Zetsuo! ¡Está perfectamente! ¡Mírate a ti, casi la palmas! ¡Y arréglate ese hombro! —Shōgun aterrizó frente a Zetsuo y tras Ayame, y penetraba a su invocador con la mirada, preocupado.
—No soy lo importante ahora mismo. Cállate —gruñó el médico.
Lo que jamás habría esperado era llevarse él la sorpresa.
Como las fauces de un titan hecho de agua, un enorme torbellino surgió de la nada auspiciado por la densa cortina que Ayame había interpuesto. Zetsuo reaccionó de inmediato, apretándo la mandíbula y ejecutando una serie de sellos. Sus clones desaparecieron. «¿Desde cuando ha aprendido a hacer algo tan...?» El médico se mordió el dedo pulgar. Las marcas de su cara desaparecieron: ya ni siquiera tenía un rombo en el centro de su luna azul. Restregó una fina línea de sangre en la palma de la otra mano y...
...el Gran Lago de Amegakure le tragó, haciéndole girar, tragar agua, desgarrándole la ropa, la piel, dislocándole el hombro en una terrible sacudida que le hizo intentar gritar y tragar más agua. Todo a su alrededor se volvió oscuro, frío y terrible.
Pero esta vez, lo sufría él. Y esta vez, no se trataba de una simple ilusión.
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Shōgun sobrevolo el lago entornando sus pequeños ojos grises tratando de distinguir un malhumorado bulto entre todo aquél oleaje caótico. «Me cago en mis plumas, ¡Zetsuo! ¿¡No me llamas en años y ahora vas y te me mueres ahogado!?» Fue cuando más nervioso estaba que encontró algo. Pero no era un bulto malhumorado, sino una frágil silueta que se hundía boca abajo, con el pelo largo. Inmediatamente, el águila descendió en picado y tomó firme pero delicadamente con sus garras el brazo de la kunoichi que luchaba por ahogarse. La arrojó no con demasiado cuidado sobre una plataforma de cemento cercana y volvió a remontar el vuelo.
«Joder, ¡joder, joder, joder!»
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Nadando desesperadamente con un sólo brazo, Zetsuo consiguió impulsarse hasta la superficie. Le dolía todo el cuerpo, y su brazo derecho colgaba inerte como una marioneta. Pero no tenía tiempo para colocarse el hombro. Gracias a la ayuda del chakra, consiguió flotar sobre sus pies y mantenerse más o menos estable sobre el oleaje. Shōgun, allá arriba, acababa de verle, y comenzó a descender en círculos hacia él.
—Me cago en la puta, ¿lo primero que haces es huír sin mi, patética gallina cobarde? —rugió Zetsuo.
—¿¡PERDONA, HIJO DE PERRA!? —repuso el águila de cola blanca, que medía al menos como cuatro de su especie—. Aparezco y me veo una puta ola gigante cayendo sobre mí. ¡Ni siquiera conseguí verte antes de tener que salir por garras!
—Grrr. ¡Sólo tenías que dejar que me agarrase a ti! ¡Salté de forma patética y lo único que agarré fue el aire!
—¿¡Pero qué estáis haciendo, de todas maneras!? ¿¡Mataros!? ¡Que sois familia, coño!
—Mgggrrr. —Repitió Zetsuo, posando firmemente sus pies sobre la plataforma al fin, y arrodillándose frente a Ayame con gesto severo. Tras comprobar el estado de su hija, que no presentaba daños importantes y respiraba con normalidad, apoyó una mano sobre su abdomen. La palma se iluminó de un color azulado.
—¡Zetsuo! ¡Está perfectamente! ¡Mírate a ti, casi la palmas! ¡Y arréglate ese hombro! —Shōgun aterrizó frente a Zetsuo y tras Ayame, y penetraba a su invocador con la mirada, preocupado.
—No soy lo importante ahora mismo. Cállate —gruñó el médico.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)