18/04/2020, 11:31
—¿Agua? ¡Venga ya, hombre! —protestó Junko, divertida—. Inori, traenos un par de cervecitas, ¡que estamos de celebración![/color]
La efusividad y carisma de Junko dejaron poco lugar a réplicas, y el camarero simplemente asintió con una sonrisa. Momentos después les plantó sendos tercios de cerveza en botellín, que llevaban una etiqueta bastante particular. Era roja como las tejas de Uzushiogakure, con el logotipo de la marca impreso en el centro: un tipo regordete y vestido con un yukata bermellón, sombrero verde, y una enorme jarra de cerveza en la mano. Y parecía extraordinariamente contento por ello.
—¡Salud! —brindó la chūnin, empinándose un tercio del botellín de una sentada y emitiendo un glorioso carraspeo luego—. La mejor cerveza de toda la Espiral, te lo digo en serio, Takumi. Hay mucho enterado por ahí que dice que si es basura, que si no sabe a nada, que si la hacen con pis de rata... ¡Tú, ni caso! Lo que pasa es que los estirados de la Tormenta están acostumbrados a sus hidromieles y demás, que con el frío entrarán muy bien, sí, ¡pero dime tú quién se bebe una jarra de eso aquí, que la mayor parte del año nos asamos de calor! —bebió otro sorbo—. La clave es tener perspectiva, esta cerveza es la leche aquí porque es ligera, entra bien y refresca. En Amegakure, que está todo el día lloviendo, pues es normal que no les guste.
La maestra se recostó en el asiento. Takumi percibió que todo en su lenguaje —verbal y corporal— parecía indicar que Junko, por fin, se estaba relajando. Quizá aquella primera sesión hubiera sido tan importante para el joven genin como para la veterana maestra, y ahora, tercio de cerveza en mano, ella había encontrado la forma de relajarse.
—Sucede lo mismo con los ninjas. Si me haces caso, entrenas y aplicas esa buena sesera que tienes, vivirás muchos años en la profesión como para cruzarte con todo tipo de shinobi. Cada uno tiene su estilo; pero recuerda, ninguno es mejor o peor. Todo depende de la situación, ahí está la clave. El ninja que llega a viejo aprende a no subestimar a ningún oponente.
Mientras la Uzumaki andaba de cháchara, los platillos con sushi empezaron a salir por la cinta, pasando por al lado de los dos ninjas como un ominoso desfile culinario. Junko atrapó uno con su única mano, luego tomó unos palillos y empezó a comer.
—Bueno, ¿y qué me dices del Torneo ese? ¿Vas a participar?
La efusividad y carisma de Junko dejaron poco lugar a réplicas, y el camarero simplemente asintió con una sonrisa. Momentos después les plantó sendos tercios de cerveza en botellín, que llevaban una etiqueta bastante particular. Era roja como las tejas de Uzushiogakure, con el logotipo de la marca impreso en el centro: un tipo regordete y vestido con un yukata bermellón, sombrero verde, y una enorme jarra de cerveza en la mano. Y parecía extraordinariamente contento por ello.
—¡Salud! —brindó la chūnin, empinándose un tercio del botellín de una sentada y emitiendo un glorioso carraspeo luego—. La mejor cerveza de toda la Espiral, te lo digo en serio, Takumi. Hay mucho enterado por ahí que dice que si es basura, que si no sabe a nada, que si la hacen con pis de rata... ¡Tú, ni caso! Lo que pasa es que los estirados de la Tormenta están acostumbrados a sus hidromieles y demás, que con el frío entrarán muy bien, sí, ¡pero dime tú quién se bebe una jarra de eso aquí, que la mayor parte del año nos asamos de calor! —bebió otro sorbo—. La clave es tener perspectiva, esta cerveza es la leche aquí porque es ligera, entra bien y refresca. En Amegakure, que está todo el día lloviendo, pues es normal que no les guste.
La maestra se recostó en el asiento. Takumi percibió que todo en su lenguaje —verbal y corporal— parecía indicar que Junko, por fin, se estaba relajando. Quizá aquella primera sesión hubiera sido tan importante para el joven genin como para la veterana maestra, y ahora, tercio de cerveza en mano, ella había encontrado la forma de relajarse.
—Sucede lo mismo con los ninjas. Si me haces caso, entrenas y aplicas esa buena sesera que tienes, vivirás muchos años en la profesión como para cruzarte con todo tipo de shinobi. Cada uno tiene su estilo; pero recuerda, ninguno es mejor o peor. Todo depende de la situación, ahí está la clave. El ninja que llega a viejo aprende a no subestimar a ningún oponente.
Mientras la Uzumaki andaba de cháchara, los platillos con sushi empezaron a salir por la cinta, pasando por al lado de los dos ninjas como un ominoso desfile culinario. Junko atrapó uno con su única mano, luego tomó unos palillos y empezó a comer.
—Bueno, ¿y qué me dices del Torneo ese? ¿Vas a participar?