4/04/2020, 23:31
—¡Oh! ¿Vamos a la Pastelería de Kiroe? —preguntó Ayame alegremente.
—No, por Amenokami, no —replicó él de mala gana, casi con desesperación—. ¿Y tener que dar explicaciones a esa pastelera o a su hijo? —Oh, porque sin duda pedirían explicaciones, sobretodo ella. Siempre lo hacía. Al fin y al cabo, era su trabajo. Hacer preguntas. Averiguar cosas. Pero Zetsuo sabía que disfrutaba del cotilleo, simple y llanamente, incluso fuera de servicio. Y a veces sabía cosas que no debía saber. Y que no tenía forma de saber. ¿Cómo lo hacía?
No lo sabía. Y eso es lo que más le ponía de los nervios.
»No, iremos a una cafetería mucho más seria, donde a uno le tratan con la profesionalidad y sobriedad que merecen dos adultos ya creciditos como nosotros —dijo, para sentenciar.
—La... La próxima vez no habrá excusas, ni retrasos.
—Más te vale.
—Y la próxima vez romperé tus ilusiones.
Zetsuo se detuvo en seco. La miró por detrás del hombro con una media sonrisa.
—No tengo ninguna duda de que lo intentarás.
El Descanso del Shinobi era una cafetería para gente seria, así lo había definido Aotsuki Zetsuo. Pero más bien parecía el lugar donde los cuarentones de Amegakure que no tomaban alcohol iban a contarse las penas del trabajo. Zetsuo había superado sus problemas con la bebida, y ahora sólo lo hacía esporádicamente. Cócteles específicos, por el sabor. Normalmente en restaurantes, acompañando a una buena comida. Por darse un gusto. Pero ahora le repugnaban las tabernas con olor a vino y a borracho. Por eso, cuando le apetecía despejarse, nada mejor que un buen café, sin azúcar.
Aquél debía de ser el mayor templo al café de toda la Lluvia, porque apestaba a café.
Sin embargo, el chocolate que le habían servido a Ayame era decente. Aquella gente sabía lo que hacía, simplemente se había adaptado a la clientela habitual. Por supuesto, se alejaba mucho del que le servía Kiroe, con extra de nubecitas. Pero al menos estaba bueno.
—Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto. —El hombre dio un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.
»Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza.
»A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminásteis el trabajo por mí. —Zetsuo clavó en Ayame sus ojos aguamarina. Los entrecerró—. Sin mi conocimiento, por supuesto.
—No, por Amenokami, no —replicó él de mala gana, casi con desesperación—. ¿Y tener que dar explicaciones a esa pastelera o a su hijo? —Oh, porque sin duda pedirían explicaciones, sobretodo ella. Siempre lo hacía. Al fin y al cabo, era su trabajo. Hacer preguntas. Averiguar cosas. Pero Zetsuo sabía que disfrutaba del cotilleo, simple y llanamente, incluso fuera de servicio. Y a veces sabía cosas que no debía saber. Y que no tenía forma de saber. ¿Cómo lo hacía?
No lo sabía. Y eso es lo que más le ponía de los nervios.
»No, iremos a una cafetería mucho más seria, donde a uno le tratan con la profesionalidad y sobriedad que merecen dos adultos ya creciditos como nosotros —dijo, para sentenciar.
—La... La próxima vez no habrá excusas, ni retrasos.
—Más te vale.
—Y la próxima vez romperé tus ilusiones.
Zetsuo se detuvo en seco. La miró por detrás del hombro con una media sonrisa.
—No tengo ninguna duda de que lo intentarás.
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El Descanso del Shinobi era una cafetería para gente seria, así lo había definido Aotsuki Zetsuo. Pero más bien parecía el lugar donde los cuarentones de Amegakure que no tomaban alcohol iban a contarse las penas del trabajo. Zetsuo había superado sus problemas con la bebida, y ahora sólo lo hacía esporádicamente. Cócteles específicos, por el sabor. Normalmente en restaurantes, acompañando a una buena comida. Por darse un gusto. Pero ahora le repugnaban las tabernas con olor a vino y a borracho. Por eso, cuando le apetecía despejarse, nada mejor que un buen café, sin azúcar.
Aquél debía de ser el mayor templo al café de toda la Lluvia, porque apestaba a café.
Sin embargo, el chocolate que le habían servido a Ayame era decente. Aquella gente sabía lo que hacía, simplemente se había adaptado a la clientela habitual. Por supuesto, se alejaba mucho del que le servía Kiroe, con extra de nubecitas. Pero al menos estaba bueno.
—Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto. —El hombre dio un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.
»Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza.
»A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminásteis el trabajo por mí. —Zetsuo clavó en Ayame sus ojos aguamarina. Los entrecerró—. Sin mi conocimiento, por supuesto.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)