16/04/2020, 14:01
Terminaron en el restaurante de dangos de carne sugerido por Chiiro. Era un local pequeño, y estaba sospechosamente vacío para ser las horas que eran, pero decidieron probar suerte. Los Amedama y los Aotsuki escogieron la mesa más alejada de la barra, junto a una esquina, y cada uno pidió un plato con varias brochetas de nikudango. Ayame demostró estar aún más hambrienta que Zetsuo al ser la primera que se llevó la primera bola a la boca.
Se arrepintió al instante.
«¡QUEMAQUEMAQUEMAQUEMAQUEMA...!» Se lamentaba, con los ojos cerrados con fuerza. Ni eso evitó las lágrimas de dolor. Hilos de vapor comenzaron a brotar desde sus oídos y desde su nariz.
Kōri le tendió el vaso con agua, y la kunoichi lo tomó con desesperación y casi se lo echó por encima al intentar beber.
—Ah... Creí que me moría... Gracias... —suspiró Ayame para sí.
—¿Quién ha sido el salvaje que le ha hecho eso a... ya sabéis? —preguntó Daruu.
—Sasaki Reiji —respondió Chiiro con la boca llena—. ¿De verdad vamos a hablar de esto mientras comemos?
Ayame, que había vuelto a beber, rompió a toser de repente. En esa ocasión fue Zetsuo el que tuvo que intervenir, dándole varios golpes firmes en la espalda, entre los omóplatos.
—Re... ¿Reiji? ¿El de Uzushiogakure? ¿El que lleva una espada? —preguntó, incrédula. ¿El mismo que había ido a llevarle el mensaje de Gyūki? ¿El mismo que la había advertido de los planes de Kurama? ¿Ese Reiji?—. ¿Pero cómo?
—El de la espada. Aunque en ese último golpe la utilizó como un martillo —especificó Zetsuo, llevándose un dango a la boca y saboreándolo lentamente. Desde luego, como médico había visto y hablado de cosas mucho peores durante las comidas como para que algo así le afectara—. Y ya os digo que no tenía muy buena pinta. Ya veremos si ese chico sale de esta.
Ayame se estremeció.
—Q... ¿Quién era el contrincante de Reiji? —preguntó Ayame, aterrada. ¿Sería Yota, Ranko...? ¿Alguien que conociera?
—No recuerdo su nombre —respondió, encogiéndose de hombros—. También llevaba una espada, y tenía el pelo tan blanco como tu hermano.
«No lo conozco...» Pensó Ayame. Y no pudo evitar horrorizarse al darse cuenta de que se sentía tremendamente aliviada porque no hubiese sido ni Yota ni Ranko.
Se arrepintió al instante.
«¡QUEMAQUEMAQUEMAQUEMAQUEMA...!» Se lamentaba, con los ojos cerrados con fuerza. Ni eso evitó las lágrimas de dolor. Hilos de vapor comenzaron a brotar desde sus oídos y desde su nariz.
Kōri le tendió el vaso con agua, y la kunoichi lo tomó con desesperación y casi se lo echó por encima al intentar beber.
—Ah... Creí que me moría... Gracias... —suspiró Ayame para sí.
—¿Quién ha sido el salvaje que le ha hecho eso a... ya sabéis? —preguntó Daruu.
—Sasaki Reiji —respondió Chiiro con la boca llena—. ¿De verdad vamos a hablar de esto mientras comemos?
Ayame, que había vuelto a beber, rompió a toser de repente. En esa ocasión fue Zetsuo el que tuvo que intervenir, dándole varios golpes firmes en la espalda, entre los omóplatos.
—Re... ¿Reiji? ¿El de Uzushiogakure? ¿El que lleva una espada? —preguntó, incrédula. ¿El mismo que había ido a llevarle el mensaje de Gyūki? ¿El mismo que la había advertido de los planes de Kurama? ¿Ese Reiji?—. ¿Pero cómo?
—El de la espada. Aunque en ese último golpe la utilizó como un martillo —especificó Zetsuo, llevándose un dango a la boca y saboreándolo lentamente. Desde luego, como médico había visto y hablado de cosas mucho peores durante las comidas como para que algo así le afectara—. Y ya os digo que no tenía muy buena pinta. Ya veremos si ese chico sale de esta.
Ayame se estremeció.
—Q... ¿Quién era el contrincante de Reiji? —preguntó Ayame, aterrada. ¿Sería Yota, Ranko...? ¿Alguien que conociera?
—No recuerdo su nombre —respondió, encogiéndose de hombros—. También llevaba una espada, y tenía el pelo tan blanco como tu hermano.
«No lo conozco...» Pensó Ayame. Y no pudo evitar horrorizarse al darse cuenta de que se sentía tremendamente aliviada porque no hubiese sido ni Yota ni Ranko.