30/04/2020, 10:58
La cosa empeoraba por momentos. Akame notó una fría gota de sudor resbalándose por su sien, amenazadora, como si toda la calma que hasta ahora había estado manteniendo fuese a romperse como un muro de arcilla ante el temporal que le azotaba. Estaban jodidos, muy jodidos.
El Uchiha se pasó la lengua por los labios, resecos por la tensión.
—¿A dónde llevabais a estos dos? —quiso saber, consciente de que no le quedaba mucho tiempo. Tenía que actuar ya—. Tú —dijo de repente, refiriéndose al pobre Jagaimo, que quería poner pies en polvorosa lo antes posible—. Créeme que tengo buena memoria para las caras. Si cuentas algo de lo que está pasando aquí, te aseguro que no volverás a ver a tu hija.
Si al otro le funcionaban las orejas, no le costaría mucho entender que aquel chico de cara quemada y ojos carmesíes hablaba completamente en serio. Luego, el ninja volvió su atención hacia Money.
—Las esposas están en mi portaobjetos —indicó, esperando que el otro entendiera la jugada. Para solucionar la papeleta necesitaba que Gura estuviese bien atado y quietecito, y no se fiaba de intentar hacerlo él mismo. Aquel tipo parecía cobarde como nadie, pero quizás eso fuera sólo porque tenía un kunai apretándole la maldita yugular.
El Uchiha se pasó la lengua por los labios, resecos por la tensión.
—¿A dónde llevabais a estos dos? —quiso saber, consciente de que no le quedaba mucho tiempo. Tenía que actuar ya—. Tú —dijo de repente, refiriéndose al pobre Jagaimo, que quería poner pies en polvorosa lo antes posible—. Créeme que tengo buena memoria para las caras. Si cuentas algo de lo que está pasando aquí, te aseguro que no volverás a ver a tu hija.
Si al otro le funcionaban las orejas, no le costaría mucho entender que aquel chico de cara quemada y ojos carmesíes hablaba completamente en serio. Luego, el ninja volvió su atención hacia Money.
—Las esposas están en mi portaobjetos —indicó, esperando que el otro entendiera la jugada. Para solucionar la papeleta necesitaba que Gura estuviese bien atado y quietecito, y no se fiaba de intentar hacerlo él mismo. Aquel tipo parecía cobarde como nadie, pero quizás eso fuera sólo porque tenía un kunai apretándole la maldita yugular.