13/04/2020, 19:50
—Sois unos inconscientes. Me dio vergüenza veros en el escenario. No es el combate que quería ver —agregó Kiroe.
Y fue la gota que colmó el vaso de Daruu:
—¡No, ah! ¡No es el combate, verdad! ¡¡Ni siquiera me has felicitado por ganar, eso es lo que te impor...!!
La bofetada resonó por toda la calle. Ayame se quedó con los ojos abiertos de par en par, congelada en el sitio como si hubiera recibido ella el golpe. Incluso Zetsuo se mostró sorprendido por el arrebato de la mujer. Era él el que perdía el temperamento normalmente, pero hacía tiempo que se había jurado no volver a levantar la mano contra su hija, concretamente desde que quiso ir contra Naia ella sola sin decir nada a nadie y perdió por completo el control sobre sus actos. Y aunque no le faltaban ganas en aquella ocasión, había continuado con su juramento adelante. Era impactante ver a Kiroe tan enfadada como para llegar a ese extremo.
—¡Precisamente porque me importáis, gilipollas! ¡Tenéis la placa, pero hoy no os habéis comportado como dos jōnin, sino como dos genin rebeldes! ¡Sois un mal ejemplo!
—¡No tienes derecho a...!
—¡¡BASTAAAAAAA!! —Una voz aguda e infantil hendió el aire.
«Ay, no, Chiiro...» A Ayame se le partió el corazón al ver a la chiquilla de aquella manera, tan alterada y con lágrimas en los ojos. Se había olvidado por completo de su existencia, y ahora se odiaba por ello.
—¡A mí sí me ha gustado veros combatir! —gritó la niña—. ¡A mí y a todos! ¡Estos dos estaban haciendo apuestas hasta que... hasta que os habéis puesto a arriesgar la vida que tenéis! ¡Sois idiotas! ¡Pero ya basta! ¡Ya da igual! ¡No quiero más peleas, vosotros dos lleváis toda la mañana y toda la tarde discutiendo en voz alta y Ayame y Daruu ni siquiera estaban delante! —Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos al verse interpelado por Chiiro—. ¡Estoy seguro de que Kōri también está igual de indignado, pero miradlo, a estas alturas creo que está aburrido de vosotros! Creo... —Agregó, pero cuando miró a Kōri sólo se encontró con una máscara de permafrost, inescrutable—. No quiero ver discutir a mi nueva familia. Por favor. No sabéis lo afortunados que sois. No quiero veros discutir más. Y no quiero que os pongáis en peligro. No quiero ninguna de las dos cosas —la chiquilla rompió a llorar y, avanzando varios pasos, se abrazó a Daruu y a Ayame.
Y la kunoichi lloraba con ella. Lo último que quería era hacer llorar a Chiiro. No después de haber sido testigo de todo por lo que había pasado. Que ahora llorara por su culpa era algo que no podía perdonarse.
—Perdónanos, Chiiro. Lo siento... —Alzó la cabeza, con los ojos enrojecidos e hinchados, y la inclinó de inmediato hacia los adultos—. Lo siento... Lo siento... Yo... Toda la culpa es mía... Yo no quería... No quería... —tragó saliva con esfuerzo—. Yo sólo quería...
—¡Lo que querías era una soberana gilipollez! —soltó Zetsuo, sin ningún tipo de anestesia. Poco o nada debían importarle los lloriqueos de Chiiro—. Ayame, ¿cómo cojones quieres que nos quedemos tranquilos sabiendo que ahora vais a estar aquí solos con los Kusajines después de lo que habéis hecho? ¡Es que no pensáis antes de actuar, cojones!
Y fue la gota que colmó el vaso de Daruu:
—¡No, ah! ¡No es el combate, verdad! ¡¡Ni siquiera me has felicitado por ganar, eso es lo que te impor...!!
¡PLAS!
La bofetada resonó por toda la calle. Ayame se quedó con los ojos abiertos de par en par, congelada en el sitio como si hubiera recibido ella el golpe. Incluso Zetsuo se mostró sorprendido por el arrebato de la mujer. Era él el que perdía el temperamento normalmente, pero hacía tiempo que se había jurado no volver a levantar la mano contra su hija, concretamente desde que quiso ir contra Naia ella sola sin decir nada a nadie y perdió por completo el control sobre sus actos. Y aunque no le faltaban ganas en aquella ocasión, había continuado con su juramento adelante. Era impactante ver a Kiroe tan enfadada como para llegar a ese extremo.
—¡Precisamente porque me importáis, gilipollas! ¡Tenéis la placa, pero hoy no os habéis comportado como dos jōnin, sino como dos genin rebeldes! ¡Sois un mal ejemplo!
—¡No tienes derecho a...!
—¡¡BASTAAAAAAA!! —Una voz aguda e infantil hendió el aire.
«Ay, no, Chiiro...» A Ayame se le partió el corazón al ver a la chiquilla de aquella manera, tan alterada y con lágrimas en los ojos. Se había olvidado por completo de su existencia, y ahora se odiaba por ello.
—¡A mí sí me ha gustado veros combatir! —gritó la niña—. ¡A mí y a todos! ¡Estos dos estaban haciendo apuestas hasta que... hasta que os habéis puesto a arriesgar la vida que tenéis! ¡Sois idiotas! ¡Pero ya basta! ¡Ya da igual! ¡No quiero más peleas, vosotros dos lleváis toda la mañana y toda la tarde discutiendo en voz alta y Ayame y Daruu ni siquiera estaban delante! —Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos al verse interpelado por Chiiro—. ¡Estoy seguro de que Kōri también está igual de indignado, pero miradlo, a estas alturas creo que está aburrido de vosotros! Creo... —Agregó, pero cuando miró a Kōri sólo se encontró con una máscara de permafrost, inescrutable—. No quiero ver discutir a mi nueva familia. Por favor. No sabéis lo afortunados que sois. No quiero veros discutir más. Y no quiero que os pongáis en peligro. No quiero ninguna de las dos cosas —la chiquilla rompió a llorar y, avanzando varios pasos, se abrazó a Daruu y a Ayame.
Y la kunoichi lloraba con ella. Lo último que quería era hacer llorar a Chiiro. No después de haber sido testigo de todo por lo que había pasado. Que ahora llorara por su culpa era algo que no podía perdonarse.
—Perdónanos, Chiiro. Lo siento... —Alzó la cabeza, con los ojos enrojecidos e hinchados, y la inclinó de inmediato hacia los adultos—. Lo siento... Lo siento... Yo... Toda la culpa es mía... Yo no quería... No quería... —tragó saliva con esfuerzo—. Yo sólo quería...
—¡Lo que querías era una soberana gilipollez! —soltó Zetsuo, sin ningún tipo de anestesia. Poco o nada debían importarle los lloriqueos de Chiiro—. Ayame, ¿cómo cojones quieres que nos quedemos tranquilos sabiendo que ahora vais a estar aquí solos con los Kusajines después de lo que habéis hecho? ¡Es que no pensáis antes de actuar, cojones!