25/04/2020, 11:25
El Kage Bunshin de Akame se detuvo un momento, reflexivo. Miró al de Kaido. Si caminaban dentro de los faroles muy probablemente serían detectados por aquella técnica que todavía no tenía claro cómo funcionaba. Si se salían del sendero, corrían el riesgo de caerse por un acantilado o algo peor. No es que a ellos dos les importara, pero sería un lastimoso final para una existencia tan efímera como la suya, guiada tan sólo por la motivación de cumplir su propósito: ser útiles.
Así que, el Kage Bunshin siguió al de Kaido en su aventura para tratar de dilucidar si serían capaces de seguir fuera del camino de faroles, sin perder de vista esta referencia, hasta donde les llevaran los pies. ¿Estaban lejos o cerca? ¿Caminaban hacia el peligro o hacia la salvación? Ninguno lo sabía... De momento.
El exjōnin no dudó. Se giró hacia su compañero y le vio gesticular con prontitud, para luego deshacerse en un aparentemente inofensivo charco de agua que quizás pasaría inadvertido entre aquella niebla tan cabrona. Akame formó el sello del Tigre tras apartarse a un lado —para que su camuflaje no se viera roto por algo tan fortuito como que uno de los dos guardias chocara con él— y su figura se desvaneció entre la niebla.
Cuando todavía era un ninja del Remolino, Akame se había granjeado cierta fama entre sus compañeros de alto rango por ser un gran usuario de la técnica del camuflaje. Su capacidad de control del chakra y su entendimiento de los fundamentos más básicos le permitían fundirse con la propia luz de forma que ni siquiera los más perceptivos de entre sus colegas eran capaces de detectarle. ¿Sería ahora el caso...?
Así que, el Kage Bunshin siguió al de Kaido en su aventura para tratar de dilucidar si serían capaces de seguir fuera del camino de faroles, sin perder de vista esta referencia, hasta donde les llevaran los pies. ¿Estaban lejos o cerca? ¿Caminaban hacia el peligro o hacia la salvación? Ninguno lo sabía... De momento.
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El exjōnin no dudó. Se giró hacia su compañero y le vio gesticular con prontitud, para luego deshacerse en un aparentemente inofensivo charco de agua que quizás pasaría inadvertido entre aquella niebla tan cabrona. Akame formó el sello del Tigre tras apartarse a un lado —para que su camuflaje no se viera roto por algo tan fortuito como que uno de los dos guardias chocara con él— y su figura se desvaneció entre la niebla.
Cuando todavía era un ninja del Remolino, Akame se había granjeado cierta fama entre sus compañeros de alto rango por ser un gran usuario de la técnica del camuflaje. Su capacidad de control del chakra y su entendimiento de los fundamentos más básicos le permitían fundirse con la propia luz de forma que ni siquiera los más perceptivos de entre sus colegas eran capaces de detectarle. ¿Sería ahora el caso...?