22/04/2020, 00:00
(Última modificación: 30/04/2020, 16:34 por Amedama Daruu. Editado 3 veces en total.)
Kiroe sintió, de pronto, como un extraño calambre le sacudió de pies a cabeza. Fue a coger el vaso, pero éste se volcó.
—Muchas gracias por invitarnos, Pastelera.
Fue a protestar, pero sólo pudo decir:
—Hjjpta. ¿Qggme...?
—Hora de irse, chicos. —Zetsuo pasó al lado de Kiroe. Kōri se levantó de la mesa y Ayame le siguió. Chiiro se levantó, pero Daruu no le dejaba pasar.
—¿Hermano...?
Kiroe había levantado una pierna súbitamente y había arrojado el taburete de Zetsuo al suelo. El tabernero estaba gritando. Ella intentó girarse pero subió un brazo y cayó al suelo de espaldas, perdiendo el equilibrio. ¿Tanto había bebido? No. Kiroe tenía un extraño rictus en el rostro. Le miraba, y balbuceaba intentando decirle algo.
Daruu activó su Byakugan. Se levantó serenamente y se acercó a su madre. El sistema circulatorio del chakra parecía actuar con normalidad, pero los músculos de los brazos y las piernas se le contraían de formas extrañas y muy rígidas. Se colocó al lado de ella, le echó a Zetsuo una mirada de puro enfado.
Y el médico sintió el golpe de una ráfaga de chakra en la nuca, no más fuerte que una colleja. El tabernero se escondió tras la barra y profirió súplicas.
—Tranquilo, no será más que un momento —dijo Daruu—. Eh, tú, capullo. Vuelve a hacerle esto a mi madre, y la tendremos.
Daruu echó una mirada a su madre. A la botella. A los dos vasos y finalmente de nuevo a Zetsuo. Apretó la mandíbula.
»Y por los dioses, ¿no os da vergüenza? —siguió—. ¡Se supone que nos habéis venido a dar una lección sobre prudencia! ¡Y aquí estáis, como siempre, gastándoos vuestros truquitos para competir por todo! ¿No se supone que vosotros deberíais ser un ejemplo?
»Vosotros estáis siendo los imprudentes ahora.
Chiiro se levantó tímidamente y tiró del kimono de Daruu.
—Vamos, Daruu...
—Muchas gracias por invitarnos, Pastelera.
Fue a protestar, pero sólo pudo decir:
—Hjjpta. ¿Qggme...?
—Hora de irse, chicos. —Zetsuo pasó al lado de Kiroe. Kōri se levantó de la mesa y Ayame le siguió. Chiiro se levantó, pero Daruu no le dejaba pasar.
—¿Hermano...?
Kiroe había levantado una pierna súbitamente y había arrojado el taburete de Zetsuo al suelo. El tabernero estaba gritando. Ella intentó girarse pero subió un brazo y cayó al suelo de espaldas, perdiendo el equilibrio. ¿Tanto había bebido? No. Kiroe tenía un extraño rictus en el rostro. Le miraba, y balbuceaba intentando decirle algo.
Daruu activó su Byakugan. Se levantó serenamente y se acercó a su madre. El sistema circulatorio del chakra parecía actuar con normalidad, pero los músculos de los brazos y las piernas se le contraían de formas extrañas y muy rígidas. Se colocó al lado de ella, le echó a Zetsuo una mirada de puro enfado.
Y el médico sintió el golpe de una ráfaga de chakra en la nuca, no más fuerte que una colleja. El tabernero se escondió tras la barra y profirió súplicas.
—Tranquilo, no será más que un momento —dijo Daruu—. Eh, tú, capullo. Vuelve a hacerle esto a mi madre, y la tendremos.
Daruu echó una mirada a su madre. A la botella. A los dos vasos y finalmente de nuevo a Zetsuo. Apretó la mandíbula.
»Y por los dioses, ¿no os da vergüenza? —siguió—. ¡Se supone que nos habéis venido a dar una lección sobre prudencia! ¡Y aquí estáis, como siempre, gastándoos vuestros truquitos para competir por todo! ¿No se supone que vosotros deberíais ser un ejemplo?
»Vosotros estáis siendo los imprudentes ahora.
Chiiro se levantó tímidamente y tiró del kimono de Daruu.
—Vamos, Daruu...