9/04/2020, 19:10
—¿Recuerdas nuestro encuentro, hace un año en la playa? —Claro que lo recordaba, aquel verano había abandonado mi placa por que pensaba que era bueno para nada.—. Cuando decías que no servías como ninja. Recuerdo que me dijiste que nadie te metería en un torneo porque serías el hazmerreír de las aldeas. —Si, esas fueron exactamente mis palabras, pero ahora nadie se reiría.—. Y mírate ahora, lamentándote por haber luchado con demasiada fuerza. Cuánto has crecido. Cuánto has recorrido.
Pues si. De un extremo al otro extremo. ¿Machacarle la cabeza al oponente significaba ser fuerte? Quizás en el campo de batalla sí, pero en un torneo como aquel, la fuerza estaba también en el autocontrol.
—También podías haberle dado con la hoja desnuda, y no lo hiciste. No lo hiciste, Reiji, porque querías evitar matarle. Lo que pasó luego podría haberle pasado a cualquiera.— No. No lo hice, pero quizás hubiese sido mas piadoso y menos indoloro. Y si al final lo mataban y me cargaban el muerto, pues casi hubiese sido mejor. —¿Qué esperan los Señores Feudales que pase, juntándonos para luchar para su regocijo? Somos ninjas, estamos entrenados para matar. Nos jugamos la vida en cada puto combate. Está claro que en el torneo nos contenemos, nos medimos más. Pero siguen pudiendo pasar accidentes.
Ni creía que a ninguno de los señores feudales le hubiese gustado mi combate, más bien, seguro que habían apartado la mirada. O quizás no, quizás disfrutaban mas del espectaculo, era probable que para ellos solo fuesemos herramientas fácilmente sustituibles.
Pero quién sabe. Todo eso solo eran especulaciones mías. No conocía a ningún señor feudal, y la verdad, no estaba seguro de querer conocer a ninguno.
—Mira, ojalá no se muera, tío. Yo confío en que no. Le conozco, ¿sabes? Le vi un tío con la cabeza muy dura. Y hay médicos muy preparados, ¡seguro que lo supera, coño! Y ya lo que le pase con Kintsugi… Bueno, eso ya no es responsabilidad tuya.
Yo tampoco quería que se muriera. Pero no estaba seguro de que sus compatriotas pensaran igual. No después de su espectáculo. ¿que creía que iban a pensar los suyos?
Aún así, tendría que andarme con ojo, si no me expulsaban, si me cruzaba con cualquier Kusajin. No fuese a ser que de verdad me cargarán un muerto, y sus amigos clamaran venganza.
—A mí… A mí me fue bien, tío. Me enfrenté a un kusareño llamado Daigo. Me dejó pelado de chakra pero pude encajarle el golpe final.
Por lo menos él parecía haber tenido un combate sin incidentes, aunque fuera con un Kusajin. La verdad que si me dijesen que la Morikage había ordenado a sus Shinobis que, por accidente, se cargarsen a Datsue o Ayame durante el torneo, me lo creeria.
—Ojalá les haya ido bien a los demás también. La verdad es que no he tenido noticias de ninguno y se que por lo menos, Hana y un chico con gafas que se llama Takumi también habían venido a participar.
Era posible que Eri también, pero no habíamos coincidido todavía en ninguna parte por los dojos, por lo que no podía estar seguro. Quizás había vuelto a salir a cazar ratas, y eso la tenía muy ocupada para asistir a torneos como aquél.
Pues si. De un extremo al otro extremo. ¿Machacarle la cabeza al oponente significaba ser fuerte? Quizás en el campo de batalla sí, pero en un torneo como aquel, la fuerza estaba también en el autocontrol.
—También podías haberle dado con la hoja desnuda, y no lo hiciste. No lo hiciste, Reiji, porque querías evitar matarle. Lo que pasó luego podría haberle pasado a cualquiera.— No. No lo hice, pero quizás hubiese sido mas piadoso y menos indoloro. Y si al final lo mataban y me cargaban el muerto, pues casi hubiese sido mejor. —¿Qué esperan los Señores Feudales que pase, juntándonos para luchar para su regocijo? Somos ninjas, estamos entrenados para matar. Nos jugamos la vida en cada puto combate. Está claro que en el torneo nos contenemos, nos medimos más. Pero siguen pudiendo pasar accidentes.
Ni creía que a ninguno de los señores feudales le hubiese gustado mi combate, más bien, seguro que habían apartado la mirada. O quizás no, quizás disfrutaban mas del espectaculo, era probable que para ellos solo fuesemos herramientas fácilmente sustituibles.
Pero quién sabe. Todo eso solo eran especulaciones mías. No conocía a ningún señor feudal, y la verdad, no estaba seguro de querer conocer a ninguno.
—Mira, ojalá no se muera, tío. Yo confío en que no. Le conozco, ¿sabes? Le vi un tío con la cabeza muy dura. Y hay médicos muy preparados, ¡seguro que lo supera, coño! Y ya lo que le pase con Kintsugi… Bueno, eso ya no es responsabilidad tuya.
Yo tampoco quería que se muriera. Pero no estaba seguro de que sus compatriotas pensaran igual. No después de su espectáculo. ¿que creía que iban a pensar los suyos?
Aún así, tendría que andarme con ojo, si no me expulsaban, si me cruzaba con cualquier Kusajin. No fuese a ser que de verdad me cargarán un muerto, y sus amigos clamaran venganza.
—A mí… A mí me fue bien, tío. Me enfrenté a un kusareño llamado Daigo. Me dejó pelado de chakra pero pude encajarle el golpe final.
Por lo menos él parecía haber tenido un combate sin incidentes, aunque fuera con un Kusajin. La verdad que si me dijesen que la Morikage había ordenado a sus Shinobis que, por accidente, se cargarsen a Datsue o Ayame durante el torneo, me lo creeria.
—Ojalá les haya ido bien a los demás también. La verdad es que no he tenido noticias de ninguno y se que por lo menos, Hana y un chico con gafas que se llama Takumi también habían venido a participar.
Era posible que Eri también, pero no habíamos coincidido todavía en ninguna parte por los dojos, por lo que no podía estar seguro. Quizás había vuelto a salir a cazar ratas, y eso la tenía muy ocupada para asistir a torneos como aquél.