16/04/2020, 20:52
—Esto... ¿creéis que fue a propósito? —susurró Daruu—. Lo del golpe. Podría traernos problemas.
Ayame quería pensar que había sido un accidente del combate, un golpe mal dado que en realidad pretendía ir a otra parte del cuerpo... Era más fácil creer eso que el pensamiento de que el mismo Reiji que había acudido desde Uzushiogakure para advertirle sobre Kurama en realidad había atentado a propósito contra la vida de un Kusajin. Por mucho que ya no estuviesen en Alianza, había ciertos límites que no se podían sobrepasar.
—Todos nos vais a traer problemas —replicó Kiroe.
—¡Vale ya! —protestó Chiiro, pero Daruu levantó la palma de una mano.
—No, no, tiene razón. Pero ahora ya no puedo hacer nada —Negó con la cabeza—. ¿Sabéis si ha habido alguna reacción por parte de la Hierba?
—¡Ja! Igual están demasiado ocupados con sus propios ninjas —repuso Chiiro, y Ayame la miró con extrañeza.
—¡Chiiro! —la riñó Kiroe.
—¿Qué? —protestó, encogiéndose de hombros—. Es verdad. A ese loco de la trenza le faltó atacar a su Kage.
«Loco de la... Oh, no...»
—¿Loco de la trenza? ¿No será Yota? —Daruu reprodujo su pregunta en voz alta.
—Sí —terminó por confirmar Kiroe.
Ayame, pálida como la cera, apoyó la espalda contra el respaldo de su asiento.
—¿Cómo que le faltó atacar a su Kage? —preguntó, con un hilo de voz.
Zetsuo, junto a ella, chasqueó la lengua con irritación.
—Al muy gilipollas no se le ocurrió otra cosa que transformarse en una versión momificada de Sandaime Morikage —gruñó, lleno de bilis, llevándose otro dango a la boca—. Yo no sé qué tipo de enseñanza reciben en esa aldea, entre el del pelo gris proclamándose a voz en grito pupilo del mismo que asesinó a su anterior Kage y este haciendo el imbécil con los muertos, van listos.
—Pupilo de... —repitió Ayame, con los ojos abiertos como platos. El traidor al que se refería su padre debía ser Juro, el antes jinchūriki de Kusagakure.
—Yondaime Morikage bajó de la grada a detener de inmediato el combate —intervino Kōri. Entre sus dedos sostenía un palillo de dangos—. Y le quitó la bandana a Sasagani.
—¡Y aún protestó cuando lo hizo! Bah, poco castigo para un insulto así a la memoria de Moyashi Kenzou. Si yo fuese Kage me encargaría personalmente de que no olvidara lo que ha hecho —agregó Zetsuo, con un peligroso siseo.
Y a Ayame le recorrió la espalda un escalofrío. Conociendo como conocía a su padre, no le cabía duda de que estaba hablando muy enserio.
Ayame quería pensar que había sido un accidente del combate, un golpe mal dado que en realidad pretendía ir a otra parte del cuerpo... Era más fácil creer eso que el pensamiento de que el mismo Reiji que había acudido desde Uzushiogakure para advertirle sobre Kurama en realidad había atentado a propósito contra la vida de un Kusajin. Por mucho que ya no estuviesen en Alianza, había ciertos límites que no se podían sobrepasar.
—Todos nos vais a traer problemas —replicó Kiroe.
—¡Vale ya! —protestó Chiiro, pero Daruu levantó la palma de una mano.
—No, no, tiene razón. Pero ahora ya no puedo hacer nada —Negó con la cabeza—. ¿Sabéis si ha habido alguna reacción por parte de la Hierba?
—¡Ja! Igual están demasiado ocupados con sus propios ninjas —repuso Chiiro, y Ayame la miró con extrañeza.
—¡Chiiro! —la riñó Kiroe.
—¿Qué? —protestó, encogiéndose de hombros—. Es verdad. A ese loco de la trenza le faltó atacar a su Kage.
«Loco de la... Oh, no...»
—¿Loco de la trenza? ¿No será Yota? —Daruu reprodujo su pregunta en voz alta.
—Sí —terminó por confirmar Kiroe.
Ayame, pálida como la cera, apoyó la espalda contra el respaldo de su asiento.
—¿Cómo que le faltó atacar a su Kage? —preguntó, con un hilo de voz.
Zetsuo, junto a ella, chasqueó la lengua con irritación.
—Al muy gilipollas no se le ocurrió otra cosa que transformarse en una versión momificada de Sandaime Morikage —gruñó, lleno de bilis, llevándose otro dango a la boca—. Yo no sé qué tipo de enseñanza reciben en esa aldea, entre el del pelo gris proclamándose a voz en grito pupilo del mismo que asesinó a su anterior Kage y este haciendo el imbécil con los muertos, van listos.
—Pupilo de... —repitió Ayame, con los ojos abiertos como platos. El traidor al que se refería su padre debía ser Juro, el antes jinchūriki de Kusagakure.
—Yondaime Morikage bajó de la grada a detener de inmediato el combate —intervino Kōri. Entre sus dedos sostenía un palillo de dangos—. Y le quitó la bandana a Sasagani.
—¡Y aún protestó cuando lo hizo! Bah, poco castigo para un insulto así a la memoria de Moyashi Kenzou. Si yo fuese Kage me encargaría personalmente de que no olvidara lo que ha hecho —agregó Zetsuo, con un peligroso siseo.
Y a Ayame le recorrió la espalda un escalofrío. Conociendo como conocía a su padre, no le cabía duda de que estaba hablando muy enserio.