5/04/2020, 14:55
No. No fueron a la "Pastelería de Kiroe-chan". Padre e hija entraron en un sobrio local llamado "El Descanso del Shinobi", y la muchacha no pudo evitar arrugar la nariz nada más puso un pie en su interior. Apestaba a café por todas partes, y la propia carta estaba especializada en cafés. Cafés de todo tipo: Café solo, café con leche, café con leche merengada, café, café y café. Ayame intentó disimular la repulsión, después de todo no era un lugar desagradable, ni mucho menos. Y el chocolate estaba bueno.
«Pero no lleva nubecitas como el de Kiroe...» Se lamentó, mientras le daba vueltas lentamente con la cucharilla.
Pero todo estaba bien. Era como si el combate le hubiese quitado un tortuoso peso de encima. Y se sentía bien el poder estar conversando con su padre de forma relajada. Tan relajada, que incluso le estaba entrando sueño. Toda la adrenalina del combate se había pasado, y ahora sólo quedaba un profundo agotamiento y, al mismo tiempo, el dolor de los golpes recibidos. Ayame se abrazaba disimuladamente el abdomen, allí donde había recibido el Ōkasho de Zetsuo. Su cuerpo no presentaba signos exteriores, gracias al Suika, pero estaba claro que los daños seguían estando allí.
—Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo, mientras Ayame escuchaba con suma atención, como una niña escuchando un cuento apasionante—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto —Hizo una pequeña pausa para dar un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.
—Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza. A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminasteis el trabajo por mí.
—Las Náyades... —completó Ayame, con un despectivo siseo.
Pero Zetsuo le había clavado sus ojos aguamarina y los entrecerró peligrosamente.
—Sin mi conocimiento, por supuesto.
Ella apartó la mirada a un lado. No porque quisiera ocultarle nada, sólo por incomodidad. "Sin su conocimiento". Como siempre solía hacer. Una muy mala costumbre que se le había quedado pegada.
Aún recordaba aquella vez que le había robado el Libro Bingo a su hermano y había intentado ir a la caza de Naia ella sola. Qué estúpida había sido, comprendía ahora.
—Lo siento. No queríamos preocuparos. Y sabíamos que si os decíamos que nos habían encomendado la misión de ir tras ellas...
«Pero no lleva nubecitas como el de Kiroe...» Se lamentó, mientras le daba vueltas lentamente con la cucharilla.
Pero todo estaba bien. Era como si el combate le hubiese quitado un tortuoso peso de encima. Y se sentía bien el poder estar conversando con su padre de forma relajada. Tan relajada, que incluso le estaba entrando sueño. Toda la adrenalina del combate se había pasado, y ahora sólo quedaba un profundo agotamiento y, al mismo tiempo, el dolor de los golpes recibidos. Ayame se abrazaba disimuladamente el abdomen, allí donde había recibido el Ōkasho de Zetsuo. Su cuerpo no presentaba signos exteriores, gracias al Suika, pero estaba claro que los daños seguían estando allí.
—Shōgun y yo nos conocemos de hace muchos años —relataba Zetsuo, mientras Ayame escuchaba con suma atención, como una niña escuchando un cuento apasionante—. Me ha salvado más de una vez la vida. Una vez me sacó volando de una emboscada de al menos diez shinobi enemigos. Todos mis compañeros habían muerto —Hizo una pequeña pausa para dar un sorbo a su café—. Ese día, no conseguí llevarme conmigo a ninguno de ellos. Fracasé como ninja médico.
—Y otro día, de no haber sido por mí, ese viejo capullo habría cerrado el pico para siempre. Le mordió una serpiente particularmente venenosa. Y tuve que tomar una decisión difícil. Perseguir a mi presa... o salvar a mi compañero de caza. A la larga, os habría ahorrado algún que otro problema. Pero no habría sido un buen ninja médico. Además, vosotros dos terminasteis el trabajo por mí.
—Las Náyades... —completó Ayame, con un despectivo siseo.
Pero Zetsuo le había clavado sus ojos aguamarina y los entrecerró peligrosamente.
—Sin mi conocimiento, por supuesto.
Ella apartó la mirada a un lado. No porque quisiera ocultarle nada, sólo por incomodidad. "Sin su conocimiento". Como siempre solía hacer. Una muy mala costumbre que se le había quedado pegada.
Aún recordaba aquella vez que le había robado el Libro Bingo a su hermano y había intentado ir a la caza de Naia ella sola. Qué estúpida había sido, comprendía ahora.
—Lo siento. No queríamos preocuparos. Y sabíamos que si os decíamos que nos habían encomendado la misión de ir tras ellas...